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Si
no tiene nada dentro de sí, el artista no puede tener algo
que externar
Salvador Cruzado:
un clásico de corazón
Gina Sotelo |
Los
maestros deben tener cuidado: es muy fácil destruir a un muchacho
en ciernes |
Salvador
Cruzado no es un artista ordinario. No es siquiera un ser común.
Es un hombre que –en sus palabras– sabe que no tiene ni
un minuto qué perder. Es el tiempo un lujo que ya desperdició
demasiado en una –le parece– loca juventud.
Sin embargo, estas correrías le han dado una sabiduría
que se refleja como fuerza interna, como una arrebatadora energía
que canaliza en pintar, esculpir, cocinar, vivir al máximo. |
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Fue
en Xico que descubrió el color. Habla de esto como si relatara
el más grande descubrimiento de la humanidad: “Hay 64
millones de tonos de grises, del blanco al negro, absolutos (que no
existen, por cierto)” y sus pupilas se dilatan, el calor sube
a su rostro y las manos se le crispan.
Curtido más por la vida que por el frío del invierno,
Cruzado habla de la pintura como un resultado externo de lo que llevamos
por dentro: “Si te replanteas toda una serie de cuestionamientos
a nivel interior, entonces tienes un acervo a exteriorizar. Si tú
no tienes nada adentro, no puedes tener nada afuera. Al pintar empiezas
con un cierto acervo de lo que crees que eres, lo cual es un misterio”.
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Fue
hace 40 años que Salvador Cruzado estudió en “La
Esmeralda”: “Posiblemente la mejor escuela que ha existido,
aunque ya no tiene la calidad que tenía antes”, recuerda
el pintor y empieza a evocar a sus entrañables maestros: los
nombres van desde Fernando Castro Pacheco, Francisco Zúñiga
el escultor, hasta el catalán Benito Meseguer y Pepe Muñoz
de quienes aprendió anatomía, oficio y lo más
importante, la disciplina: “Ellos no me enseñaron casi
nada, pero tampoco me coartaron nada. Como maestro de la facultad
tengo mucho cuidado, se puede destruir muy fácil a un muchacho
en ciernes con que le digas dos o tres idioteces: lo sé porque
también fui alumno”. |
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Amante
del pensamiento profundo, especialmente los del Asia y Medio Oriente,
retoma un dicho que se le atribuye a Mahoma y que reza: “Mata
señor a aquel que enseñe sin saber”. Así,
Cruzado opina: “Si eso se pusiera en práctica, no habría
escuelas, ahora parece que el oficio no vale. Y en educación
no tenemos disciplina, hay algo que identifica a México y se
llama desorganización. La educación es algo muy complicado”.
Salvador Cruzado descubrió la pintura en la Escuela Nacional
de Pintura, Escultura y Grabado, mejor conocida como “La Esmeralda”,
un hermoso edificio con espectaculares ventanales. Entre monumentales
caballetes de metal que tenían sus rueditas para moverlos con
facilidad, gozaba de buena luz, buen espacio y buenos maestros. |
Pero
el color lo descubrió en Veracruz: “Ya estaba harto de
México, vine a Xalapa que tampoco me gustó; fui a Coatepec
y a Naolinco, éste me gustó mucho pero estaba muy lejos
y descubrí Xico: la naturaleza me abrió una expectativa
impresionante y de repente empecé a entender mi entorno natural,
me dio la oportunidad de saber qué es el color”. |
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Quizá
pocos han abordado de manera tan profunda el problema del color como
Cruzado lo ha hecho durante los últimos 15 años, esto
lo demuestra su obra y lo ejemplifica a manera de juego: “Las
mamás les dicen a los niñitos que pinten un árbol
café con hojas verdes, pero yo no he visto hasta ahora un tronco
café. Lo que veo son violetas, lilas, azules, verdes y el ojo
se ocupa de mezclarlos.
Autodefinido como un clásico de corazón, Cruzado reconoce
en los griegos su inconmensurable poder creativo. Se levanta muy temprano
diariamente, presume de ser buen cocinero, no pierde el tiempo, trabaja
de manera apasionada: “Trabajo mucho, es la única forma
de justificarme a mí mismo”. |
Su vena creativa es muy variada, en pintura domina la técnica
mixta sobre tela
–básicamente pinta árboles–, la otra son
dibujos monotipos, la otra es de collages, ensambles en madera tridimensionales
–con toda la basura de los carpinteros– y la última
es la tridimensional que son auténticas esculturas: “Todo
se enriquece mutuamente, llega el momento en que en mi estudio, que
está bastante grande, ya no quepo”.
Salvador Cruzado, quien actualmente es investigador del Instituto
de Artes Plásticas y maestro en la Facultad de Artes de la
Universidad Veracruzana opina que toda pintura tiene una atracción
para determinado tipo de gente, tiene sus simpatizantes: “Pero
lo que atrae no es la materia, sino aquello que está detrás
de la obra, lo que está implícito adentro, que tiene
un reclamo para el espectador que sabe ver, eso es la gran riqueza
de todas las artes gráficas”.
El pintor y escultor Salvador Cruzado expondrá a finales de
este mes de febrero en el Ágora de la Ciudad. La exposición
será inaugurada a partir de las 20 horas y en ésta podremos
conocer su nueva obra así como también algunos de sus
collages. |
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