Año 6 • No. 217  • marzo 27 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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(Foto: Carlos Cano)
El trabajo de un payaso no es cosa de chiste:
Juan Ramírez

Fernanda Melchor
Artista de la calle, comediante de bar y miembro de la importante compañía Onírico, compartió sus experiencias con estudiantes de Danza UV


El artista de la comedia, Juan Ramírez.

Por sencilla que parece, detrás de la rutina cómica de un payaso hay cientos de horas de trabajo, esfuerzo y dedicación. Y aunque la improvisación es necesaria para hacer reír a las personas, también se requiere el conocimiento de técnicas específicas provenientes de las disciplinas de la danza, el teatro y la pantomima.

La obra de Juan Ramírez, integrante y fundador del grupo teatral Onírico “Danza Teatro del Gesto”, ha merecido premios nacionales y becas de instituciones culturales como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Es por este motivo que, invitado por Gregorio Trejo, académico de la Facultad de Danza de la UV, impartió durante el mes de febrero un curso destinado a que los alumnos de dicho centro conocieran y practicaran el difícil arte del payaso, del mimo y de la stand up comedy, o comedia de pie.


Guadalupe Ruiz, alumna de la Facultad de Danza
El clown como tradición dramática
El arte del clown, o payaso, es una forma dramática muy antigua que se presenta bajo diversas formas en casi todas las culturas del mundo. El payaso es un personaje que, desde tiempos remotos, ha sido asociado a fiestas rituales y a ritos de iniciación, aunque la forma que actualmente conocemos (maquillaje, ropa graciosa, gestos exagerados) es occidental y proviene de la modificación de antiguos personajes de la Commedia dell’arte italiana del siglo XVI que hicieron los cirqueros que recorrieron Europa y los Estados Unidos durante los siglos XVIII y XIX.

La actuación del payaso evade las leyes de la sociedad, ya que es capaz de burlarse de todo e invertir el orden de las cosas y es por ello que su figura ha sido utilizada por los artistas para señalar lo absurdo y para criticar y parodiar los sistemas sociales vigentes.
“Cuando yo trabajo con mis rutinas en la calle, en algún parque y plaza, la gente dice que soy un mimo, pero no, yo hago clown”, dijo el artista, quien explicó la diferencia entre el mimo y el payaso en función del movimiento, pues si bien el clown hace uso de la pantomima, el mimo clásico es “un maniático del movimiento”.

Explicó que hay un código común que une a estas disciplinas con la danza: el de la expresión corporal. “La danza tiene mucha forma, mientras que la pantomima, o la mima corporal, implica otro tipo de figuras, de disociación y análisis del movimiento”, dijo Juan Ramírez. “En la compañía Onírico utilizamos el teatro también porque nos justifica, nos da peso escénico, personajes, caracteres y eso complementa nuestros espectáculos”.

Los payasos, señaló Juan Ramírez, poseen caracteres definidos, entre los que enumeró el carablanca, el payaso negro, el augusto y el trampa, aunque aclaró que no son las únicas. Cada una de estas representaciones posee personalidad y recursos dramáticos propios, así como distintas formas de hacer reír al público.

El payaso carablanca “es un tipo que se maquilla de blanco, porta alguna especie de gorro o peinado picudo, y tiene un gran peso escénico dentro de la pieza”, explicó Ramírez, “mientras que el trampa es el payaso roto, vagabundo, sinvergüenza”. El augusto, al contrario, es para el entrevistado “el tonto, el héroe perdedor”, y el payaso negro “es el malhumorado, el malo, el que está enojado todo el tiempo y trata de agredir al augusto”.

Gregorio Trejo, profesor de la Facultad de Danza de la UV.
Consideró importante mencionar, sin embargo, la necesidad de cada artista de imprimir características distintivas a sus personajes y su dinámica con los demás actores en el escenario. Para logar esto, es importante conocer las técnicas, pero también es necesario expresar los sentimientos e inquietudes propios. “De alguna manera, la técnica aprendida es como una vasija, y cada quien debe llenarla con lo que quiera o pueda”, afirmó.

También se refirió al miedo de los niños y de algunos adultos hacia los payasos, explicando que esto sucede debido al aspecto extra cotidiano y a veces vengativo del clown. “Yo, por ejemplo, no me maquillo, ni llevo la nariz roja.

Trabajo con la cara que tengo, con un overol de pana, de colores sobrios, camisa y tenis, y eso me basta para representar mi personaje, en el que proyecto un humor psicodélico y alucinado”, dijo Ramírez. “Tampoco suelo pasar a las personas al medio del escenario, más bien deambulo alrededor y si quiero hacer una broma, voy al lugar de cada uno, pero nunca los expongo a las risas del público”.

“Lo peor que un artista puede hacer es actuar y crear sólo para el gremio y olvidar al público”: Juan Ramírez

Además, Ramírez reflexionó sobre el papel que desempeña el público en una pieza, pues consideró que lo peor que un artista puede hacer es “actuar y crear sólo para el gremio y olvidar al público virgen, a aquella gente que no acude a espectáculos muy a menudo pero que busca divertirse e ingresar a este mundo. Es algo que he notado más en provincia, aunque también en el Distrito Federal, que la realización de un espectáculo se hace para el mismo gremio o para jueces y jurados, y el público lo conforman los parientes y amigos del bailarín o actor, u otros bailarines o actores, o los chavitos de danza de las escuelas, que aún no han visto mucho”, afirmó el cómico.

