Año 6 • No. 211 • febrero 13 de 2006

Xalapa • Veracruz • México
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Necesario el debate público y democrático para consolidar transición política
Juan Carlos Plata
Los procesos de transición política hacia la democracia deben ser vistos como la articulación nacional de los procesos internos de los estados; no se trata únicamente de hacer un pronunciamiento formal, sino de la consolidación de espacios públicos democráticos donde las ciudadanía debata y proponga las prioridades del estado y del país, aseguró el investigador del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), Martín Aguilar Sánchez.


Martín Aguilar Sánchez.

En ese sentido, argumentó, se puede hablar de una asimetría de la transición política: los ritmos de la transición a nivel federal son diferentes a los cambios que se dan a nivel estatal y dependen de la historia de la clase política, de la madurez de la sociedad civil y de cómo éstos influyen en los sistemas políticos estatales», dijo el investigador.

Aguilar Sánchez afirmó que el contexto nacional debe servir de referente y de impulso para los procesos democráticos estatales pero, de alguna manera, se requieren cambios que deben ser impulsados desde distintos niveles, por ejemplo, desde la sociedad civil o desde nuevas elites que tengan una nueva forma de entender el poder político.

“Si se tienen diferentes ritmos políticos, es necesario conocer cuáles son los elementos que construyen las elites y los partidos políticos en los estados, necesitamos saber si la idea de la democracia no es utilizada en una concepción que sólo atañe a los profesionales de la política y que no impacta la vida de la ciudadanía en general, necesitamos saber si lo que está emergiendo son partidos políticos democráticos o partidos que se mueven en una cultura todavía clientelar y autoritaria, si realmente está emergiendo una participación comunitaria democrática o si sólo es una re-funcionalización de las redes corporativas”, señaló.

Aguilar Sánchez dijo que en ese contexto es fundamental el papel que juegan los movimientos sociales en México, ya que históricamente son los que han impulsado o provocado las reformas que, paulatinamente, le fueron dando forma al sistema democrático que sustituyó al modelo autoritario.

“Hay gente que sugiere que la transición política es, fundamentalmente, producto de las decisiones de las elites políticas en el poder, concretamente del PRI y del contexto internacional, porque ya no se podían sostener políticamente en un contexto internacional adverso, donde se demandaba legitimidad absoluta. Se dice que promovieron un proceso de liberalización controlada, abrir cauces pero conservar el control y esta idea reduce el papel de los movimientos sociales, los pone en segundo término”, advirtió.

Ante este argumento, Aguilar Sánchez trae a cuenta que el movimiento obrero de 1958 no tuvo repercusiones a corto plazo, pero puso en jaque a una de las columnas vertebrales del sistema político mexicano, el corporativismo sindical, y en 1962 comenzó una pequeña reforma para empezar a abrir cauces. Luego viene el movimiento del 68, que empuja al PRI y a las elites políticas a pensar en nuevas aperturas; después, en 1976, la Tendencia Democrática de Electricistas cuestiona a toda la pirámide corporativa y al año siguiente viene una gran reforma de procesos electorales, que para muchos es el comienzo de la transición, en el aspecto legal.

“En 1982, con Miguel De la Madrid se da lo que se considera un retroceso en lo legal, pero después de los movimientos civiles de 1985 al 1988, vienen una serie de cambios que derivaron en una reforma electoral; y en 1994 la emergencia del EZLN apresura una nueva reforma electoral. Creo que no puede verse todo esto como cuestiones desarticuladas. En coyunturas importantes los movimientos sociales han empujado los cambios políticos y sociales del país”, afirmó el investigador.

Los movimientos sociales, desde hace más de 50 años, tenían una idea de la democracia que iba más allá de lo electoral, más participativa, en la que la toma de decisiones fuera más equitativa.

La relación con el poder
Aguilar Sánchez aseguró que es notorio que los movimientos sociales, durante estos más de 50 años, han cambiado su postura ante el poder, antes se tenía una tradición en la que todo movimiento social se construía para derivar en un partido político y luego tomar el poder, y ahora hay movimientos que no sólo son de protesta, sino que proponen políticas públicas, y que se erigen como reguladores del poder político.

“En la actualidad se tienen otras concepciones de los movimientos sociales, ya no sólo la idea tradicional de crear el gran movimiento que derroque a un partido en el poder; la visión ahora es de movimientos que tienen demandas específicas, derechos cívico-políticos, demandas económicas, y principalmente presionar y regular el poder político, sin afiliarse a algún partido político”, afirmó.