Una
de las principales razones por las cuales se ha vuelto crucial
el problema del entorno y los procesos en los que se genera, aplica
y distribuye socialmente el conocimiento es la profunda revolución
científico-tecnológica que se ha dado en los últimos
50 años en todo el mundo. Esta revolución, que aún
no ha llegado a su límite, trae consigo la necesidad de
replantear el modo moderno de atender asuntos como el desarrollo
económico, el papel de la ciencia en la cultura, las relaciones
políticas entre centros y periferias, etc. Todos ellos,
a su vez, fo0rman parte del conjunto de temas que se aglutinan
en torno a los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad
(CTS), y que, según las últimas tendencias de análisis
de este complejo entramado de ideas, se asocian necesariamente
con la innovación.
De hecho, uno de los principales parámetros para conocer
el impacto de la distribución social del conocimiento es
la medición de la capacidad de innovación de una
organización, por lo que de poco sirve que una sociedad
tenga un alto nivel de formación/cultura científica
si no es capaz de establecer procesos adecuados de innovación,
tanto en el desarrollo de tecnologías (patentes) como en
el desarrollo de dinámicas sociales innovadoras (equidad
de género, formación en valores, alta capacidad
de autogestión de la sociedad civil).
Esta relación entre ciencia, tecnología, sociedad
e innovación puede enfocarse al menos de dos maneras: la
primera es de carácter hegemónico, afronta los problemas
del sistema tecnocientífico como un todo homogéneo,
en el que los problemas y soluciones de las sociedades más
avanzadas (post-industriales) son las que deben ser aceptados
por todos; la segunda es de carácter intercultural, que
entiende que, aunque efectivamente las aportaciones de la ciencia
y la tecnología son fácilmente universalizables,
y que vivimos en un frágil entorno global que exige propuestas
que nos comprometen a todos, asume que deben tomarse a partir
de procesos deliberativos, abiertos e integradores. Este segundo
enfoque parece tener más virtudes que el primero, fundamentalmente
por basarse en criterios multirregionales, y multiculturales para
el establecimiento de políticas y prácticas sociales
respecto al sistema científico-tecnológico.
Precisamente por ello, la Organización de Estados Iberoamericanos
(www.oei.es) desde
hace varios años viene desarrollando una fértil
línea de trabajo sobre estudios de ciencia, tecnología,
sociedad e innovación (CTS+i), en la que se pretende reflexionar
los beneficios, problemas y necesidades ligados al desarrollo
de la ciencia y la tecnología a partir de su pertinencia
social y cultural en el entorno de los países iberoamericanos,
para de esa manera ofrecer propuestas –de manera eminente
en el campo de la educación- que hagan del desarrollo científico-tecnológico
realmente un motor de cambio social, económico y político.
Una de las acciones de la OEI que está resultado más
exitosas es el desarrollo de las cátedras nacionales CTS+i,
en las que se abordan de forma amplia e interdisciplinaria algunos
tópicos clave de este campo, a partir de la presentación
de ponencias, talleres, paneles y discusión de textos,
siempre con la presencia de especialistas en el tema central,
tanto nacionales como iberoamericanos. Este año, la OEI
celebra la II cátedra CTS+i, y entre las Instituciones
de Educación Superior a las que ha invitado a participar
en su organización y desarrollo está la Universidad
Veracruzana.
No es casual que se haya invitado a la UV a participar en este
cátedra, pues desde hace años hay diversos grupos
que están trabajando sobre problemas vinculados con el
carácter social y cultural de la ciencia y la tecnología:
programas como sábados en la ciencia, la participación
en la semana nacional de la ciencia y la tecnología, las
manzanas de Newton, publicaciones como La Ciencia y el Hombre,
y el trabajo de numerosos y distinguidos miembros de nuestra comunidad
académica han permitido que se hayan podido celebrar ya
cuatro Foros sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad, que
haya desde hace tres años una sección fija sobre
CTS en La Ciencia y el Hombre, que se haya podido crear el Instituto
de Filosofía de la UV (que se centra en estudios sociales
y culturales en Iberoamérica en la sociedad del conocimiento),
o que haya un cuerpo académico interdisciplinario sobre
CTS+i y sustentabilidad, al tiempo que se han consolidado grupos
como el de ecología profunda, con miradas alternativas
de gestión del conocimiento científico y cultural.