Año 6 • No. 264 • abril 30 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 General

 Reportaje

 Becas y oportunidades

 Arte

 
Deportes

 
Contraportada

 


 Números Anteriores


 Créditos

  ¿Por qué nos enamoramos?:
Un enfoque neuroetológico
(Segunda de tres partes)
Por Genaro A. Coria-Ávila
Médico Veterinario Zootecnista, Maestro en Neuroetología y Doctorado en Neurociencias Comportamentales.
Investigador del Instituto de Neuroetología,
Universidad Veracruzana.
Genaro.Coria@correoneuro.net
Es lógico pensar que dadas las circunstancias ecológicas de los ratones monógamos, la mejor manera de sobrevivir y asegurar la reproducción es a través de la monogamia. En situaciones donde es difícil encontrar una pareja por tanta dispersión de individuos, la naturaleza pudo haber evolucionado un circuito neural que funcionara para mantener a una pareja unida afectivamente después de un encuentro sexual. Esto ayudaría a que copularan repetidamente e incrementaran la probabilidad de tener crías. Además, una vez nacidas cuidarían de ellas juntos, facilitando su sobrevivencia. Este circuito neural pudo haber evolucionado a partir de otros circuitos afectivos preexistentes en todos los animales, como el de madre y cría que se activa con los estímulos que ocurren durante el parto, y el cual funciona para asegurar la sobrevivencia de los recién nacidos.

A diferencia de éste, el circuito que controla a la monogamia debe activarse con el apareamiento para que funcione tanto en machos como en hembras. De igual forma, es posible que en el hábitat de los ratones polígamos, las condiciones fueron de menor presión ecológica, y por lo tanto no se desarrollaron circuitos neurales que aseguraran la permanencia con una sola pareja.

Se ha encontrado que la oxitocina, que es una hormona que se libera en el parto y la lactancia y que modula el vínculo afectivo entre madre y cría, también controla el comportamiento de monogamia. Cuando se le inyecta oxitocina a una hembra monógama y se pone frente a un macho, ésta desarrollará vínculos afectivos con él aunque no ocurra cópula.

Además, hembras inyectadas con un antagonista de oxitocina (una sustancia que bloquea su efecto) no desarrollan vínculos afectivos con un macho a pesar de haber copulado. Entonces se podría pensar que inyecciones de oxitocina son suficientes para convertir a un individuo en monógamo, pero esto también es incorrecto debido a que hembras polígamas inyectadas con oxitocina no se convierten en monógamas, es decir, no desarrollan vínculos afectivos con ningún macho a pesar de haber sido inyectadas o haber copulado. En el caso de los machos monógamos, se ha encontrado que una hormona llamada vasopresina (muy similar a la oxitocina y que además participa en la reabsorción de agua en los riñones) es la responsable del comportamiento monógamo.

Así, inyecciones de vasopresina hacen que los machos desarrollen vínculos afectivos con una hembra en particular sin la necesidad de haber copulado, mientras que antagonistas de vasopresina bloquean la expresión de monogamia incluso después de la cópula. En el caso de los machos polígamos, el tratamiento con vasopresina no los convierte en monógamos.

Para que una hormona tenga efecto en el cuerpo, se necesitan ciertas moléculas en la superficie de las células que funcionen como receptores específicos de la hormona. Sin esos receptores, ninguna hormona puede tener efecto en nuestras células. Estudios de biología molecular han mostrado que la cantidad de receptores para oxitocina y vasopresina en el cerebro, son distintos en animales monógamos y polígamos. Por ejemplo, las hembras monógamas tienen mayor número de receptores para oxitocina en áreas del cerebro, llamadas mesolímbicas (porque modulan nuestras emociones), como el núcleo accumbens y la corteza prefrontal. En el caso de los machos se ha encontrado un mayor número de receptores para vasopresina en otra parte del cerebro, llamado pallidum ventral. Inyecciones intracerebrales en dichas áreas con oxitocina o vasopresina facilitan el comportamiento monógamo, incluso en ausencia de cópula en hembras y machos, respectivamente; mientras que antagonistas que bloquean a la oxitocina y vasopresina en esas áreas específicas inhiben el comportamiento monógamo.

No solamente la oxitocina y la vasopresina controlan la capacidad de formar vínculos afectivos de pareja. De hecho, existe amplia evidencia de que las dos especies de roedores difieren en la cantidad de receptores para otra sustancia llamada dopamina, la cual es un neurotransmisor involucrado en el aprendizaje, la motivación, la memoria y la predicción de eventos placenteros.