Año 6 • No. 263 • abril 23 de 2007

Xalapa • Veracruz • México
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Leyes que no dicta el pueblo no son legítimas; no hay que obedecerlas, dijo
La política debe surgir del pueblo,
no de la academia: Dussel

Dunia Salas Rivera
El fundamento de la legitimidad de las leyes es la voluntad del pueblo, dijo
Los movimientos populares necesitan una redefinición de la política, una política distinta surgida desde los intereses del pueblo, no desde la academia.

Para ello, se tiene que redefinir el concepto de poder para que no sea de dominación y demostrar cuándo se torna dominación, aseguró el filósofo Enrique Dussel durante una charla que sostuvo en el Auditorio de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana (UV).

El académico de la Facultad de Economía de la UNAM aseveró que es necesario cambiar el sistema del Derecho para formar un nuevo orden político, "que no podrá ser perfecto, pues como todas las hechuras humanas será falible. No obstante, los errores son rectificables con base en los principios políticos".

De ahí que su propuesta sea crear una filosofía política que permita repensar la política desde los oprimidos, los indígenas, los ancianos, las mujeres, las víctimas del sistema político que hay que transformar: "Es la vida y no la ley, el criterio que legitima lo político. Si no participo, la ley es ilegítima. Una ley que roba los ahorros de años y años del pueblo trabajador no puede ser legítima".

Para Dussel Ambrosini lo político se juega en un campo, el cual a su vez tiene muchos sistemas. Aquí, el filósofo argentino nacionalizado mexicano lanzó la pregunta: ¿Cuál es la categoría que tiñe de color a lo político? A lo que respondió: El poder.

"Max Weber define el poder político como un tipo de dominación legítima ante obedientes. Lo cual es contradictorio, pues si es dominación no puede ser legítima, porque lo legítimo es lo que tiene mi consentimiento y no puedo consentir mi dominación. Lo que se transluce aquí son legalidades cínicas, porque es creer que leyes injustas se legitiman por la tradición, pero puede haber tradiciones perversas; o por un líder carismático, pero puede haber líderes carismáticos que engañen a la gente", planteó.

El autor del libro 20 tesis de política y otros 30 títulos definió el poder como una facultad de la comunidad política: "Hay tres determinaciones políticas del poder. La primera se trata de la voluntad de vida de la comunidad, es el querer vivir, y cuando tengo hambre, el querer comer. La voluntad de vida es la fuerza del sujeto para luchar contra la muerte".

La segunda determinación de este concepto de poder, añadió, es el consenso democrático: "Es la voluntad de vida consensuada por la comunidad". Como tercera determinación citó la factibilidad: "Éste es el componente de razón instrumental en el poder. Así, si algo es voluntad de vida consensuada y factible desde la comunidad, tengo poder político".

Pero el poder puede fetichizarse, es decir, el poder como dominación, añadió el autor de una inmensa serie de artículos especializados en filosofía, historia y análisis político: "Las instituciones tienen que obedecer la voluntad de vida del pueblo. El poder es ejercicio delegado del poder del pueblo, obedeciendo a las necesidades del pueblo. Como el pueblo me ha elegido, soy legítimo, pero tengo que demostrar que soy eficaz". En la actualidad, dijo, la voluntad de los gobernantes se ha hecho fundamento y entonces utilizan al pueblo: "El pueblo es el obediente, el dominado, el que siempre obedece, nunca manda, nunca puede negar su consentimiento".

Sin embargo, lo peor no es solamente que se corrompan las instituciones y la clase poderosa: "Cuando las leyes no las dicta el pueblo no son legítimas, y no hay por qué obedecerlas porque el fundamento de la legitimidad de las leyes es la voluntad del pueblo".

En este sentido, añadió, el político no solamente se corrompe cuando roba dinero, sino cuando piensa que él es el sujeto del poder, aunque crea o diga que está al servicio del pueblo: "Recordemos que si partimos de la legitimidad, el pueblo es el soberano y el gobernante es un instrumento del pueblo. En la corrupción se invierte la relación, el gobernante instrumentaliza al pueblo desde un poder fetichizado, corrupto".

Puntualizó que si el gobernante no reproduce la vida de la gente como principio, entonces está ejerciendo un poder represivo en contra del pueblo, dependiendo de la oligarquía y del capitalismo: "Cuando un pueblo hace de la guerra un ejercicio popular, nadie puede vencerlo. Pero como ningún sistema es perfecto siempre hay víctimas, y son las víctimas quienes se levantan contra el poder, como lo hizo Miguel Hidalgo contra el imperio español".