Año 7 • No. 285 • Octubre 15 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Las animaciones
de Miyazaki
Roberto Ortiz Escobar
Dentro del ciclo de cine oriental programado por el Cine Club de la Universidad Veracruzana (UV), esta semana veremos dos películas animadas del legendario Hayao Miyazaki, amante de los comics que a los 22 años se incorporó a la compañía Toei con el clásico animado La princesa encantada (1968, de Isao Takahata). De su etapa inicial se recuerdan Las aventuras de Panda (1972-73) y la serie televisiva de gran difusión en México Heidi (1974). La ópera prima que confirmó su talento sería Lupin en el castillo de Cagliostro (1979), inspirada en películas francesas y rusas.

Con la creación de la compañía Ghibli, Miyazaki hizo Nausica en el valle del viento (1982), de planteamientos visuales novedosos, y Laputa, la fortaleza celeste (1985), obra de maduración que confirmó su preocupación por la ecología, la aventura y la aeronáutica.

Las películas que se proyectarán en el Aula Clavijero de Juárez 55 serán La princesa Mononoke (1999), considerada su obra maestra, y El viaje de Chihiro (2001), coronación de una trayectoria de más de 30 años en la animación japonesa avalada por los principales premios de Berlín (Oso de Oro) y de Hollywood (Oscar).

Varios elementos hermanan temáticamente a las dos cintas. Por un lado, los mitos y pronunciamientos religiosos nipones a propósito de las cosas de la naturaleza animadas por deidades. Por la otra, los héroes complejos que deben aprender, curarse y reivindicarse efectuando un viaje sinuoso poblado por seres curiosos o eventos extraordinarios, y donde la fortaleza femenina se despliega con donaire.

En La princesa Mononoke el entorno medieval funciona en tanto manejo adecuado de costumbres comunales. Sin embargo, la vasta fauna que rodea y enfrenta constantemente al héroe (lobos, antílopes, jabalíes, etcétera) da cuenta de un ambiente hostil y de violencia permanente que pone en juego las habilidades y la intencionalidad de los actos humanos. Apenas se sortea satisfactoriamente una agresión cuando la atmósfera siniestra ensombrece el destino del personaje central. Y no se trata de la aventura por la aventura misma, sino de la mirada humana que establece a cada momento inquietudes, principios, miedos y la necesidad imperiosa de lograr la comunión con la naturaleza.

De exhibición comercial relativa en nuestro país (solamente 28 salas al estrenarse en el Distrito Federal) pero comprensible por la integración en la producción de la compañía Pixar, El viaje de Chihiro nos invita al viaje de una niña de diez años que al cambiar de hogar experimenta una serie de fenómenos asombrosos (sus padres se convierten en cerdos, aparece un bebé gigantesco consentido en demasía, Chihiro se vuelve esclava de una bruja con tal de rescatar a sus progenitores).

De atmósfera terrorífica por momentos, la cinta se desprende del sentimentalismo de la animación tradicional, convidándonos un personaje infantil que en su tránsito a la pubertad deberá atravesar un túnel como acto simbólico de trasgresión y factible encuentro con la amistad.

La princesa Mononoke se exhibe el miércoles, El viaje de Chihiro pasa el viernes a las 18:00 horas. La entrada es gratuita.