La vida de un payaso: de la calle al reconocimiento artístico
Originario del centro de la Ciudad de México, Juan Ramírez entró a la danza gracias a la pantomima, que ejecutaba libremente en las calles de la capital. “Cuando en 1994 dejé la calle e ingresé a Onírico, me di cuenta de que yo era muy malo en mi arte y decidí estudiar”.

Ramírez intentó inscribirse en el taller de teatro que se impartía en el Museo Universitario del Chopo, pero cuando acudió, le informaron que no había lugares disponibles. Entonces, decidió ingresar a al taller de danza, “por accidente, casualidad, causalidad o rebote, ya ni sé”, expresó.

Integrante del grupo teatral Onírico Danza Teatro del Gesto, Ramírez ha participado en “Vías de vuelo” y “Escalando la luna (intento 1826)”, obras que han sido reconocidas por la comunidad artística en México. La primera recibió las becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), en la categoría Jóvenes Creadores 2000-2001, a Ejecutantes Danza 2002-2003, y a Intérpretes Clown 2003-2004, además del apoyo a proyectos Artísticos y Culturales del Instituto Mexicano de la Juventud durante el 2003.

Mientras que “Escalando la luna (intento 1826)” ganó el XXIV Premio de Composición Coreográfica Contemporánea, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), así como el Premio a la Mejor Iluminación, que estuvo a cargo de Gregorio Trejo, académico de la Facultad de Danza de la UV.

Onírico fue fundada en 1994 por Gilberto González Guerra, a quien Juan Ramírez conoció en las calles de la ciudad de México, donde realizaba actos cómicos. “Sin ninguna intención de descubrir ‘el hilo negro’, nuestra base de entrenamiento es la danza contemporánea, pero tenemos muchísima influencia de la pantomima, la mima corporal, clown y teatro, todo lo que tenga que ver con la libertad de expresión, del juego”, dijo el artista.

La obra de Juan Ramírez puede ser apreciada los viernes y sábados, en el bar “La casa de los Comediantes”, ubicada en San Ángel, en la Ciudad de México, donde realiza diálogos cómicos. Los domingos puede hallársele en la Plaza Hidalgo, parque ubicado en la zona centro de Coyoacán, también en la capital del país. Para obtener más información acerca de sus proyectos y cursos hay que escribir al correo electrónico gentesintalento@yahoo.com.mx.

Platican alumnos de la experiencia
“Juan es muy ameno, muy divertido, por la misma actividad que él realiza”, comentó Guadalupe Ruiz Pimientel, alumna de la Facultad de Danza, mientras que Ricardo Rodríguez consideró que es una persona que ofreció “nuevas técnicas y formas de pensar”.

“Lo que a mí se me hizo más difícil de la técnica clown es creértela, creer en lo que estás haciendo, sentirlo en tu personaje y proyectarlo hacia el público”, comentó Guadalupe. Por su parte, Ricardo consideró que lo más complicado para él fueron las técnicas de movimiento cortado que Juan Ramírez les mostró, técnicas que se logran sólo a través de horas seguidas de trabajo, pues “tan sólo del cuello, se desprenden 27 posturas, más las de los brazos, del tronco, y todas sus combinaciones, que suman más de un centenar de posiciones”.

Ambos jóvenes coincidieron en la importancia de que los estudiantes de disciplinas corporales conozcan la práctica del clown, ya que aporta elementos interesantes para lograr un mejor manejo del público, pues a través del estudio de sus métodos y técnicas se desarrolla “una inteligencia muy particular y muy sensible para tratar con las personas, para responder a sus reacciones y utilizarlas para crear la sorpresa”, finalizó Guadalupe.

Gregorio Trejo
Gregorio Trejo, director artístico del Grupo de Danza de la UV, fue quien invitó a Juan Ramírez a dar algunos cursos al interior de la facultad. “Juan tiene una formación que no es precisamente académica en cuanto tal, pero tiene tablas, y eso le da un soporte increíble dentro del clown”, dijo el coreógrafo.

“A veces hace cosas que parecen tan sencillas y tontas, pero no es así, y eso es parte de su trabajo”. Incluso consideró a Ramírez, junto con Gilberto González, como la “médula” del grupo Onírico.

“Algo que yo le aplaudo mucho a Juan es su espontaneidad, su inteligencia callejera, que es producto de una historia personal de lucha en el DF, pero que gracias a ella puede llegar a dominar al público callejero, que es el más difícil”, dijo Trejo, quien agregó que una de las mejores maneras que tiene un artista de comprobar la eficacia de un acto cómico es realizarlo en la vía pública, “pues con tantos distractores –el nevero, la señora que vende elotes, el ruido– si uno ve que la gente responde y se queda, es que realmente el acto cumple con su función de entretener”. En cambio, señaló que en el teatro el público está cautivo y en ocasiones no se sabe si aplauden por gusto o por compromiso.

Mencionó que esta invitación responde a la necesidad de incorporar nuevos códigos dentro del proceso de formación de los alumnos, de “mostrarles a los chavos que existen otras disciplinas a parte del teatro, la danza clásica o contemporánea”, dijo el también académico de la Facultad de Danza.


(Foto: Carlos Cano)