Año 5 • No. 194 • septiembre 26 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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La crisis de la representación política, la causa
Debilita a la democracia divorcio entre los ciudadanos y los políticos
Edith Escalón

Desconfianza en los partidos y líderes políticos, denominador común en América Latina: Panfichi
El divorcio cada vez más marcado entre los ciudadanos comunes y corrientes y las redes partidarias de representación política debilita la democracia, al producir desconfianza en el sistema democrático, confrontaciones para plantear demandas y crisis de gobernabilidad, aseguró Aldo Panfichi, profesor de la Universidad Católica de Perú.

Explicó que ésa es una de las mayores dificultades de las democracias en América Latina, especialmente en la región andina, donde crisis recurrentes y caídas de presidentes han sido producto de la extrema desconfianza y crisis de legitimidad de los partidos y líderes políticos, común denominador del resto
de la región.


Aldo Panfichi.
Al participar en la FILU 2005, en el foro sobre educación, política y democracia, el académico peruano explicó que la crisis de representación hay que ubicarla en las relaciones cambiantes entre representantes y representados.

Advirtió que en una sociedad civil fragmentada por la violencia política y el autoritarismo neoliberal, los ciudadanos han visto debilitarse sus formas tradicionales de organización de intereses y han formado otras nuevas con intereses y demandas sectoriales (regionales, locales, laborales, étnicas, de género, etc.), las cuales, hasta el momento, no han podido ser representadas políticamente por los partidos y el estado de manera regular.

La crisis ocurre, precisamente, cuando las redes de representación de los partidos –también debilitadas por la violencia política y el autoritarismo–, no pueden canalizar políticamente estas nuevas organizaciones de intereses sectoriales.

Comentó que la crisis del sistema de representación tiene como una de sus expresiones más nocivas la separación entre partido y proyecto político doctrinario: “Los partidos teóricamente deberían responder a proyectos políticos, entendidos éstos como una serie de ideas que cohesionan sus distintas vertientes y orientan la acción política de los individuos que los forman”.

Sin embargo, en la práctica se observa que sólo unos pocos partidos aún mantienen esta característica e incluso hacen esfuerzos por actualizarla, pero en otros casos –en la mayoría de partidos que ahora dominan los poderes legislativo y el gobierno–, la dimensión del proyecto político está ausente.

“Estos últimos son partidos que buscan sólo reproducirse como grupo en el poder de manera oportunista, sin preocuparse por construir estructuras de intermediación de intereses con la ciudadanía”, aseguró el autor del estudio “Sociedad civil y gobernabilidad democrática en los Andes y el Cono Sur”.

Puso como ejemplo el que calificó como “penoso espectáculo” de los tránsfugas, como se denominan aquellos políticos que persiguiendo intereses particulares cambian de afiliación partidaria una y otra vez en busca de mejores condiciones de negociación personal.