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(Foto:
Carlos Cano) |
El
trabajo de un payaso no es cosa de chiste:
Juan Ramírez
Fernanda Melchor |
Artista
de la calle, comediante de bar y miembro de la importante compañía
Onírico, compartió sus experiencias con estudiantes
de Danza UV |
El
artista de la comedia, Juan Ramírez.
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Por
sencilla que parece, detrás de la rutina cómica de
un payaso hay cientos de horas de trabajo, esfuerzo y dedicación.
Y aunque la improvisación es necesaria para hacer reír
a las personas, también se requiere el conocimiento de técnicas
específicas provenientes de las disciplinas de la danza,
el teatro y la pantomima.
La obra de Juan Ramírez, integrante y fundador del grupo
teatral Onírico “Danza Teatro del Gesto”, ha
merecido premios nacionales y becas de instituciones culturales
como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), el Instituto
Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM). Es por este motivo que, invitado por Gregorio
Trejo, académico de la Facultad de Danza de la UV, impartió
durante el mes de febrero un curso destinado a que los alumnos de
dicho centro conocieran y practicaran el difícil arte del
payaso, del mimo y de la stand up comedy, o comedia de pie.
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Guadalupe
Ruiz, alumna de la Facultad de Danza |
El
clown como tradición dramática
El arte del clown, o payaso, es una forma dramática muy antigua
que se presenta bajo diversas formas en casi todas las culturas del
mundo. El payaso es un personaje que, desde tiempos remotos, ha sido
asociado a fiestas rituales y a ritos de iniciación, aunque
la forma que actualmente conocemos (maquillaje, ropa graciosa, gestos
exagerados) es occidental y proviene de la modificación de
antiguos personajes de la Commedia dell’arte italiana del siglo
XVI que hicieron los cirqueros que recorrieron Europa y los Estados
Unidos durante los siglos XVIII y XIX.
La actuación del payaso evade las leyes de la sociedad, ya
que es capaz de burlarse de todo e invertir el orden de las cosas
y es por ello que su figura ha sido utilizada por los artistas para
señalar lo absurdo y para criticar y parodiar los sistemas
sociales vigentes. |
“Cuando
yo trabajo con mis rutinas en la calle, en algún parque y plaza,
la gente dice que soy un mimo, pero no, yo hago clown”, dijo
el artista, quien explicó la diferencia entre el mimo y el
payaso en función del movimiento, pues si bien el clown hace
uso de la pantomima, el mimo clásico es “un maniático
del movimiento”.
Explicó que hay un código común que une a estas
disciplinas con la danza: el de la expresión corporal. “La
danza tiene mucha forma, mientras que la pantomima, o la mima corporal,
implica otro tipo de figuras, de disociación y análisis
del movimiento”, dijo Juan Ramírez. “En la compañía
Onírico utilizamos el teatro también porque nos justifica,
nos da peso escénico, personajes, caracteres y eso complementa
nuestros espectáculos”.
Los payasos, señaló Juan Ramírez, poseen caracteres
definidos, entre los que enumeró el carablanca, el payaso negro,
el augusto y el trampa, aunque aclaró que no son las únicas.
Cada una de estas representaciones posee personalidad y recursos dramáticos
propios, así como distintas formas de hacer reír al
público.
El payaso carablanca “es un tipo que se maquilla de blanco,
porta alguna especie de gorro o peinado picudo, y tiene un gran peso
escénico dentro de la pieza”, explicó Ramírez,
“mientras que el trampa es el payaso roto, vagabundo, sinvergüenza”.
El augusto, al contrario, es para el entrevistado “el tonto,
el héroe perdedor”, y el payaso negro “es el malhumorado,
el malo, el que está enojado todo el tiempo y trata de agredir
al augusto”. |
Gregorio
Trejo, profesor de la Facultad de Danza de la UV.
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Consideró
importante mencionar, sin embargo, la necesidad de cada artista de
imprimir características distintivas a sus personajes y su
dinámica con los demás actores en el escenario. Para
logar esto, es importante conocer las técnicas, pero también
es necesario expresar los sentimientos e inquietudes propios. “De
alguna manera, la técnica aprendida es como una vasija, y cada
quien debe llenarla con lo que quiera o pueda”, afirmó.
También se refirió al miedo de los niños y de
algunos adultos hacia los payasos, explicando que esto sucede debido
al aspecto extra cotidiano y a veces vengativo del clown. “Yo,
por ejemplo, no me maquillo, ni llevo la nariz roja. |
Trabajo con la cara que tengo, con un overol de pana, de colores
sobrios, camisa y tenis, y eso me basta para representar mi personaje,
en el que proyecto un humor psicodélico y alucinado”,
dijo Ramírez. “Tampoco suelo pasar a las personas al
medio del escenario, más bien deambulo alrededor y si quiero
hacer una broma, voy al lugar de cada uno, pero nunca los expongo
a las risas del público”.
“Lo
peor que un artista puede hacer es actuar y crear sólo para
el gremio y olvidar al público”: Juan Ramírez
Además, Ramírez reflexionó sobre el papel
que desempeña el público en una pieza, pues consideró
que lo peor que un artista puede hacer es “actuar y crear
sólo para el gremio y olvidar al público virgen, a
aquella gente que no acude a espectáculos muy a menudo pero
que busca divertirse e ingresar a este mundo. Es algo que he notado
más en provincia, aunque también en el Distrito Federal,
que la realización de un espectáculo se hace para
el mismo gremio o para jueces y jurados, y el público lo
conforman los parientes y amigos del bailarín o actor, u
otros bailarines o actores, o los chavitos de danza de las escuelas,
que aún no han visto mucho”, afirmó el cómico.
