Año 7 • No. 272 • Junio 25 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Muestra la evolución de un escultor siempre joven
Homenaje a Rafael Villar
en Junio Musical
Gina Sotelo
En honor a la larga trayectoria del artista veracruzano Rafael Villar, el Festival Junio Musical rinde un homenaje, a la vez que muestra una retrospectiva de su obra. La exposición, que cuenta con piezas de reciente creación, se inauguró el pasado jueves 14 de junio en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Antropología.

Hombre de personalidad inquieta es Rafael Villar, a quien Graciela Kartofel ha llamado como poseedor de dos etapas siempre jóvenes. Una es la vida de joven con la madurez de adulto; la otra, la rejuvenecida del hombre maduro que acrecienta la vitalidad de su obra con el paso del tiempo: “Que no se repite en sus plateos estéticos y que busca arriesgar en cada obra”.
Al apreciar la obra de Villar, el espectador puede darse cuenta de que, como en gran parte de la escultura moderna, su trabajo no surge en cuanto a un tema ni lo representa a él como sujeto.

El objetivo para Villar, el gran chiste del trabajo, el reto único y primero es tallar, generar tridimensionalidad de la madera, revelar la obra dentro de lo que alguna vez fuera árbol, volverle a dar vida ahora transformado en otra cosa, en un objeto estético. La obra de Villar no se repite, evoluciona.

Dándole gran valor a la talla en madera y piedra, Villar desde niño tuvo gran contacto con la naturaleza, proveedora suprema de la materia prima en su natal Tlacotalpan. Es en Xalapa donde conoció a Kiyoshi Takahashi siendo apenas un adolescente. Con el japonés y con Fernando Vilchis es que estudia grabado y escultura, se destaca en las dos disciplinas pero elige como amor eterno la escultura.

Hay en la escultura de Villar una experimentación natural, en su caso es más que un interés personal, una necesidad. Busca la interacción con el espectador, pues la obra sólo sugiere la forma, le toca a quien la aprecia descifrar en mensaje mientras se entabla el diálogo. A la madera –como citaba el propio Miguel Ángel– la despoja de lo innecesario.

Por línea directa se influencia por la escultura precolombina, suma a su bagaje sus experiencias en el Japón, lo que acentúa en la escultura de Villar un carácter más global, menos local. Gran fuerza interna exteriorizan la belleza de sus formas, una vez terminadas, sus esculturas no le pertenecen más, lo han superado, tienen vida propia.

Rafael Villar no niega la marca que el japonés imprimió no sólo en su mano, sino en su mente. Buscador incansable, últimamente le atraen los pequeños formatos, su actividad docente lo renueva de manera continua inyectando una vitalidad evidente a su trabajo.

Las maderas de la zona cambian en sus manos. Con el paso de los años, cuando el oficio es el que manda, Villar ha entablado una estrecha relación con los árboles que tras un largo tratamiento se vuelven duros y resistentes. Ardua tarea considerando la extrema humedad de la zona. Como su antiguo maestro, son las culturas precolombinas y las experiencias en Japón las que le han acentuado
el estilo.

Hay serenidad en sus obras, una fuerza interior que emana de ellas, aun de las más pequeñas. La escultura de Villar es tranquila, es detallada, es cuidada, revela en mucho la esencia de su autor, su pasado, su presente, aquello que lo mueve a construir su futuro.

Si algo podría calificar sus esculturas es el equilibrio que poseen. Apreciarlas y abarcarlas con la mirada hace recordar las palabras de Constantin Brancusi
–evidente influencia en la escultura de Villar–, quien dijo alguna vez: “La sencillez no es un fin en el arte, pero solemos llegar a la sencillez cuando nos acercamos al sentido verdadero de las cosas”.

Son formas entre abstractas y orgánicas que muestran cuán lejos dejó su autor las representaciones figurativas que siendo un estudiante exploró. De superficies relucientes, curvas sensuales y graciosas, cada elemento de ha sido reducido a su mínima expresión: armonía poética, bellas variantes.

Prolífico artista, el escultor, que ha transitado por muchos cambios estilísticos en su carrera, despoja suavemente a la madera de sus restantes, de ese recubrimiento que esconde –mas sugiere– su potencialidad.