Año 6 • No. 199 • octubre 31 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  Estudió 127 casos ocurridos en la ciudad de Veracruz
Alarmantes, los casos crecientes de abuso sexual a niños, revela posgraduada en la UV
Carolina Cruz
Boca del Río, Ver.- El abuso sexual infantil es un tipo de maltrato que ha alcanzado lamentables proporciones en la sociedad. Guadalupe Viveros Martínez emprendió un estudio para conocer los factores predisponentes frecuentes en los casos denunciados de abuso sexual infantil en la ciudad de Veracruz y, pese a que son sólo dos indicadores, los denunciados y los frecuentes, los resultados son alarmantes, sobre todo si se toma en cuenta que sólo uno de cada diez casos son denunciados por la víctima.

El estudio realizado durante un año reveló que, en los 127 casos abordados, la mayoría de los padres de los niños con abuso sexual sufrían trastornos de personalidad, habían sido también objetos de maltrato en su infancia y pertenecían a la clase económicamente baja. La fuente de datos utilizada fueron los Archivos de la Agencia Primera del Ministerio Público especializada en delitos contra la libertad, la seguridad sexual y la familia.

Los abusos deshonestos (exibicionismo, mutuo contacto corporal, besos, pornografía, frotación, juegos con los genitales, introducción de dedos u objetos) ocuparon el 48 por ciento del total de casos estudiados; violación, 36 por ciento; estupro, 13 por ciento, e intentos de violación, dos por ciento.

Los datos fríos reflejan la realidad de estos actos delictivos: la mayoría de los niños afectados fueron aquellos cuyas edades fluctuaban entre 10 y 15 años, siguiéndoles los de cinco a nueve años. El 86 por ciento fueron víctimas femeninas.

En el 73 por ciento de los casos, los niños procedían de familias disfuncionales. La mayoría guardaba un parentesco con el agresor (padre, madre, tío, primos y hasta abuelos); el 30 por ciento fue bajo amenazas y el 55 por ciento sufrió el abuso en más de una ocasión.

La negación al enfrentamiento de esta realidad ha impedido la documentación necesaria para medir la magnitud del problema, sin embargo, investigadores han señalado los factores predisponentes que hacen en la familia vulnerables a los niños y niñas a sufrir abuso sexual.

“Evidenciar el origen y las características propias del delito y aportar conocimientos más concretos acerca de las combinaciones de patrones de conducta presentes en torno de la víctima”, son los objetivos planteados por la investigadora, con cuyo trabajo obtuvo la maestría en Medicina Forense por la UV.

El miedo a los padres o a los adultos o al rechazo, sentimiento de culpa, amenazas, falta de comunicación y violencia en la familia son los grandes causales de que el niño no reporte el caso.

Mutismo y graves consecuencias en las víctimas
La académica Guadalupe Viveros, también médico perito de la Agencia Primera del Ministerio Público señala que “la cifra negra en este tipo de delitos es muy alta, pues se estima que sólo una de cada diez violaciones es denunciada”.

El niño no puede entender el comportamiento del adulto porque no ha desarrollado aún la comprensión de la sexualidad, por lo que lo percibe como un acto de agresión física debido a su prematura etapa de desarrollo psicológico, que deja en la constitución de su personalidad graves secuelas que se ven profundizadas con la edad y el silencio guardado por tantos años.

Entre las consecuencias conductuales y emocionales de los niños afectados se destacan comportamientos excesivamente sumisos, agresivos o antisociales; incapacidad para establecer amistades, desconfianza en los adultos mayores, dificultad para concentrarse, tristeza, llanto, falta de motivación y bajo rendimiento académico.

Además, se pueden presentar conductas como comportamiento seudo-maduro (se hacen responsables en casa de tareas del adulto como cocinar, cuidar al hermanito) o se expresa una sexualidad prematura: “manifestación de alteraciones en la conducta sexual como masturbación compulsiva, conducta seductora, excesiva curiosidad sexual, exhibicionismo y tendencia a reconstruir el acto”.

Pero hay otros daños, los emocionales, en los cuales el niño o la niña manifiesta temor a la oscuridad o a quedarse solo, depresión, tendencias suicidas, miedos focalizados a determinados adultos, sentimientos de culpa. Entre las alteraciones del comportamiento es común la pérdida del apetito, la enuresis, pesadillas, dependencia excesiva a la madre, entre otros.

Aparte de la gravedad de la situación, existen factores que incrementan el trauma en el niño cuando la relación es con alguien muy cercano como el padre o la madre, la frecuencia y el tiempo que dure la experiencia o si ésta es muy elaborada; si el niño la disfruta aumentará el sentimiento de culpabilidad.

“El abuso sexual se genera en diferentes condiciones: cuando hay violencia intrafamiliar, cuando el menor ocupa un lugar marcadamente desventajoso en la familia, cuando hay abuso de poder de parte de los adultos, desconocimiento de la propia sexualidad”, señaló Viveros Martínez. La situación es peor con los niños de la calle que, al vivir en condiciones de extrema pobreza, prefieren abandonar un hogar donde ya son objeto de maltrato para sobrevivir en las calles.