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Zafiro, Perla, Ámbar, Rubí y Ágata son las
joyas de El Alhajerito-Cabaret
Zafiro,
Perla, Ámbar, Rubí y Ágata son las joyas de
El Alhajerito-Cabaret. Su vida está llena de intrigas, pasión,
ambición, destellos brillantes de ilusiones que se asemejan
al amor. Son un grupo de mujeres despechadas que venden caras sus
caricias y compiten entre ellas por ser la favorita del patrón,
dueño del alhajero, de sus corazones, de sus cuerpos y de
su voluntad.
Se trata de una obra de teatro que nació de la experiencia
del Taller de Teatro Musical de la Universidad Veracruzana (UV)
que ha venido a enriquecer el desarrollo actoral de sus integrantes.
Parten de la idea en común del Show Cabaret y el resultado
es esta historia que se sitúa en un ambiente lleno de odios,
sustancias ilícitas, prostitución, incesto y un desenlace
trágico.
El alhajerito-cabaret, dirigida por Felipe Galván, se estrenó
en el Foro Torre Laphan de la Facultad de Teatro de la UV, donde
espera tener una brillante temporada. Se trata de un trabajo original,
en el cual las coreografías corren a cargo de Alejandro Schwartz
y dirección musical de la maestra Ana Luisa González.
El alhajerito parte de un texto realizado entre Galván y
Silvia Vera a partir de las improvisaciones coordinadas por el maestro
Francisco Campos. Cada una de las niñas es una piedra. Hay
una Rubí, que es la más reciente adquisición;
Zafiro, que es la acaudalada hechicera; Ágata o la hermana
abusada; Ámbar, quien es la reina del panal, y Perla, la
adúltera.
“Estas cinco piedritas son cinco mujeres de esas que ya no
existen”, dice Galván con evidente nostalgia. Y sigue:
«Antes el cabaret era una entrada a una intimidad muy particular,
donde las mujeres fichaban pero cantaban, bailaban, departían,
intimaban. Lo que ha trascendido en nuestra cultura actual es un
desfile interminable alrededor de un tubo frío donde bailan
y hacen figuras como en una pasarela, pero sin intimidad» |

Aspecto
de la obra El Alhajerito-Cabaret, realizada por alumnos
de la Facultad de Teatro
|
Es
interesante la reflexión, la interpretación que proponen
las mismas chicas a través de una perspectiva nostálgica,
que no conocieron, pero que existe en el imaginario colectivo de nuestra
sociedad.
Por su parte, el maestro Schwartz opina: “Durante mucho tiempo
la sola mención del término cabaret estaba connotada
con oscuridades e inmoralidades. Yo siempre me he sentido orgulloso
de que desde que entré a desarrollarme profesionalmente como
bailarín, tenía una especie de doble vida: en el día
estaba en la Compañía Nacional de Danza del INBA y en
las noches trabajaba en el
cabaret con vedettes de la talla de Silvia Pinal”. |
Al coreógrafo le tocó vivir la última etapa de
los grandes cabarets en el Distrito Federal. Su labor, independientemente
de las coreografías que están en el montaje final, fue
la de ayudar a las chicas en la búsqueda de lo que querían
hacer, su preparación física, intelectual y emocional:
“Pasamos mucho tiempo viendo películas mexicanas para
que conocieran a las reinas del trópico, a Ninón Sevilla,
este carácter absurdo, incoherente, surrealista del cabaret
y que después pasó al cine; podían primero salir
con unas piñas en la cabeza, y en el número siguiente
salían de odaliscas y en el número siguiente salían
unos cómicos bailando en puntas parodiando el ballet”.
La primera temporada de El alhajerito-cabaret será en el Foro
Torre Laphan de la Facultad de Teatro los jueves y viernes de mayo
a las 20 horas. |