Año 6 • No. 247 • noviembre 20 de 2006

Cada vez son más los hallazgos arqueológicos que plantean la posibilidad de que el origen de la escritura en Mesoamérica se localice en el Istmo de Tehuantepec, manifestó Richard Diehl en su conferencia “Los orígenes de la escritura en el Istmo de Tehuantepec”, como parte del encuentro internacional de olmequistas organizado por la Universidad Veracruzana (UV) y realizado en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX).

En su participación narró diversas anécdotas de sus temporadas en algunos de los sitios más importantes de la zona olmeca. Fue en el municipio de Jáltipan donde recientemente se registró el hallazgo del “bloque de Cascajal”. Resaltó que la pieza es auténtica y su descubrimiento plantea más interrogantes que respuestas, ya que registra una forma de escritura desconocida hasta ahora, pero posiblemente de origen olmeca.

“La dificultad radica en que no se conoce el idioma que hablaba esta cultura, por ello la interpretación requiere de análisis más profundos”, señaló. Otra de las conclusiones, basada en el contexto donde se encontró la pieza, es que pertenece al periodo denominado formativo temprano (2,500 al 1,500 a.C.).

Diehl afirmó que este y otros hallazgos parecen corroborar la existencia de una o varias formas de escritura que anteceden a los fechamientos establecidos para las culturas del Golfo de México. Además de que se están encontrando cada vez más piezas con grabados que hacen suponer diferentes estilos de escrituras tanto en la región olmeca como en la región maya.

Apuntó que el cúmulo de investigaciones en ambas regiones crece día con día, aunque “el hallazgo del ‘bloque de Cascajal’ es un ejemplo que demuestra la carencia de canales propios para divulgar los descubrimientos y resultados de investigaciones, ya que primero fue presentado en Estados Unidos y en la revista inglesa Science que conocido en nuestro país”, apuntó.

Sugirió, para finalizar, que los estudiantes y los arqueólogos veracruzanos no deberían quejarse de la escasez de recursos para realizar proyectos, pues se cuenta con la riqueza cultural de los habitantes: “ahí radica el principal recurso de los arqueólogos y antropólogos por igual, en las tradiciones y costumbres que se pueden aprender en el lugar, estableciendo vínculos que van más allá de la investigación”.