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Texto
y fotos: Edith Escalón
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A
“Dominga”, una cría de manatí;
“la cuidamos y no dejamos
que la mataran” |
Alvarado,
Ver.- Domingo 30 de junio de 2002. Dieciséis
pequeños de entre dos y 12 años de edad vieron por primera
vez un manatí cuando los pescadores llegaron en una chalupa
a Santa Catarina, tres hectáreas de isla tropical rodeada de
manglares y humedales en medio de la laguna de Alvarado.
Aunque algunos de ellos apenas habían empezado a hablar, todos
sabían una cosa: “Es un manatí, hay que cuidarlo”,
gritaban con acento costeño, mientras esperaban en la orilla
de la isla a que la barca hiciera contacto. En ese momento, el trabajo
de educación ambiental que durante siete años había
realizado la Universidad Veracruzana (UV) en la zona tomó otro
sentido.
“Dominga”, como le llamaron por consenso, vivió
tres meses bajo los cuidados de las seis familias que ahí habitan,
la supervisión de los expertos de la UV y la compañía
permanente de todos los niños. La encontraron a los 15 días
de nacida, sola, arrinconada entre los mangles de una laguna cercana.
La madre seguramente fue cazada y vendida, y sin ella la pequeña
de apenas 47 kilos no tenía ninguna esperanza de sobrevivir.
Hoy, “Dominga” es uno de los siete manatíes que
viven en el Acuario de Veracruz –el más grande de Latinoamérica–,
en un manatinario que abrieron ex profeso desde la llegada de “Pablo”
y “Silvia”, los dos primeros manatíes que también
fueron rescatados por pescadores en Alvarado, en el ya lejano 2001.
Los niños también son pescadores. Todos son primos o
hermanos, y en el humedal más grande de México no les
falta nada, son libres. Van a la escuela cuatro días a la semana
en una isla vecina, donde cruzan “a remo” para llegar
a un único salón que sirve para los seis grados de primaria.
Ahí no sólo han aprendido a leer y escribir, sino también
a conocer y respetar sus recursos naturales a partir de las actividades
que han dirigido estudiantes e investigadores de la UV. “Nosotros
somos humedales”, como dice Víctor, uno de los más
pequeños. Y lo son. Ahí han pasado toda su vida, excepto
una o dos veces al año, cuando la isla se inunda con las
lluvias y tienen que dejarla para refugiarse con sus familiares
en Alvarado. Son ellos, los niños, quienes ahora ponen el
ejemplo.
Han sido la tierra más fértil para sembrar la conciencia
ecológica y la educación ambiental que, además,
ya dio frutos. |
A
salvar al manatí |
Los
primeros días fueron complicados. “Dominga” era
casi recién nacida y no sabía comer nada. Alejandro
Palacio, “Tío Lino”, quien es el abuelo de todos,
y Amada, una de las pescadoras, pasaron muchas horas tratando de alimentarla
con una leche especial que les fue proporcionada por los universitarios.
Una pequeña tina fue la casa de la cría manatí
durante tres meses y los niños –chicos y grandes–
vivían “literalmente” pegados al borde, jugando
con ella y viéndola crecer. |
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“Los
más chiquitos que no llegaban se traían palos o cubetas
para alcanzar a ver”, recuerda la abuela de todos. “A
veces tiraba el agua”, “y nos salpicaba”, “y
movía las aletas”, “y se tomaba la leche”,
“y jalaba la mamila como bebé”, “y no comía
zacate ni lirio, porque estaba chiquita”, “y muchas
personas dicen que cuando lloran los manatíes se les salen
las lágrimas”, recuerdan los niños, tres años
después de que la tuvieron en la isla. |
“Nosotros
la cuidamos y no dejamos que la mataran, pero luego, para que no se
muriera se la tuvieron que llevar”, dijo Irving, quien tenía
entonces siete años. De hecho, esa era una decisión
que tuvieron que tomar tanto los universitarios como el personal del
Acuario de Veracruz, que supervisó sus cuidados cuando “Dominga”
empezó a adelgazar, por la dieta y por falta de espacio. |
Herederos
del humedal |
“Los
niños siempre quisieron que se les tomara en cuenta”,
explicó Blanca Cortina Julio, bióloga egresada de la
UV, quien desde 1999 se sumó al proyecto de gestión
ambiental en Alvarado que coordina Enrique Portilla, integrante del
Instituto de Investigaciones Biológicas de esta casa de estudios.
Este proyecto buscaba trabajar con las cooperativas de pescadores
de Santa Catarina y Nacaste para apoyarlos con la organización
de prácticas de pesca sustentables y educación ambiental.
