Año 5 • No. 198 • octubre 24 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Ricardo Luna
(Fotos cortesía de: PAYPPCUBAPA)
Pionera en investigaciones arqueológicas subacuáticas en el país, que tuvieron su inicio con el trabajo de un grupo de investigadores comandados por Ramón Arellanos, Héctor Cuevas y Marco Antonio Reyes, la Universidad Veracruzana ha reabierto con importantes frutos el expediente de antiguas culturas que poblaron el actual territorio de Veracruz y que ofrendaban a deidades relacionadas con el agua sus ricas manifestaciones artísticas, bajo el velo de antiquísimos rituales.

Veinte años después de los trabajos de Arellanos, Cuevas y Reyes, la Escuela Nacional de Antropología e Historia habría de incluir en su oferta académica la formación en esta disciplina; pero en materia de investigación, la larga tradición arqueológica de la escuela veracruzana se nutre ahora con los estudios de Pedro Jiménez Lara y un entusiasta grupo de estudiantes y egresados de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana.
En 1982, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) reconoció a la arqueología subacuática como disciplina formal en nuestro país. Sin embargo, 20 años antes, en Veracruz, un grupo de investigadores de la Universidad Veracruzana, encabezado por los arqueólogos Ramón Arellanos, Héctor Cuevas y Marco Antonio Reyes, ya incursionaban en esta rama de la arqueología con inmersiones en varios de los ríos y cuerpos de agua de la región centro de nuestro estado.

La finalidad de estas inmersiones era encontrar vestigios culturales prehispánicos que, según estudios previos, se hallaban en la diversa y rica composición de los cuerpos acuíferos de la entidad, que van desde un gran número de manantiales, ríos y esteros hasta enormes lagunas, cuyas riberas y alrededores fueran habitados en épocas prehispánicas por diversos grupos étnicos que veneraban al aguas con distintas ofrendas.

Ana Catalina Celis Hernández, recién egresada de la carrera de Arqueología de la UV e integrante del equipo de investigaciones subacuáticas de la UV, comentó que en todos estos afluentes existen, hasta nuestros días, depósitos de materiales culturales sin rescatar, que eran depositados en sus profundidades con fines religiosos, tal y como lo demuestran los vestigios que fueron exhibidos recientemente en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX), en la muestra Arqueología subacuática, trabajos de la Universidad Veracruzana.

En ella, los visitantes fueron testigos de unas 36 piezas encontradas en las más recientes investigaciones de arqueología subacuática en los sitios de Arroyo Pesquero, Ojo de Agua Grande y El Zapote, y que se conservan en las bodegas del propio MAX y en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la UV.
El río Papaloapan resugarda nuestro pasado
Fue en el río Papaloapan donde los estudiantes de arqueología subacuática Ana Celis y Jesús Rebolledo Rivera, bajo la tutela del investigador Pedro Jiménez Lara, hicieron una investigación en río y, para su sorpresa, encontraron muchísimas piezas.

Los estudiantes explicaron que lo característico de las piezas es que miden 20 centímetros, todas mujeres, con una vestimenta muy peculiar y con elaborados tocados. A pesar de haber estado bajo el agua, su estado de conservación es muy bueno, lo que llevó a proyectar el estudio de las características del suelo del río y dar con los motivos de su estado.
Una vez halladas, las piezas no son extraídas de inmediato, ya que primero se estudia el contexto del sitio donde fueron localizadas, y algunas piezas se dejan tal y como las encontraron, por respeto al sitio arqueológico.

En caso de extraerlas, se sigue un tratamiento muy especial para estabilizarlas y poder ser contempladas en el exterior, sobre todo si se trata de materiales como la madera. Ana Celis explicó que como arqueóloga le resulta fascinante sumergirse para buscar piezas, sabe que no cualquiera lo puede hacer, y que de lograrlo carecería del conocimiento necesario para darle una interpretación al sitio de hallazgo.
Un poco de historia
Desde sus orígenes, durante los años sesenta, la arqueología subacuática se perfiló como un campo interdisciplinario de investigación, debido a la cantidad de datos que se requieren para elaborar un proyecto bien sustentado, así como por la naturaleza del medio en que se trabaja, lo que hace necesario contar con un conocimiento profundo sobre la fisiología humana y la capacidad de adaptación a los cambios de presión, entre otros factores.

Los métodos de trabajo son distintos a los de la arqueología de superficie en cuanto a que deben adecuarse al entorno acuático, aunque los fines de la búsqueda continúan siendo el estudio del hombre a través de las evidencias producto de su actividad.

Actualmente, la subdirección del INAH, en coordinación con investigadores de la UV, sigue fomentando el trabajo conjunto de varias disciplinas para lograr un trasfondo más completo para cada estudio.

Tal es el caso del proyecto de la Flota de la Nueva España (1630-1631) que se realiza en el Puerto de Veracruz y que, por tratarse de un ambiente marino, se requirió de las aportaciones de oceanógrafos, biólogos, geógrafos, historiadores y personal de la Marina de México, con lo que se conformó una base de datos que permite no sólo conocer el tipo de condiciones meteorológicas que pudieron actuar en el naufragio de tal o cual embarcación, sino también hacer hipótesis sobre el rumbo tomado de acuerdo con las cartas de navegación que se conservan hoy en día en los archivos y sobre las cuales el historiador conoce los pormenores.
Los riesgos
Las investigaciones arqueológicas que se realizan bajo el agua toman el carácter de una disciplina de riesgo y de amplias precauciones, más aún cuando consideramos los distintos tipos de ambientes en que se puede trabajar. En este sentido, nuestro país resulta ejemplar por su diversidad de espacios.

Por ejemplo, está el caso del buceo en cenotes, cavernas y cuevas donde no existe un punto de salida accesible en todo momento. Lo anterior es causa de modificación de las técnicas de buceo así como de las características del equipo autónomo ante el riesgo de la posibilidad de sufrir algún percance en estos espacios.
Afortunadamente, los avances en la medicina de buceo se han desarrollado al grado de que actualmente podemos hablar de un tipo de buceo técnico (a diferencia del de carácter recreativo, comúnmente conocido) que ya permite ampliar los tiempos de inmersión a partir de una mezcla de gases entre las cuales la más conocida es denominada nitrox o aire enriquecido, basado en una distinta proporción en las cantidades de oxígeno y nitrógeno del aire.
Nuevas líneas de investigación en arqueología
Ana Celis Hernández agregó que a partir de los rescates realizados por la UV decidió comenzar una nueva línea de investigación en arqueología subacuática, en colaboración muy estrecha con la subdirección de Arqueología Subacuática de la UNAM.

El proyecto a cargo del investigador Pedro Jiménez Lara tiene como origen las propuestas del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales e intenta mostrar los trabajos desde los años sesenta, para mostrar la evolución de la disciplina desde el equipo de buceo hasta la manera de realizar en campo las investigaciones y, sobre todo, cómo se ha mantenido a pesar del tiempo el interés por el rescate y estudio de los vestigios prehispánicos por parte de las generaciones de jóvenes universitarios.

Dentro del mismo proyecto cabe la propuesta de que la UV sea la única universidad del país en ofrecer una especialidad en arqueología subacuática, ya que en México sólo el INAH y la ENAH ofrecen cursos de buceo con estos fines.

Por lo pronto, son más los estudiantes que ya empiezan a interesarse por engrosar las filas de esta rama de la arqueología y que para orgullo o fortuna de los estudiantes de la UV se encuentra en la sede universitaria de Xalapa.