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![](images/contraportada.gif)
Claudia
Díaz Rivera
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Puede
decirse que si un lenguaje tiene predominancia en el mundo contemporáneo
es el visual, dado que la imagen resulta esencial en diferentes ámbitos
como la educación, la publicidad, la información y,
desde luego, en el arte. Incluso, conforme la modernidad nos alcanza,
nos abarca y nos absorbe, la competencia por capturar la atención
del espectador crece y se multiplica vertiginosamente: en efecto,
quizá el mayor factor común en el amplio espectro de
las disciplinas que trabajan con la imagen sea la búsqueda
a ultranza de novedad. Sin embargo, este frenético proceso
conlleva a una saturación y, por ende, a un creciente desgaste
del que observa.
Esta dinámica incide sobre todo en los medios masivos de comunicación,
pero hay quienes han permanecido al margen, ocupándose de captar
aquello que no cambia, aquello que subsiste a pesar de la modernidad,
aquello que es eterno: las labores que desde tiempos remotos desempeña
el hombre, los vestigios de civilizaciones antiguas, la naturaleza… |
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Las
fotografías de Carlos Cano recuerdan que en este momento de
feroz industrialización el paraíso continúa en
la tierra. Sus imágenes detenidas, silenciosas, apacibles muestran
que hay hechos y elementos invariables, que la eternidad reposa en
cada instante, que la naturaleza es superior al artificio.
Para Cano, eternizar el paisaje a través de la lente no ha
sido un acto sencillo, sino una experiencia que ha ido enriqueciendo
a fuerza de años de trabajo, durante los cuales también
ha ido agudizando la vista y la sensibilidad: el prodigio no se crea
solo, son la mirada y el talento del fotógrafo que lo captan
e, incluso, lo construyen. El momento preciso, el azar, el ángulo
adecuado, el equilibrio exacto de los elementos y, acaso, a fortuna
marcan la diferencia entre una imagen que es la simple constatación
de un espacio y la fotografía que constituye una delicada revelación
del mundo. |
Y en el trabajo de Carlos Cano existe una doble revelación;
por un lado, la del lugar y el instante capturados, y por el otro,
la de su identidad. ¿Acaso se trata de la geografía
y cultura veracruzanas? Acostumbrado de alguna manera a su existencia,
quizá el espectador repare únicamente en la armonía
y belleza de las imágenes, pero la observación atenta
descubrirá en los detalles que el paisaje sólo puede
corresponder al de estas tierras.
Por otra parte, como la contemplación de la naturaleza tiene
además de un sentido estético, vastas implicaciones
tanto emotivas como espirituales, las fotografías de Cano despiertan
la interioridad de quien las observa. De esta manera, los mundos apacibles
y bucólicos que despliegan sus imágenes pueden encontrar
eco en la memoria y en los sentidos del espectador. |
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