Año 6 • No. 237 • septiembre 11 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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  Advirtió Miguel A. Porrúa durante su participación en la FILU 2006
El libro en la actualidad, de transmisor
del conocimiento a material de evasión
Edgar Aguilar
Debemos plantearnos si queremos que el libro continúe siendo considerado como la literatura del conocimiento, señaló el editor
Como parte de las distintas actividades en torno a la edición de libros universitarios en nuestro país durante el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2006, se llevó a cabo la conferencia de clausura La edición universitaria en México, con la participación del editor mexicano Miguel Ángel Porrúa.


El editor mexicano Miguel A. Porrúa habló de la urgencia de hacer una revisión de las políticas públicas respecto a la edición de libros universitarios, en la FILU 2006.
El ponente consideró exagerado aquellos comentarios que afirman la muerte del libro por causa de un “éxtasis digital”, ya que “el libro es un producto cultural con más de 5 mil años que deberá mantenerse como el principal elemento transmisor del sentido”.

No obstante, la pregunta en cuestión fue hacia dónde nos conduce esta llamada era digital y qué es lo que queremos con el libro impreso, para lo cual respondió: “De acuerdo con la tesis del filósofo italiano Giovanni Sartori, quien se encuentra en riesgo no es el libro, sino el lector; porque Internet no compite con la edición de libros, pues ambas tecnologías (la digital y la impresa) buscan ser accesibles y generar activos en la transmisión del conocimiento del intercambio de ideas, así como en la diversificación y multiplicación de la oferta”.
Asimismo, reconoció que en el mercado nacional la oferta universitaria está perdiendo un poco la idea de lo que está sucediendo con el libro, cuál es el carácter esencial de éste como difusor del conocimiento cultural y qué función social cumple ahora: “El mayor peligro actualmente es el hecho de que el libro está pasando a ser, de transmisor del conocimiento, a un material de evasión, o única y exclusivamente de relajación, de entretenimiento”.

Ante tal perspectiva, dijo que lo que debemos buscar los universitarios con el libro es “plantearnos si queremos realmente que continúe siendo considerado como la literatura del conocimiento, el vehículo por el cual debemos de transmitir los saberes”.

En este contexto, mencionó que el verdadero editor es un profesional de la palabra escrita, ya que resulta verdaderamente raro que los productores de medios digitales cuenten con la formación necesaria para emitir un mensaje correctamente escrito. “Muchos de los jóvenes diseñadores que se incorporan a la industria suponen que sus programas de diseño lo resuelven todo”, expresó Miguel A. Porrúa.

Agregó que la experiencia y conocimiento que los editores aporten redundarán en un gran beneficio para los medios digitales, pero estas tecnologías no habrán de rebasar el humanismo, de la misma forma en que el efecto nunca podrá anteponerse a la causa.

Palos de ciego
Las políticas públicas del libro en México son en gran medida, a juicio del ponente, las responsables de la mala situación que enfrenta la industria editorial en general del país. Es por ello que hizo un llamado enérgico a quienes conforman la industria editorial nacional: “Debemos vincularnos y esforzarnos los actores de la edición del libro, la cadena productiva del libro. Los editores universitarios y privados no pueden seguir solos, las empresas gráficas, los libreros, los importadores de maquinaria”.

Habló también de la competencia desleal e incluso del trato discriminatorio a los mexicanos por parte de las propias editoriales universitarias nacionales favoreciendo a los autores extranjeros, pues esta situación “afecta invariablemente a los creadores de todas las disciplinas: compositores, artistas plásticos, escritores, caricaturistas, investigadores, y entre otros los académicos dedicados a la publicación de textos científicos y tecnológicos”.

Ante políticas públicas carentes de sensibilidad por la cultura y actitudes descompensatorias por parte de algunas casas editoriales, como en los casos de los grandes consorcios y monopolios españoles que tienen filiales en México y Latinoamérica, Miguel A. Porrúa definió esta situación como seguir dando palos de ciego a la industria editorial mexicana, en particular la universitaria:
“Es urgente exigir una revisión integral a las políticas públicas, y demostrar ante nuestro Congreso que la industria editorial sí puede generar recursos al gobierno, que es lo que finalmente les interesa. Por ello creo que fomentar la creación de autores mexicanos es una medida prioritaria y fundamental”, puntualizó.