Boca
del Río, Ver.- El abuso sexual infantil es un tipo de
maltrato que ha alcanzado lamentables proporciones en la sociedad.
Guadalupe Viveros Martínez emprendió un estudio para
conocer los factores predisponentes frecuentes en los casos denunciados
de abuso sexual infantil en la ciudad de Veracruz y, pese a que son
sólo dos indicadores, los denunciados y los frecuentes, los
resultados son alarmantes, sobre todo si se toma en cuenta que sólo
uno de cada diez casos son denunciados por la víctima.
El estudio realizado durante un año reveló que, en los
127 casos abordados, la mayoría de los padres de los niños
con abuso sexual sufrían trastornos de personalidad, habían
sido también objetos de maltrato en su infancia y pertenecían
a la clase económicamente baja. La fuente de datos utilizada
fueron los Archivos de la Agencia Primera del Ministerio Público
especializada en delitos contra la libertad, la seguridad sexual y
la familia.
Los abusos deshonestos (exibicionismo, mutuo contacto corporal, besos,
pornografía, frotación, juegos con los genitales, introducción
de dedos u objetos) ocuparon el 48 por ciento del total de casos estudiados;
violación, 36 por ciento; estupro, 13 por ciento, e intentos
de violación, dos por ciento.
Los datos fríos reflejan la realidad de estos actos delictivos:
la mayoría de los niños afectados fueron aquellos cuyas
edades fluctuaban entre 10 y 15 años, siguiéndoles los
de cinco a nueve años. El 86 por ciento fueron víctimas
femeninas.
En el 73 por ciento de los casos, los niños procedían
de familias disfuncionales. La mayoría guardaba un parentesco
con el agresor (padre, madre, tío, primos y hasta abuelos);
el 30 por ciento fue bajo amenazas y el 55 por ciento sufrió
el abuso en más de una ocasión.
La negación al enfrentamiento de esta realidad ha impedido
la documentación necesaria para medir la magnitud del problema,
sin embargo, investigadores han señalado los factores predisponentes
que hacen en la familia vulnerables a los niños y niñas
a sufrir abuso sexual.
“Evidenciar el origen y las características propias del
delito y aportar conocimientos más concretos acerca de las
combinaciones de patrones de conducta presentes en torno de la víctima”,
son los objetivos planteados por la investigadora, con cuyo trabajo
obtuvo la maestría en Medicina Forense por la UV.
El miedo a los padres o a los adultos o al rechazo, sentimiento de
culpa, amenazas, falta de comunicación y violencia en la familia
son los grandes causales de que el niño no reporte el caso.
Mutismo
y graves consecuencias en las víctimas
La académica Guadalupe Viveros, también médico
perito de la Agencia Primera del Ministerio Público señala
que “la cifra negra en este tipo de delitos es muy alta, pues
se estima que sólo una de cada diez violaciones es denunciada”.
El niño no puede entender el comportamiento del adulto porque
no ha desarrollado aún la comprensión de la sexualidad,
por lo que lo percibe como un acto de agresión física
debido a su prematura etapa de desarrollo psicológico, que
deja en la constitución de su personalidad graves secuelas
que se ven profundizadas con la edad y el silencio guardado por
tantos años.
Entre las consecuencias conductuales y emocionales de los niños
afectados se destacan comportamientos excesivamente sumisos, agresivos
o antisociales; incapacidad para establecer amistades, desconfianza
en los adultos mayores, dificultad para concentrarse, tristeza,
llanto, falta de motivación y bajo rendimiento académico.
Además, se pueden presentar conductas como comportamiento
seudo-maduro (se hacen responsables en casa de tareas del adulto
como cocinar, cuidar al hermanito) o se expresa una sexualidad prematura:
“manifestación de alteraciones en la conducta sexual
como masturbación compulsiva, conducta seductora, excesiva
curiosidad sexual, exhibicionismo y tendencia a reconstruir el acto”.
Pero hay otros daños, los emocionales, en los cuales el niño
o la niña manifiesta temor a la oscuridad o a quedarse solo,
depresión, tendencias suicidas, miedos focalizados a determinados
adultos, sentimientos de culpa. Entre las alteraciones del comportamiento
es común la pérdida del apetito, la enuresis, pesadillas,
dependencia excesiva a la madre, entre otros.
Aparte de la gravedad de la situación, existen factores que
incrementan el trauma en el niño cuando la relación
es con alguien muy cercano como el padre o la madre, la frecuencia
y el tiempo que dure la experiencia o si ésta es muy elaborada;
si el niño la disfruta aumentará el sentimiento de
culpabilidad.
“El abuso sexual se genera en diferentes condiciones: cuando
hay violencia intrafamiliar, cuando el menor ocupa un lugar marcadamente
desventajoso en la familia, cuando hay abuso de poder de parte de
los adultos, desconocimiento de la propia sexualidad”, señaló
Viveros Martínez. La situación es peor con los niños
de la calle que, al vivir en condiciones de extrema pobreza, prefieren
abandonar un hogar donde ya son objeto de maltrato para sobrevivir
en las calles.
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