Año 7 • No. 273 • julio 2 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Se ha banalizado el sufrimiento, tanto a nivel social como personal
Jóvenes y pobres, los más afectados por violencia económica del país

David Sandoval • Fotos: Dunia Salas
El discurso banalizado sobre la violencia desvincula al sufrimiento humano de las causas sociales que los provocan: Leticia Cufré Marchetto, investigadora de la UV

El uso de términos como “daño colateral” y “el costo del progreso” son ejemplo de que nos acostumbramos al cinismo de los discursos sobre la violencia
La violencia en México no se limita a la violencia física, existen otras formas: la violencia económica y la moral o simbólica y afecta particularmente a los jóvenes, a los pobres y, en general, a la población más vulnerable, manifestó Leticia Cufré Marchetto, miembro del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad Veracruzana (UV).

De acuerdo con la investigadora, cuyos estudios giran en torno a la relación entre subjetividad y violencia, el psicoanalista francés Cristophe Dejours, ya habla de la “banalización del sufrimiento social” y refiere que nos hemos acostumbrado al sufrimiento: “Incluso al innecesario –comentó la académica–; es muy notorio en la banalidad de los discursos ante los crímenes más terribles”.

Para Dejours, la función de esos discursos –aunque no siempre la intención consciente de los que los sostienen– es la desvinculación entre el sufrimiento humano de la injusticia social que lo provoca, explicó Leticia Cufré.
La sociedad es particularmente injusta con los jóvenes
Cufré Marchetto aseguró también que “nuestra sociedad es particularmente injusta con los jóvenes, a quienes se les suelen adjudicar muchos de los males que, en realidad, les heredamos los adultos. Cuando se investiga sobre la violencia todo el mundo se incomoda, en parte, porque todos pretendemos que el implicado sea el otro”.
Es difícil reconocer la violencia dentro de nosotros mismos, por eso solemos ser cómplices de la de los demás, para ocultar la nuestra, agregó la académica. “La pregunta es cómo buenas personas, con un trabajo más o menos satisfactorio, con un nivel de vida y de educación promedio, admiten el sufrimiento de los otros como algo normal y cotidiano, cómo pueden no sensibilizarse al sufrimiento
de otros”.

Comentó que la adaptación acrítica –a veces cómplice– a una realidad violenta, ha pasado a ser parte de nuestra manera de sobrevivir, así nos acostumbramos a la corrupción y a la discriminación, renunciando a valores esenciales a nuestra persona. La investigadora explicó que los seres humanos “hacemos muchas cosas para sobrevivir, no sólo perdurar físicamente sino también psicológicamente.

La escalada de la violencia
“Frente a la escalada de violencia, la adaptación es muy cruel porque las defensas que se deben elaborar para sobrevivir, nos hacen insensibles, no sólo al sufrimiento, sino también al placer”, añadió. “Resulta que para poder negar o ignorar el hecho violento, debemos desvincularnos de parte de nuestros propios sentimientos”, precisó Cufré Marchetto.

“Parece que para sobrevivir podemos hacer cualquier cosa en cualquier lugar y si nos ponen en condiciones de sufrimiento, de presión y de impunidad e irresponsabilidad, podemos hacer cosas terribles y acostumbrarnos a ellas”. Es como una estructura subjetiva que te permite vivir ignorando las partes desagradables de la realidad, explicó la investigadora.

De esta manera, “es muy difícil que quienes deberían protegernos del abuso se hagan responsables o que se identifique a los culpables, sobre todo si tienen alguna relación con el poder”.

Recortar presupuestos a la educación también es violencia
Respecto de las inquietudes que existen por saber si nuestro país llegará a tener problemas de violencia tan graves como los de otros países, Cufré respondió que no puede hacer predicciones, pero que quizá deberíamos preocuparnos más por la violencia actual en nuestro país.

“¿Bajar los presupuestos de educación? Eso es violencia, sobre todo considerando las necesidades de todos y quiénes son los afectados, ejemplificó la investigadora, también el desempleo es violencia.”

La educación pública ha sufrido en los últimos años múltiples recortes presupuestarios que se hacen sentir sobre todo en la población con menos recursos; las universidades públicas son un ejemplo, sus egresados cada vez tienen más dificultades para acceder a buenos trabajos, la violencia del poder es una forma de violencia, puntualizó Cufré.

Otra forma de violencia: la del poder
Precisó que ejercer el poder es difícil y la salida violenta siempre es una tentación de la vía rápida. “Mientras sigas considerando que la única ley es la de la mayor ganancia las decisiones que tomen las personas que detentan el poder tenderán a beneficiar a los grupos que los sostienen”. El resto de la población, en una espera desalentadora, suele acabar aceptando los discursos oficiales que nos dicen que es algo “natural”.

El uso de términos como “daño colateral” y “el costo del progreso” son ejemplo de que nos acostumbramos al cinismo de los discursos. “Son costos altos que no podemos medirlos, porque aquí no hay un precio estipulado y también hay fragilidades subjetivas en el sentido que hay gente que sufre más que otros y que reacciona, tiene menos defensas y menos mecanismos para preservarse”.
El conflicto más grave –subrayó– radica en que la gente se acostumbre a que las cosas sean así: “En lo que se refiere a la cultura, que es colectiva, social, por definición, se va privatizando todo lo que se construyó con tanto esfuerzo y el beneficio le queda a unos pocos y el esfuerzo y el trabajo a muchos”.

No obstante, enfatizó que esta tendencia no es necesariamente fatal y quizás haya posibilidades de revertirla, ya que actualmente hay muchas personas planteando alternativas, “no muy claras aún, ni totalmente acabadas, pero que abren puertas y despiertan conciencias”.