Año 7 • No. 281 • Septiembre 17 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Lo que nos caracteriza es la diversidad, coinciden expertos
Muchos Méxicos impiden definir la identidad nacional

Edith Escalón
El nacionalismo como lo conocimos en los años 40 está agotado, humanistas

Mes patrio, identificación efímera de consumo alentada por los medios de comunicación
¿Qué define la mexicanidad? ¿El apego a los símbolos patrios, el conocimiento de la historia, la lengua, el color de la piel, el lugar de nacimiento, la ideología, las costumbres, las tradiciones? Según expertos en sociología y antropología de la Universidad Veracruzana (UV), el único rasgo distintivo del “alma mexicana” es la diversidad, lo cual, y al mismo tiempo, impide definir la identidad nacional.

Para los humanistas, tan mexicano es el migrante oaxaqueño que adora desde Los Ángeles a la virgen de Juquila como el fanático de la selección mexicana de futbol, el estudiante que sólo escucha música en inglés, el extranjero naturalizado, el pescador que no conoce el himno nacional porque nunca fue a la escuela, el indígena que respeta a la naturaleza y no a las instituciones o el funcionario que tiene en su oficina la foto del presidente en turno y la bandera.

En contra de cualquier simplificación, los académicos coinciden en que las épocas de la apología nacionalista quedaron atrás; las definiciones fáciles alentadas por los grupos en el poder ya no son aceptables en el siglo XXI, cuando las diversidades regionales, culturales, económicas, ideológicas, lingüísticas, sociales e intelectuales de los mexicanos marcan la pauta para la configuración de la mexicanidad.
No obstante, advierten que hay también identificaciones efímeras y folclorizantes de consumo, alentadas por los medios de comunicación, que lejos de definirnos se convierten en reducciones estériles que restringen la concepción de la diversidad. Hay que aprender a distinguir unas de otras, advierten.

Muchos Méxicos
Felix Báez Jorge, doctor en Antropología e investigador de Histórico Sociales en la UV, recupera del humanista Alfonso Reyes una máxima: “‘Para ser provechosamente nacional, hay que ser generosamente universal’. Lo sabemos, México es en realidad muchos Méxicos, y sólo entendiendo la diversidad de lo mexicano es posible hablar de identidad nacional”.

Sin embargo, reconoce que esa conciencia discursiva está lejos de ser una realidad, “basta con pensar en los grupos indígenas que siguen luchando contra la marginación y la discriminación de facto, pese a las reformas que en 1992 reconocieron en la Constitución la diversidad cultural de la nación”.

Jesús López Argüelles, sociólogo de la UV y especialista en el estudio de las tradiciones de pensamiento, agrega que si la gente asume su mexicanidad desde la diversidad de su contexto, sus expresiones no deben ser valoradas en función de lo correcto o incorrecto de acuerdo con una visión esencialista o purista.

“Para entender la reconfiguración de la identidad nacional necesitamos la conciencia de la diversidad. Si pensamos con una visión reduccionista, seguramente creeremos que estamos en crisis porque el nacionalismo como lo conocimos en los años 40 está agotado”.

Para Alfredo Zavaleta, sociólogo e investigador del Instituto de Histórico Sociales de la UV, se trata de una evolución de la mexicanidad: “Tenemos que comprender que hay un México nuevo y que muchas cosas que creímos, y con las cuales crecimos, han cambiado de tal forma que lo único que nos queda es adaptarnos a las nuevas circunstancias”.

Identificaciones efímeras
Félix Báez advierte que la mexicanidad va más allá de las reducciones folclorizantes, hoy alentadas por los medios de comunicación: “Los mariachis, los papelitos verde, blanco y rojo, la selección nacional, el tequila o la cerveza no nos definen. Desafortunadamente, hay graves simplificaciones en este tema”.

López Argüelles agrega: “Muchas de las identificaciones en torno a lo nacional –sobre todo la forma en que se dan celebraciones– pasan actualmente por lo que proponen los medios de comunicación en ciertas épocas del año, sólo sirven para el consumo y están al servicio del gran capital”. Alfredo Zavaleta asegura que esas identificaciones “no nos permiten hablar de la naturaleza del mexicano porque no son permanentes, sino efímeras, frágiles y circunstanciales”.

A este fenómeno, el académico suma la creciente influencia extranjera en las nuevas generaciones. “Lo que hablan, quieren, comen, visten, compran, leen; los viajes, los amigos, sus aspiraciones mismas ya no son mexicanas en un sentido tradicional, sino que tienen una marcada influencia cultural y de consumo, sobre todo de Estados Unidos”.

De acuerdo con el sociólogo, este desapego provoca que los jóvenes ya no sientan necesidad de dar la vida por la defensa del territorio, no crean en rituales escolares, ni participen en las decisiones públicas. “Esta condición debe hacernos reflexionar sobre la pertinencia de las instituciones que tenemos ahora, porque si ellos no se identifican con el país que tienen es porque no les gusta. Habría que pensar si necesitamos reformar esas instituciones de acuerdo con la nueva realidad”.

No obstante, el investigador sostiene que debe evitarse juzgar el presente con valores del pasado: “Si nos preguntamos si las actitudes de desapego contribuyen a la construcción de una nación (en el sentido en que las generaciones anteriores entendieron el concepto de nación) la respuesta es no, y podríamos decir que los jóvenes están socavando a la patria, pero la mexicanidad, como vimos, se construye con base en la diversidad y en una nueva realidad”.

Imposición de Estado
López Argüelles también aseguró que según diferentes corrientes sociológicas, la identidad ha sido una pretensión de Estado, una construcción simbólica que los grupos políticos o ideológicos dominantes luchan por imponer a los demás en cada fase histórica.

“La Iglesia en el siglo XIX intentó fundar la mexicanidad en el culto a la virgen de Guadalupe, pero en la Reforma y con el proceso de secularización, el Estado eligió ciertos rasgos tradicionales –como el paisaje, el vestido y las costumbres mexicanas– para recuperar el costumbrismo como eje de la identidad nacional”.

Después de la Revolución, dijo, el Estado nacido de ese proceso buscó fundar lo mexicano en las raíces populares, en la imagen del charro, de la china poblana o en el muralismo mexicano: “Éste es un ejemplo claro. Resultado de una lucha histórica surge un movimiento artístico que es usado por el Estado para fundamentar una imagen de nación que hasta entonces no existía”.

Añadió que mientras en lo colectivo la identidad nacional es una necesidad que además de unificar a la población legitima al Estado y a los grupos en el poder, en lo individual resulta cada vez menos necesaria, sobre todo actualmente, porque los sujetos son cada vez más autónomos y aspiran menos a identificaciones nacionales y más a lo global.

Para Argüelles, éste es uno más de los procesos de lucha que conformará –como en el pasado– la identidad nacional, aunque en el contexto de la globalización ya no son los Estados sino el poder económico, el que recibe los beneficios: “La influencia permanente de EU en nuestras costumbres de vida y consumo es un ejemplo claro”.

Finalmente, los universitarios coincidieron en la necesidad de fortalecer desde el sector educativo el reconocimiento de la diversidad, además de la reflexión colectiva y el debate público que permita que la idea deje de estar sólo en el discurso y se convierta en un ejercicio real.