Año 6 • No. 213 • febrero 27 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Recibió la Medalla David Fairchild en Estados Unidos
Trabajo de Gómez-Pompa, parteaguas mundial para la ciencia y la conservación

Edith Escalón

Fue el primero en demostrar que las selvas no son un recurso renovable y descubrió cómo los mayas de Yucatán cultivaron cacao en cenotes sagrados
Pionero del desarrollo sustentable en México, biólogo y ecólogo de reputación internacional, especialista en ecología tropical, restauración y manejo de bosques, maestro de generaciones y comprometido universitario, Arturo Gómez-Pompa se ha convertido en un ícono para la conservación cuyos trabajos han sido parteaguas para la ciencia mundial.

He aquí una reseña de dos de los descubrimientos que le proyectaron mundialmente como un explorador excepcional, a propósito del reconocimiento que el asesor e investigador de la Universidad Veracruzana (UV) recibió de la comunidad botánica norteamericana.

Selvas, recurso no renovable
Uno de los estudios más conocidos y difundidos en el mundo en torno a la conservación de la biodiversidad es producto de un trabajo de Gómez-Pompa. En un artículo de la revista Science, publicado en 1976, él y sus estudiantes Carlos Vázquez y Sergio Guevara demostraron por qué, a diferencia de otros ecosistemas, las selvas no son un recurso renovable, pues una vez que se han devastado en forma extensiva nunca vuelven a regenerarse.

De hecho, la de Gómez-Pompa fue una de las primeras voces que llamaron la atención mundial hacia el problema de la destrucción masiva de la selva tropical y que ofrecieron soluciones a esa crítica situación. En esa época, México y muchos otros países fomentaban el “desmonte” con programas de gobierno para expandir las áreas ganaderas y agrícolas.

“En nuestro país había incluso una Comisión Nacional de Desmontes que se encargaba de arrasar permanentemente las selvas del país. Así perdimos miles de hectáreas y convertimos a un continuo espléndido en pequeños manchones de estos ecosistemas”, señaló el hoy asesor científico del Citro, el centro de la UV que se encarga de estudiar el trópico desde distintos frentes.

Explicó que en las selvas templadas las semillas de los árboles caen al suelo y se quedan ahí en estado de latencia (o “durmiendo”) y, eventualmente, con los fuegos u otras condiciones, germinan. Sin embargo, el estudio demostró que en las selvas tropicales húmedas no pasa eso, pues las semillas que caen germinan inmediatamente y crecen en plántulas. Esto implica que si se tumban grandes extensiones ya no habrá árboles que den semillas, y sin éstas no habrá plántulas ni regeneración de la selva.

“Esta fue una señal de alarma para todo el mundo, porque los grandes desmontes se hicieron bajo la premisa de que la regeneración se daba de manera natural”, comentó el autor principal de la investigación, que fue desarrollada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en selva de Los Tuxtlas, Veracruz, en una estación experimental que Gómez Pompa fundó ex profeso, siendo entonces investigador de esta casa de estudios.

El misterio del cacao
Otro hallazgo, producto de las exploraciones de campo del biólogo mexicano tiene que ver con un enigma que durante años ocupó las mentes de investigadores de México y el mundo: la presencia del cacao en tierras mayas de Yucatán, en una zona donde esta especie, por sus características propias, no crece.

El cacao, según explicó Gómez-Pompa, es un árbol tropical que vive en forma silvestre en las selvas húmedas del trópico americano (zonas donde hay lluvia todo el año) y crece bajo la sombra de los grandes árboles de la selva. Hay muchas especies de cacao silvestres, pero sólo una (Teobroma cacao) se usa paa producir chocolate.

Comentó que mientras estaban estudiando en Yucatán los usos medicinales y alimenticios que los mayas actuales dan a las plantas (para rastrear los usos que les daban los mayas del pasado), encontraron en la literatura que en un tiempo hubo cacao en la zona, lo cual resultó muy extraño, pues Yucatán es trópico seco, es decir, presenta 5 o 6 meses de sequía fuerte durante el año: “Simplemente no era creíble, y pensamos ‘o es una nueva especie o hay un error! El tema era interesante en cualquier sentido”, comentó.

Y es que según dijo, el cacao es la planta más importante de los mayas y los olmecas, y aún se discute cuál cultura lo domesticó, por tanto, una planta tan importante era muy difícil que causara este tipo de error. Durante varios años, largos recorridos de campo tuvieron que realizar para verificar, por medio de informantes nativos, la certeza de esta información.

Fue en un lugar llamado Cuyul donde encontraron por fin el cacao: “Los informantes nos llevaron a un lugar, cerca de Valladolid, donde encontramos cacao con fruto. Fue todo un descubrimiento”, comentó. ¿Cómo se resolvió el misterio? Gracias a esta exploración descubrieron que los mayas cultivaban el cacao en sus cenotes (rejollados) sagrados, resumideros donde la humedad es mucho mayor que en la selva y esta especie daba frutos.

Este descubrimiento generó numerosas preguntas que se han ido contestando con investigación. “Resultó ser un cacao distinto a todos los demás, muy antiguo, remanente de los huertos sagrados de los mayas, lo cual ha generado una serie de controversias, pues este hallazgo cambia el rumbo de la supuesta historia del cacao. De hecho, ahora hay una gran discusión sobre su origen, su domesticación y su evolución, y este hallazgo disparó la investigación”.

Áreas protegidas
El investigador también aseguró que tener áreas protegidas sin estudiarlas es como tener bibliotecas sin catálogo: “Estamos protegiendo los recursos bióticos de las futuras generaciones porque suponemos que de ahí van a salir las nuevas medicinas, técnicas para el combate de plagas, recursos potenciales, pero ¿cómo los vamos a encontrar si no es con investigación? No estudiarlos es como no tenerlos”, alertó. “Si hay un sólo mensaje de la investigación científica es que ésta seguirá siendo el gran mecanismo generador de conocimientos”.