Año 6 • No. 248 • Noviembre 27 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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  Inaplazable, cuestionar
la Constitución de 1917

Dunia Salas Rivera
Habría que abandonar el mito y plasmar nuestra transición en una nueva Constitución: Luis Barrón, investigador del CIDE

Luis Barrón, investigador del CIDE, durante su participación en el Simposio Veracruzano de Otoño, que reunió a los más destacados analistas políticos en la UV.
El proyecto político que surgió de la Revolución Mexicana fue hacer realidad las reformas sociales, que existieron solamente como un deseo en la Constitución de 1857, para lo cual era fundamental conseguir el balance después de la dictadura de Porfirio Díaz y la anarquía de los años de Francisco I. Madero, aseguró Luis Barrón, durante su participación en el Primer Simposio Veracruzano de Otoño organizado por la Universidad Veracruzana (UV).
El historiador añadió que en la Constitución de 1917, promulgada por Venustiano Carranza, se define el proyecto revolucionario y se fundan las instituciones con las que se arma el pueblo de un instrumento jurídico de transformación impuesto con su triunfo en los campos de batalla: “Por eso había que hacer realidad un sistema que asegurara la aplicación a las reformas sociales, pero respetando las garantías individuales”.

En este sentido, planteó Barrón, tendremos que preguntarnos si ese proyecto político sigue vigente o es un mito, si es compatible con la sociedad que tenemos hoy o la que queremos tener: “Si los problemas que tenemos hoy son similares a los que enfrentaron los diputados constituyentes cuando trataron de materializar el proyecto de la Revolución en una Constitución, creo que valdría mucho la pena considerar la permanencia de la obra del Constituyente”.

En cambio, agregó, si nuestros problemas son de naturaleza distinta, habría que abandonar el mito y plasmar nuestra transición en una nueva Constitución. Pero antes de esa transformación, debemos ponernos de acuerdo en qué es lo que tenemos y qué es lo que queremos conservar.
Luis Barrón expresó que lo único que es común a todos los gobiernos que se asumieron a sí mismos emanados de la Revolución es la Constitución de 1917, “donde está lo único que podríamos considerar el proyecto político surgido de la Revolución”.

El proyecto de reformas a la Constitución de 1857 que Carranza entregó al Constituyente en la sesión inaugural del 1 diciembre de 1916 contenía todas las reformas políticas indispensables para cimentar las instituciones que encauzarían al país al progreso, la libertad y el derecho, manifestó Barrón, quien explicó que éste consistía en conservar el espíritu liberal de la Constitución de 1857, pero añadiendo las reformas sociales que la Revolución ya había conquistado.

“Para la mayoría de los diputados cons tituyentes, el proyecto político de la Revolución fue la Constitución de 1917, donde se consolidaron los ideales de la gloriosa revolución constitucionalista, que serían la base para la estructuración de una nación libre y soberana cuyo vigor y progreso serían ejemplares”, refirió.

Para el investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), si bien es cierto que no hay mejor representación del proyecto político surgido de la Revolución que la Constitución de 1917, los cambios que hizo el Constituyente al proyecto de Carranza para concretar los ideales de beneficio social fueron la base del abandono de lo que podríamos llamar el proyecto político y social de la Revolución.