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¿Qué
define la mexicanidad? ¿El apego a los símbolos patrios,
el conocimiento de la historia, la lengua, el color de la piel,
el lugar de nacimiento, la ideología, las costumbres, las
tradiciones? Según expertos en sociología y antropología
de la Universidad Veracruzana (UV), el único rasgo distintivo
del “alma mexicana” es la diversidad, lo cual, y al
mismo tiempo, impide definir la identidad nacional.
Para los humanistas, tan mexicano es el migrante oaxaqueño
que adora desde Los Ángeles a la virgen de Juquila como el
fanático de la selección mexicana de futbol, el estudiante
que sólo escucha música en inglés, el extranjero
naturalizado, el pescador que no conoce el himno nacional porque
nunca fue a la escuela, el indígena que respeta a la naturaleza
y no a las instituciones o el funcionario que tiene en su oficina
la foto del presidente en turno y la bandera.
En
contra de cualquier simplificación, los académicos
coinciden en que las épocas de la apología nacionalista
quedaron atrás; las definiciones fáciles alentadas
por los grupos en el poder ya no son aceptables en el siglo XXI,
cuando las diversidades regionales, culturales, económicas,
ideológicas, lingüísticas, sociales e intelectuales
de los mexicanos marcan la pauta para la configuración de
la mexicanidad. |
No obstante, advierten que hay también
identificaciones efímeras y folclorizantes de consumo, alentadas
por los medios de comunicación, que lejos de definirnos se
convierten en reducciones estériles que restringen la concepción
de la diversidad. Hay que aprender a distinguir unas de otras, advierten.
Muchos Méxicos
Felix Báez Jorge, doctor en Antropología e investigador
de Histórico Sociales en la UV, recupera del humanista Alfonso
Reyes una máxima: “‘Para ser provechosamente nacional,
hay que ser generosamente universal’. Lo sabemos, México
es en realidad muchos Méxicos, y sólo entendiendo la
diversidad de lo mexicano es posible hablar de identidad nacional”.
Sin embargo, reconoce que esa conciencia discursiva está lejos
de ser una realidad, “basta con pensar en los grupos indígenas
que siguen luchando contra la marginación y la discriminación
de facto, pese a las reformas que en 1992 reconocieron en la Constitución
la diversidad cultural de la nación”.
Jesús López Argüelles, sociólogo de la UV
y especialista en el estudio de las tradiciones de pensamiento, agrega
que si la gente asume su mexicanidad desde la diversidad de su contexto,
sus expresiones no deben ser valoradas en función de lo correcto
o incorrecto de acuerdo con una visión esencialista o purista.
“Para entender la reconfiguración de la identidad nacional
necesitamos la conciencia de la diversidad. Si pensamos con una visión
reduccionista, seguramente creeremos que estamos en crisis porque
el nacionalismo como lo conocimos en los años 40 está
agotado”.
Para Alfredo Zavaleta, sociólogo e investigador del Instituto
de Histórico Sociales de la UV, se trata de una evolución
de la mexicanidad: “Tenemos que comprender que hay un México
nuevo y que muchas cosas que creímos, y con las cuales crecimos,
han cambiado de tal forma que lo único que nos queda es adaptarnos
a las nuevas circunstancias”.
Identificaciones
efímeras
Félix Báez advierte que la mexicanidad va más
allá de las reducciones folclorizantes, hoy alentadas por
los medios de comunicación: “Los mariachis, los papelitos
verde, blanco y rojo, la selección nacional, el tequila o
la cerveza no nos definen. Desafortunadamente, hay graves simplificaciones
en este tema”.
López Argüelles agrega: “Muchas de las identificaciones
en torno a lo nacional –sobre todo la forma en que se dan
celebraciones– pasan actualmente por lo que proponen los medios
de comunicación en ciertas épocas del año,
sólo sirven para el consumo y están al servicio del
gran capital”. Alfredo Zavaleta asegura que esas identificaciones
“no nos permiten hablar de la naturaleza del mexicano porque
no son permanentes, sino efímeras, frágiles y circunstanciales”.
A este fenómeno, el académico suma la creciente influencia
extranjera en las nuevas generaciones. “Lo que hablan, quieren,
comen, visten, compran, leen; los viajes, los amigos, sus aspiraciones
mismas ya no son mexicanas en un sentido tradicional, sino que tienen
una marcada influencia cultural y de consumo, sobre todo de Estados
Unidos”.
De acuerdo con el sociólogo, este desapego provoca que los
jóvenes ya no sientan necesidad de dar la vida por la defensa
del territorio, no crean en rituales escolares, ni participen en
las decisiones públicas. “Esta condición debe
hacernos reflexionar sobre la pertinencia de las instituciones que
tenemos ahora, porque si ellos no se identifican con el país
que tienen es porque no les gusta. Habría que pensar si necesitamos
reformar esas instituciones de acuerdo con la nueva realidad”.
No obstante, el investigador sostiene que debe evitarse juzgar el
presente con valores del pasado: “Si nos preguntamos si las
actitudes de desapego contribuyen a la construcción de una
nación (en el sentido en que las generaciones anteriores
entendieron el concepto de nación) la respuesta es no, y
podríamos decir que los jóvenes están socavando
a la patria, pero la mexicanidad, como vimos, se construye con base
en la diversidad y en una nueva realidad”.
Imposición
de Estado
López Argüelles también aseguró que según
diferentes corrientes sociológicas, la identidad ha sido
una pretensión de Estado, una construcción simbólica
que los grupos políticos o ideológicos dominantes
luchan por imponer a los demás en cada fase histórica.
“La Iglesia en el siglo XIX intentó fundar la mexicanidad
en el culto a la virgen de Guadalupe, pero en la Reforma y con el
proceso de secularización, el Estado eligió ciertos
rasgos tradicionales –como el paisaje, el vestido y las costumbres
mexicanas– para recuperar el costumbrismo como eje de la identidad
nacional”.
Después de la Revolución, dijo, el Estado nacido de
ese proceso buscó fundar lo mexicano en las raíces
populares, en la imagen del charro, de la china poblana o en el
muralismo mexicano: “Éste es un ejemplo claro. Resultado
de una lucha histórica surge un movimiento artístico
que es usado por el Estado para fundamentar una imagen de nación
que hasta entonces no existía”.
Añadió que mientras en lo colectivo la identidad nacional
es una necesidad que además de unificar a la población
legitima al Estado y a los grupos en el poder, en lo individual
resulta cada vez menos necesaria, sobre todo actualmente, porque
los sujetos son cada vez más autónomos y aspiran menos
a identificaciones nacionales y más a lo global.
Para Argüelles, éste es uno más de los procesos
de lucha que conformará –como en el pasado– la
identidad nacional, aunque en el contexto de la globalización
ya no son los Estados sino el poder económico, el que recibe
los beneficios: “La influencia permanente de EU en nuestras
costumbres de vida y consumo es un ejemplo claro”.
Finalmente, los universitarios coincidieron en la necesidad de fortalecer
desde el sector educativo el reconocimiento de la diversidad, además
de la reflexión colectiva y el debate público que
permita que la idea deje de estar sólo en el discurso y se
convierta en un ejercicio real.
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