Año 6 • No. 199 • octubre 31 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  Explica psicólogo y especialista en salud mental comunitaria
El divorcio puede ser una solución
a relaciones destructivas de pareja
Edith Escalón
Una de cada tres mujeres es sometida a abuso emocional severo y, por lo menos, una de cada cuatro es atacada físicamente por su compañero; de esos casos de violencia, el 10 por ciento es grave
Aunque el divorcio es un problema social, se convierte en una solución ante las relaciones destructivas que en el 30 por ciento de las parejas mexicanas implican violencia física y emocional, casi siempre en perjuicio de las mujeres, alertó Gustavo Alonso Félix López, psicólogo y especialista en salud mental comunitaria.

“Es la sociedad la que contribuye a generar este tipo de relaciones”, aseguró, pues refuerza mitos que las alientan, en lugar de disiparlos: “Creer que la unión con nuestra pareja debe permanecer hasta que la muerte nos separe, a pesar de la calidad de la relación, o que podemos hacer que el otro cambie sus defectos, sólo nos hace permanecer más tiempo en relaciones destructivas”.


Gustavo Alonso Félix López.
Estas concepciones dan lugar a parejas en las que los conflictos se resuelven por medio de la violencia física o emocional, explicó Gustavo Alonso Félix, quien es también integrante del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la UV.

Dijo que la primera va desde empujones, forcejeos y apretones, hasta brutales golpizas, que son las que evidencian el problema, pues se sabe que alrededor del 30 por ciento de las pacientes que se atienden en urgencias en los centros hospitalarios lo hacen por haber sido golpeadas por sus parejas.

La segunda, en cambio, es más difícil de determinar pues implica agresión constante mediante desvaloración, subestimación, insultos, infidelidad y burla, aunque no se presente maltrato físico. Reconocer la gravedad de esta situación ya implica un problema, pues las parejas generalmente se niegan a sí mismas –incluso las que son agredidas– que su vida de pareja no funciona.
De hecho, según cálculos presentados por el investigador, una de cada tres mujeres es sometida a abuso emocional severo y, por lo menos, una de cada cuatro es atacada físicamente por su compañero, y de esos casos de violencia, el 10 por ciento es grave, lo que resulta una alerta importante para las autoridades y, sobre todo, para quienes consideran estas relaciones dentro de la normalidad.

Este tipo de relaciones se fundamenta en un concepto equivocado del amor que, entendido como entrega total, ha sido cargado de múltiples sentidos, lo que ha generado manipulación, posesión y dependencia: “Así, en nombre del amor se cometen una serie de abusos, sobre todo de los varones hacia las mujeres, aunque también se da a la inversa”.

Aseguró que las relaciones destructivas no permiten el desarrollo ni propician la equidad, el respeto y el bienestar entre los miembros de la pareja y sí, en cambio, favorecen la depresión, el aislamiento, la frustración y la ansiedad, y sobre todo, la negación de la violencia.

Es la educación tradicional la que inculca en los hombres y en las mujeres ciertos roles que tanto el agresor como el agredido siguen al grado de engancharse en este tipo de relaciones: “La sumisión, dependencia y falta de autoestima sembrada en las mujeres desde muy pequeñas afecta su percepción del género, aceptando con resignación hasta la violencia”.

De hecho, las mujeres que son agredidas permanecen con sus parejas porque están aferradas a la idea del amor eterno y al mito de que las personas cambian, lo que se refuerza con los cambios bruscos de comportamiento de la pareja, que en momentos se arrepiente, pide perdón, ruega, se torna afectuoso y arrepentido.

De acuerdo con el psicólogo, ciertos individuos manifiestan conductas agresivas porque desde pequeños sus progenitores les hicieron sentirse responsables de los demás, fomentando en ellos la supuesta supremacía masculina relacionada con la propiedad.

Para enfrentar un problema como éste, Gustavo Alonso Félix López recomienda considerar la riqueza de las relaciones independientes y humanas, generosas, placenteras, y no de lucha, enfrentamiento y control, además de fortalecer la autoestima de la persona para ayudarle a superar lo vivido y estimular la responsabilidad de atender su seguridad personal.

Consideró importante promover la exigencia en la elección de la pareja: “Muchas veces las personas somos muy cuidadosas para otras elecciones, y cuando se trata de compartir la vida con alguien consideramos solamente el aspecto físico, eso también nos lleva a equivocarnos, y a enfrascarnos en relaciones destructivas que, a veces, nuestros prejuicios no nos permiten terminar a tiempo”.