Año 6 • No. 267 • mayo 21 de 2007

Xalapa • Veracruz • México
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Aseguró Ángel Díaz Barriga, académico de la UNAM
Necesario repensar la autonomía de
cara a una sociedad en transformación
Dunia Salas Rivera
La autonomía ha sido concebida como una defensa para evitar que el gobierno se entrometa en la vida universitaria, dijo
Las universidades requerimos repensar la autonomía de cara a una sociedad diferente, a un mundo de trabajo y a campos científicos y disciplinares que están en transformación, aseguró Ángel Díaz Barriga, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Durante la celebración del Décimo aniversario de la expedición de la Ley de Autonomía y la instalación de la primera junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana (UV), Díaz Barriga subrayó que la autonomía universitaria debe permitir ver el mundo, la globalización, los temas de frontera y las exigencias de formación para la competencia y vincular a las universidades tanto con el gran capital como con las pequeñas empresas.

El ex director del Centro de Estudios sobre la Universidad dijo que además, esa autonomía deberá permitir suponer cómo es una formación en una sociedad competitiva, cómo podemos insertar a nuestros estudiantes en el consorcio de una sociedad que demanda cada vez más saber y hacer.

“Necesitamos revisar las reformas que se están haciendo en educación superior, modificar la manera en como se está concibiendo y la manera como se está ligando la evaluación al financiamiento, necesitamos una autonomía que reconozca la historia de cada institución como su inserción social”.

El miembro de la Academia Mexicana de Ciencias dijo que la autonomía ha sido concebida como una forma en que las universidades establecen una relación con los gobiernos en turno: “Como una defensa para evitar que las autoridades gubernamentales se entrometan en aspectos sustantivos y relevantes a la vida universitaria”.

Pero también, agregó, como una defensa a ultranza de la libertad para dar cabida a todas las corrientes de pensamiento, para convertir en un objeto de estudio y análisis las diversas teorías científicas, sociales, jurídicas, históricas, por más atrevidas que parezcan.

Díaz Barriga dijo que el elemento que caracteriza el sentido de la autonomía universitaria guarda una relación muy estrecha con la mayor aspiración del movimiento de la Ilustración: “Que cada quien se atreva a usar sus razones, que cada quien cuente con elementos provenientes del campo del saber, no del capricho, no de la expresión ‘me late’, que le permita dar sentido a su razón”.

La autonomía universitaria, manifestó, es heredera de toda esta etapa social en la que la humanidad defendió su derecho y libertad a examinar libremente de todo prejuicio cualquier corriente de pensamiento. Sin embargo, añadió, esto no explica por qué la autonomía universitaria es considerada como un baluarte, especialmente en las universidades iberoamericanas y latinoamericanas.

“Esto se debe, en primer lugar, a que nuestras instituciones se enfrentaron a Estados nacionales que estaban en formación incipiente y que esta etapa histórica en que el Estado tenía un profundo elemento de lucha interna, profundas expresiones entre liberales y conservadores, finalmente la autonomía permitía separar el trabajo de la universidad de lo que estaba pasando en este incipiente Estado”, aseveró.

La autonomía, dijo, fue una lucha entre liberales y conservadores que también se manifestaba en el plano académico, “y de alguna manera podemos ver cómo las pociones idealistas cercanas a la filosofía moderna que emanaba del pensamiento alemán defendían que en los planes de estudio se conservaran un conjunto de asignaturas”.

Así, mientras los conservadores defendían materias como filosofía, ética, estética, etimologías o literatura en la formación del bachiller, los liberales, muy influenciados por el positivismo europeo, empezaron a impulsar la fuerte incorporación de las matemáticas, la física la química, la biología.

“En el plan de estudios, paradójicamente, se logró una coexistencia pacífica que reflejaba las dos cosmovisiones del conocimiento. Esto de alguna manera permitía que en el plano académico se permitiera que liberales y conservadores pudieran coexistir”.

Sin embargo, expresó, en el plano político la situación no era tan sencilla: “Las universidades permanentemente estaban en lo que acontecía con los gobiernos en turno, en las situaciones caóticas que se desprendían de cada acto gubernamental”.

Por ello, puntualizó, una autonomía universitaria para el siglo XXI debe estar menos centrada en una modelización de universidades de investigación sin necesidad de renunciar a ésta, reconociendo las historias que subyacen en cada universidad mexicana.