Para canalizar esta inquietud, universitarios y pescadores decidieron
integrar un club infantil en donde los pequeños no sólo
pudieran jugar, sino aprender a trabajar en equipo en pro del medio
ambiente, tomar conciencia sobre sus recursos naturales, pero sobre
todo, solucionar en colectivo algunos de los problemas que ya enfrentan
sus comunidades, pues a diferencia de la gente de las ciudades, allá
no es posible hacer distinciones entre la vida cotidiana y la naturaleza.
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El
30 de abril de 2003, ya como Herederos del humedal, los niños
viajaron hasta el Acuario de Veracruz para volver a ver a Dominga.
“Casi ni la reconocíamos, habían pasado unos meses
pero estaba bien grande”, recordaron entre sonrisas. Ahí,
en el manatinario, reconocieron también a “Costeña”,
otro manatí que rescataron en la zona y que tiene una aleta
lastimada, y a “Pablo” y “Silvia”, la primer
pareja que llegó al lugar luego de que la encontraran unos
pescadores con los mismos nombres en Alvarado, y a quienes se debe
que el Acuario haya abierto una espacio especialmente dedicado a esta
especie. |
De ahí en adelante las actividades han sido permanentes. Charlas,
teatro guiñol, manuales, libros para colorear, tareas prácticas,
cuentos, diseño de acuarios, todo para que los pequeñas
aprendan a conocer los ecosistemas, a diferenciarlos, a saber acerca
de plantas y animales que viven en sus humedales, a entender qué
hacer para cuidarlos, cómo separar la basura, cómo evitar
la contaminación y la depredación, cuáles son
la especies en peligro de extinción y cómo protegerlas.
Al final, la lección es clara: “Nosotros somos los futuros
herederos del humedal”, como dice la leyenda en la única
playerita que, tres años después de fundado el club
y de estrenada, todavía le queda al más pequeño
de los niños. |
Pesca
sustentable |
Si
bien es cierto que hace más de 30 años que en Alvarado
no se caza oficialmente el manatí, también lo es que
la práctica sigue existiendo, aunque de manera clandestina.
Ahora, con años de apoyo universitario, los pescadores han
comprendido la importancia de cuidar de estos animales, así
como de conservar el manglar, ecosistema que, al ser medio de subsistencia,
era prácticamente depredado.
“Antes vivíamos de sacar varillas de los tallos de mangle
porque los tomateros las pagaban bien; yo llegué a sacar dos
mil diarias, y las pagaban a 1.50 cada una, de eso vivía mi
familia”, dijo de camino a Santa Catarina Alberto Enríquez
Arias “don Beto”, uno de los pescadores de “La Flota”,
cooperativa con quien la UV estableció los primeros contactos
hace casi 10 años. |
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Para
ir a su escuela, los niños sólo deben cruzar la
Laguna “a remo”.
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Blanca,
quien ganó en 2005 el Premio Estatal de Medio Ambiente por
su trayectoria como educadora ambiental, recordó que en alguna
ocasión, mientras hablaba con pescadores de las razones por
las que los manatíes no deben ser cazados, uno de ellos comentó:
“Es cierto todo lo que dice, pero qué hago si llevo varios
días sin pescar nada, y de pronto encuentro un manatí,
y con eso come toda mi familia una semana, ¿qué hago
Blanquita?”
Por eso, las acciones del equipo universitario no han sido sólo
para promover que se conserven los recursos, sino que se aprovechen
de manera sustentable. Hoy, las dos cooperativas de pescadores –“La
flota” y “Mujeres experimentando”– que agrupan
en conjunto a 24 pescadores de Santa Catarina y Nacaste, han aprendido
a “cultivar” colectivamente peces pargo cerezo, están
organizados y tienen ingresos permanentes por la venta de éstos. |
“Les
damos alternativas y les ayudamos a ponerlas en marcha, ya después
ellos se encargan solos de mantenerlas funcionando”, comentó
Blanca, quien explicó que en Las Clavellinas, una laguna cercana,
los pescadores tienen sus encierros desde hace ya seis años,
mismo lugar donde “Dominga” pasó algunos días
bajo el cuidado de las cooperativas de pescadores.
Con este trabajo, la UV ha demostrado que la educación ambiental
es tan importante como la investigación y las acciones de conservación
implicadas en proyectos ecológicos. |
Responsables
del proyecto Herederos del humedal:
·
Enrique Portilla Ochoa
· Blanca Elizabeth Cortina Julio
Colaboradores:
·
Alonso Irán Sánchez Hernández
· Abraham Juárez Eusebio
· Eva Dahana Pozos Morales
· Claudia Yliana Negrete Guzmán
· Carlos García Aguilar
· Blanca Estela Quintana M. |
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