Año 7 • No. 286 • Octubre 22 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Si no existiera, no podríamos cambiar nuestra concepción del mundo
Olvidar es una facultad que
no se opone a la memoria
Dunia Salas Rivera
Si el olvido no existiera no habría posibilidad de cambiar nuestro modo de concebir el mundo: Virginia Mabel, de la Universidad Autónoma de Buenos Aires
El olvido es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de la memoria, aseguró Virginia Mabel, académica de la Universidad de Buenos Aires, quien participó en el Congreso Internacional Nietzsche ¿ha muerto? Filosofía, arte, religión, ciencia y política: Memorias de un caminante intempestivo, organizado por la Universidad Veracruzana (UV), a través de la Fundación Hombre y Mundo, A.C., y la Facultad de Filosofía, en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid.

En la mesa Pensamiento, metafísica y ontología en Nietzsche, Mabel planteó en qué sentido la creación tiene que ver con el olvido: “La necesidad de recuperar la facultad del olvido –que ha sido bastante vapuleada desde el sentido común, e incluso, desde la tradición filosófica– a partir de la figura más importante de Nietzsche que es la figura del niño, una de las figuras del tipo creador por excelencia, es decir, el niño es niño porque olvida”.


Durante el congreso internacional sobre Nietzsche, Virginia Mabel dijo que el olvido es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de la memoria
Para explicar por qué el niño, en tanto olvido, se constituye en nuevo creador, partió de la distinción entre un simple olvidar el proceso de creación de los conceptos y un olvido que es lo que permite un cierto desprendimiento respecto de estos modos de ver el mundo, que pueden ser liberados.

“El olvido es necesario porque es lo que permite justamente que uno no se quede anclado a una interpretación determinada; si no existiera esa fuerza vital que es el olvido, no habría posibilidad de cambiar nuestro modo de concebir el mundo”, aseguró.

Basada en el pasaje de las tres transformaciones del espíritu, explicó la relación entre el olvido y la libertad: “En la tercera transformación: del león en niño, tiene que ver con dos libertades: ‘la libertad de’ y ‘la libertad para’. La primera tiene que ver con la libertad de desprenderse, el león es el que arrasa con estos sentidos, con los valores, con la moral cristiana”.

Mientras que el niño, agregó, es ‘la libertad para’: “Esta libertad sirve para crear. Sólo para eso tiene sentido olvidar, independizarse, para poder dar este segundo paso, por eso el sí y el no siempre van juntos, la construcción y la negación van juntas, y la voluntad leonina da paso al niño, pero éste también es voluntad leonina en ese sentido porque si no, no podría ser juego eterno de recreación, no podría volver a destruir como lo hace el león”.

En este sentido, Nietzsche retoma la figura heraclitia del niño que juega en la arena construyendo castillos, explicó, luego viene la ola y arrasa con el castillo, esa ola es el no, es la destrucción, pero esa libertad es para construir nuevos.

Respecto de estas fuerzas lúdico-recreativas, Mabel dijo que no es una creación que surge de la nada, sino que es una recreación de esos sentidos, “y uno así debe comprender el modo en que funciona nuestra forma de vivir, incluso la filosofía es eso, es recreación, reinterpretación y juego”.

Virginia Mabel dijo que su propuesta surgió porque le pareció interesante quitar la pecaminosidad que suele asociarse al olvido: “Es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de la memoria y era esta idea de la lógica intrusiva entre la memoria y el olvido lo que me interesa rescatar, y se le puede quitar pecaminosidad al olvido en la medida en que lo podamos pensar en conjunto con la memoria. De ahí la posibilidad de una recuperación positiva del olvido en conjunción con la memoria”, concluyó.