“Desde
sus inicios editoriales, en 1957, nuestra Universidad contó
con grupos de, entonces, jóvenes maestros que unieron sus conocimientos
y entusiasmo para llevar a cabo una labor que, si la capacidad y la
perseverancia no hubiesen perdurado, se habría quedado en una
utopía más.
“[...].
“Como toda labor cultural cuya base económica depende
de las autoridades gubernamentales, es frecuente –más
bien constante– que, al cambiar un gobernador, quien lo suceda
no comparta los intereses del anterior y, por lo mismo, no incremente
lo ya hecho. En el menos grave de los casos, le permite subsistir
precariamente. Así, en un mero subsistir, la tarea editorial
de la uv pasó uno que otro lustro de muy reducido movimiento,
y la salvó de la muerte su propio acervo y el hecho de que,
a partir de 1979, las autoridades decidieran recimentar dicha actividad,
propósito que los nuevos directivos han conservado [...], no
obstante que, en todos los centros de altos estudios y dependencias
culturales, los medios económicos con que contaban para sus
labores han sido reducidos en proporción alarmante, por la
crisis que atraviesa el país en la actualidad.
En estos tiempos difíciles, aunque sea a un ritmo menor, nuestras
publicaciones no han sido interrumpidas.”
He dado lectura a estas observaciones de Sergio Galindo, expuestas
en 1983, porque me pregunto qué ha cambiado desde entonces.
A primera vista, no mucho, pero sí, aunque sólo sea
para remarcar más la crisis por la que atraviesa el país
desde hace ya muchos años. El apoyo económico a los
proyectos culturales ha decrecido aún más con el arribo
al poder de los tecnócratas del neoliberalismo; los frutos
de esos proyectos continúan sujetos al vaivén de los
intereses volátiles de presidentes, gobernadores y rectores;
las publicaciones de la Universidad Veracruzana, así sea a
un ritmo menor y con tirajes francamente desoladores, “no han
sido interrumpidas”, al grado que hoy festinamos el nacimiento
de la Colección Sergio Galindo, con obras inolvidables como
Polvos de Arroz, de Galindo; Ocnos, de Luis Cernuda; Los hombres verdaderos,
de Carlo Antonio Castro; Ven, caballo gris, de José de la Colina;
Diario semanario y poemas en prosa, de Jaime Sabines; El Norte, de
Emilio Carballido, e Infierno de todos, de Sergio Pitol, a las cuales
seguirán, según informan, con suma puntualidad, los
responsables de la colección, Los muros enemigos, de Juan Vicente
Melo; Arco y certamen, de José Pascual Buxó; Sueño
creador, de María Zambrano; Discurso de filosofía y
otros trabajos sobre la materia, de José Gaos; Regiones de
refugio, de Gonzalo Aguirre Beltrán; Imagen primera, de Juan
García Ponce, y Las botas, de Riszard Kapuscinsky, realidades
insoslayables ante las que no queda sino recordar la mítica
aseveración de Galileo Galilei: “Y sin embargo, se mueve”
En julio de 1983, tenía verdad en los labios Sergio Galindo.
La tiene aún hoy. No hay nada más que agregar en ese
renglón, pero sí en otros, entre ellos, saber por qué
se reeditan algunas de las obras del acervo de la Universidad Veracruzana,
agregándoles un prólogo y algunas notas críticas.
¿Será porque todavía conmueven las desmesuras
pasionales y las desorientaciones afectivas de Camerina Rabasa, en
Polvos de arroz? ¿Por el atribulado itinerario de Aristeo hacia
la definición de su personalidad, motivo central de El Norte?
¿Porque, en Ven, caballo gris, el fatalismo, el hecho fantástico,
la emergencia de la homosexualidad, la búsqueda irrenunciable
de la esperanza, la pérdida del amor o el arrepentimiento de
la carne hieren aún el intelecto y la fantasía de los
lectores actuales? ¿Porque lo demoniaco, la maldad humana y
las convocatorias urgentes de la piel cercan a los integrantes de
cualquier familia de hoy y no sólo a los héroes y heroínas
de Infierno de todos? ¿Será por eso? ¿Por su
universalidad y permanencia en el pensamiento actual? Creo que sí,
sin ninguna duda.
La Colección Sergio Galindo se puede adquirir en el Servicio
Bibliográfico Universitario, Xalapeños Ilustres 37 o
en la Feria Permanente del Libro Universitario, Hidalgo 9, zona centro.
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