La
vida de un payaso: de la calle al reconocimiento artístico
Originario del centro de la Ciudad de México, Juan Ramírez
entró a la danza gracias a la pantomima, que ejecutaba libremente
en las calles de la capital. “Cuando en 1994 dejé la
calle e ingresé a Onírico, me di cuenta de que yo
era muy malo en mi arte y decidí estudiar”.
Ramírez intentó inscribirse en el taller de teatro
que se impartía en el Museo Universitario del Chopo, pero
cuando acudió, le informaron que no había lugares
disponibles. Entonces, decidió ingresar a al taller de danza,
“por accidente, casualidad, causalidad o rebote, ya ni sé”,
expresó.
Integrante del grupo teatral Onírico Danza Teatro del Gesto,
Ramírez ha participado en “Vías de vuelo”
y “Escalando la luna (intento 1826)”, obras que han
sido reconocidas por la comunidad artística en México.
La primera recibió las becas del Fondo Nacional para la Cultura
y las Artes (FONCA), en la categoría Jóvenes Creadores
2000-2001, a Ejecutantes Danza 2002-2003, y a Intérpretes
Clown 2003-2004, además del apoyo a proyectos Artísticos
y Culturales del Instituto Mexicano de la Juventud durante el 2003.
Mientras que “Escalando la luna (intento 1826)” ganó
el XXIV Premio de Composición Coreográfica Contemporánea,
organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), así como
el Premio a la Mejor Iluminación, que estuvo a cargo de Gregorio
Trejo, académico de la Facultad de Danza de la UV.
Onírico fue fundada en 1994 por Gilberto González
Guerra, a quien Juan Ramírez conoció en las calles
de la ciudad de México, donde realizaba actos cómicos.
“Sin ninguna intención de descubrir ‘el hilo
negro’, nuestra base de entrenamiento es la danza contemporánea,
pero tenemos muchísima influencia de la pantomima, la mima
corporal, clown y teatro, todo lo que tenga que ver con la libertad
de expresión, del juego”, dijo el artista.
La obra de Juan Ramírez puede ser apreciada los viernes y
sábados, en el bar “La casa de los Comediantes”,
ubicada en San Ángel, en la Ciudad de México, donde
realiza diálogos cómicos. Los domingos puede hallársele
en la Plaza Hidalgo, parque ubicado en la zona centro de Coyoacán,
también en la capital del país. Para obtener más
información acerca de sus proyectos y cursos hay que escribir
al correo electrónico gentesintalento@yahoo.com.mx.
Platican
alumnos de la experiencia
“Juan es muy ameno, muy divertido, por la misma actividad
que él realiza”, comentó Guadalupe Ruiz Pimientel,
alumna de la Facultad de Danza, mientras que Ricardo Rodríguez
consideró que es una persona que ofreció “nuevas
técnicas y formas de pensar”.
“Lo que a mí se me hizo más difícil de
la técnica clown es creértela, creer en lo que estás
haciendo, sentirlo en tu personaje y proyectarlo hacia el público”,
comentó Guadalupe. Por su parte, Ricardo consideró
que lo más complicado para él fueron las técnicas
de movimiento cortado que Juan Ramírez les mostró,
técnicas que se logran sólo a través de horas
seguidas de trabajo, pues “tan sólo del cuello, se
desprenden 27 posturas, más las de los brazos, del tronco,
y todas sus combinaciones, que suman más de un centenar de
posiciones”.
Ambos jóvenes coincidieron en la importancia de que los estudiantes
de disciplinas corporales conozcan la práctica del clown,
ya que aporta elementos interesantes para lograr un mejor manejo
del público, pues a través del estudio de sus métodos
y técnicas se desarrolla “una inteligencia muy particular
y muy sensible para tratar con las personas, para responder a sus
reacciones y utilizarlas para crear la sorpresa”, finalizó
Guadalupe.
Gregorio
Trejo
Gregorio Trejo, director artístico del Grupo de Danza de
la UV, fue quien invitó a Juan Ramírez a dar algunos
cursos al interior de la facultad. “Juan tiene una formación
que no es precisamente académica en cuanto tal, pero tiene
tablas, y eso le da un soporte increíble dentro del clown”,
dijo el coreógrafo.
“A veces hace cosas que parecen tan sencillas y tontas, pero
no es así, y eso es parte de su trabajo”. Incluso consideró
a Ramírez, junto con Gilberto González, como la “médula”
del grupo Onírico.
“Algo que yo le aplaudo mucho a Juan es su espontaneidad,
su inteligencia callejera, que es producto de una historia personal
de lucha en el DF, pero que gracias a ella puede llegar a dominar
al público callejero, que es el más difícil”,
dijo Trejo, quien agregó que una de las mejores maneras que
tiene un artista de comprobar la eficacia de un acto cómico
es realizarlo en la vía pública, “pues con tantos
distractores –el nevero, la señora que vende elotes,
el ruido– si uno ve que la gente responde y se queda, es que
realmente el acto cumple con su función de entretener”.
En cambio, señaló que en el teatro el público
está cautivo y en ocasiones no se sabe si aplauden por gusto
o por compromiso.
Mencionó que esta invitación responde a la necesidad
de incorporar nuevos códigos dentro del proceso de formación
de los alumnos, de “mostrarles a los chavos que existen otras
disciplinas a parte del teatro, la danza clásica o contemporánea”,
dijo el también académico de la Facultad de Danza.
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(Foto:
Carlos Cano) |
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