Con
el apoyo de biólogos, químicos, agrónomos
y otros especialistas de la Universidad Veracruzana (UV), más
de 300 médicos indígenas del centro de Veracruz
han logrado rescatar, revalorar y fortalecer sus terapias alternativas
de salud, mediante el control de la calidad de sus productos naturales,
la estandarización química de sus remedios herbolarios
y la siembra de plantas medicinales.
Además de certificarse como practicantes de medicina tradicional
ante la Secretaría de Salud y registrar legalmente sus
remedios, las siete organizaciones que los agrupan (que pertenecen
a los municipios veracruzanos de Zongolica, Coscomatepec, Córdoba,
Soledad Atzompa y al oaxaqueño de Soyaltepec) buscan crear
laboratorios regionales para elaborar sus remedios con criterios
farmacéuticos y consultorios para ofrecer sus servicios.
Para lograrlo, contarán como hasta ahora con el respaldo
de estudiantes, académicos e investigadores de las facultades
que se encuentran en la zona universitaria Córdoba-Orizaba,
quienes se han integrado al Grupo Regional de Apoyo a la Medicina
Indígena Tradicional (Gramit) del centro del estado, que
también es respaldado por el programa IMSS-Oportunidades,
la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
(Codepi) y la Secretaría de Salud (SS).
En primer término se encuentra la Facultad de Ciencias
Biológicas y Agropecuarias (FCBA) de Peñuela, desde
donde las académicas Yaqueline Gueno Heredia y Feliza Ramón
Farías coordinan para el Gramit-Centro, entre otras cosas,
asesorías técnico-científicas, capacitación,
difusión de acciones, organización de encuentros,
evaluación y seguimiento, gestión financiera, así
como asesorías contables y legales.
De hecho, fue esta facultad la que en 1999 inició la relación
con los grupos indígenas, especialmente de Zongolica, al
integrar a su trabajo en el Herbario de la facultad –que
guarda el registro de más de 15 mil plantas que existen
o existieron en la región– el estudio de plantas
medicinales.
Hoy, las académicas tienen a su cargo el proyecto de sistematización
del conocimiento botánico con seis de las organizaciones
de médicos tradicionales, es decir, buscan rescatar todo
el conocimiento que sobre medicina herbolaria poseen estos grupos
(mediante entrevistas y otras estrategias); trabajo al que se
suma otro proyecto, coordinado por la académica Pilar Navarro
Rodríguez, que busca apoyar a los médicos indígenas
tradicionales en la producción del hongo seta como una
alternativa económica y productiva.
En segundo término se encuentra el trabajo de la Facultad
de Ciencias Químicas en este proyecto, el cual tiene dos
vertientes. Por una parte, el desarrollo de las técnicas
agronómicas para sembrar parcelas productivas de plantas
medicinales (con químicos agrícolas), por otro,
la elaboración de remedios herbolarios estandarizados según
las formas farmacéuticas requeridas por la Secretaría
de Salud (con químicos farmacéuticos).
Hasta ahora se han establecido tres parcelas demostrativas: una
en Zongolica (que ya está terminada), y otras dos en Huitzilan
y Coscomatepec (en proceso), cada una con más de 80 diferentes
especies de plantas medicinales. Para apoyar a los médicos
tradicionales en este aspecto, los químicos agrícolas
se han coordinado con agrónomos, tanto estudiantes como
académicos e investigadores para asesorarlos. De hecho,
son los grupos indígenas quienes se encargan de custodiarlos.
Según explicó Yaqueline Gueno, para la elaboración
de remedios los químicos toman la información que
recogen los estudiantes (en entrevistas con los médicos
tradicionales) y hacen con ello un sistema estándar de
medidas para cada uno: “Si ellos usan una pizca de algún
ingrediente, los químicos la pesan y la estandarizan en
miligramos, y así con el resto de los ingredientes, de
manera que se pueda sistematizar la elaboración del remedio
en el laboratorio y garantizar así su efectividad”.
Con el apoyo de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias,
los médicos indígenas han logrado afianzar varios
proyectos, entre ellos el registro de 12 remedios tradicionales
ante la Secretaría de Salud, como son jarabes, pomadas,
cremas y tinturas (que serán presentados en algunas semanas),
y el establecimiento de laboratorios regionales para la elaboración
farmacéutica de los compuestos con estándares de
calidad.
Trabajo
multidisciplinario
Para apuntalar este último proyecto, son otras ocho las
facultades que se han sumado: la de Arquitectura, en Córdoba,
que tiene a su cargo la presentación y diseño de
los espacios físicos del Centro de Desarrollo Integral
de Medicina Tradicional “Omecayotl”; y la de Contaduría
y Administración, en Nogales, a la que le corresponde realizar
la propuesta de trabajo para la Organización de Médicos
Indígenas Tradicionales del Centro (OMIT-C).
Enfermería, por su parte, realizará desde Río
Blanco una propuesta para el Programa de Formación de Promotores
de Salud con la participación de los médicos tradicionales,
e Ingeniería Mecánica diseñará el
Laboratorio Regional de Medicina Tradicional, que se localizará
en La Granja, municipio de Tres Valles, Veracruz.
Una propuesta de apoyo médico al Gramit-Centro será
la aportación de la Facultad de Medicina de Ciudad Mendoza,
y una odontológica la de la Facultad de esta disciplina
que se encuentra en Río Blanco. Los universitarios de la
carrera de Derecho, en Sistema Abierto, realizarán la integración
legal de este organismo, y será el Centro de Idiomas de
Córdoba el que se encargue de apoyar el proyecto con la
traducción de documentos y proyectos para la OMIT-C.
Esta participación interinstitucional y multidisciplinaria,
así como la suma de más médicos indígenas
al proyecto, han hecho de la experiencia un ejemplo para otros
grupos que incluso han llevado los propios médicos tradicionales
a dos congresos regionales, 13 estatales (en Oaxaca, Puebla, Yucatán,
Michoacán, Chiapas, Campeche, Chihuahua, Sonora, Nayarit,
Sinaloa y Coahuila) y dos internacionales, uno en Quito, Ecuador
y otro en Lima, Perú.
Experiencia
universitaria
Para Yaqueline Gueno, la relación humanística e
intercambio de experiencias y participación de los estudiantes
universitarios con una práctica médica-cultural
socialmente activa en la zona Centro del estado es uno de los
mayores beneficios del proyecto. “Con el proyecto los estudiantes
aplican sus conocimientos en la resolución de un problema
concreto emanado de un grupo social especifico, y ha sido para
los académicos una oportunidad de diseñar e integrar
las estrategias de trabajo al proyecto, incluyendo talleres académicos,
servicio social, prácticas profesionales y trabajos recepcionales”.