Año 6 • No. 209 • enero 30 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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  Mozart, por siempre…para siempre
Gina Sotelo
2006 es el año Mozart. Ahora, como nunca, los hacedores de música voltean su atención por completo hacia la gigantesca figura del Genio de Salzburgo, nacido el 27 de enero de 1756.

Las más importantes compañías de la lírica europea ya tienen listas para llevar a la escena las 22 óperas que este maestro escribió; todas las orquestas sinfónicas del mundo han programa sinfonías, conciertos y música vocal, mientras que las agrupaciones de cámara se darán vuelo con una profusa interpretación de sus música para instrumentaciones reducidas.
Pero no siempre ha sido así.

Después de la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart, el 5 de diciembre de 1791, su música cayó en un lamentable olvido que se extendió hasta bien entrado el siglo XX. No se duda que el desarrollo de la fonografía contribuyó decisivamente al redescubrimiento de un Mozart que permanecía opacado por la poderosa personalidad de Ludwig van Beethoven. Y fue gracias a la intensa labor de directores como Bruno Walter, Karl Böhm, Otto Klemperer y Leonard Bernstein –entre otros– que la obra de nuestro compositor resurgió desde mediados del siglo pasado, para cobrar la actualidad que ahora le conocemos.

De hecho, está fuera de todo cuestionamiento que la música de Mozart ha vendido más discos fonográficos que Beatles, Rolling Stones, Elvis Presley e Irving Berlin juntos (éste último, autor del conocidísimo tema Blanca navidad). El dato remarca la importancia y trascendencia del arte sonoro propio de un joven maestro, que murió antes de cumplir los 35 años de edad, en una época marcada por la vorágine de violencia y horrores que nos ha tocado vivir.

No son muchos quienes puedan determinar exactamente por qué les gusta la música de Mozart, pero el hecho es que su arte encuentra un lugar en cada hogar, en cada fonoteca regularmente surtida y en cada sensibilidad personal.

Se han escrito toneladas de papeles en torno de su increíble facilidad para trasladar al papel pautado las ideas musicales que brotaban con fluidez pasmosa, como si estructura, desarrollo, instrumentación, partes vocales y solísticas ya existiesen perfectamente formadas en su mente y fuese sólo asunto de anotarlas.

Los investigadores se interrogan acerca de lo que habría podido lograr, de haber vivido lo que vivieron Domenico Scarlatti o Franz Joseph Haydn, por ejemplo. Si fue capaz de prefigurar el Romanticismo y predecir la grandeza de un entonces joven Beethoven (que tuvo la oportunidad de improvisar con el teclado ante Mozart) ¿hasta dónde habría llevado las fronteras del arte musical, si la vida le hubiese permitido llegar a los 60 años?

Y, como en el caso de los grandes genios, la leyenda ha sido parte de la historia. Todo lo que apunta hacia el embozado personaje que encargó el portento de Réquiem, la noche en que se congregaron sus amigos para ensayar esa obra con el compositor unas horas antes de su fallecimiento, la lluvia que dispersó a los dolientes e impidió a la posteridad identificar dónde fue sepultado, son detalles que se repetirán incesantemente.

A doscientos cincuenta años de su natalicio, el mundo se entrega a Mozart. Y desde luego que nuestra Orquesta Sinfónica de Xalapa ha preparado su serie de conciertos anuales con el legado de este maestro como el elemento central. Habrá sinfonías y conciertos, en una sucesión que nos permitimos recomendar ampliamente.

Hoy, como nunca, Mozart es por siempre y para siempre.