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Si
no existiera, no podríamos cambiar nuestra concepción
del mundo
Olvidar es una facultad que
no se opone a la memoria
Dunia Salas Rivera |
Si
el olvido no existiera no habría posibilidad de cambiar nuestro
modo de concebir el mundo: Virginia Mabel, de la Universidad Autónoma
de Buenos Aires |
El
olvido es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de la memoria,
aseguró Virginia Mabel, académica de la Universidad
de Buenos Aires, quien participó en el Congreso Internacional
Nietzsche ¿ha muerto? Filosofía, arte, religión,
ciencia y política: Memorias de un caminante intempestivo,
organizado por la Universidad Veracruzana (UV), a través de
la Fundación Hombre y Mundo, A.C., y la Facultad de Filosofía,
en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid.
En la mesa Pensamiento, metafísica y ontología en Nietzsche,
Mabel planteó en qué sentido la creación tiene
que ver con el olvido: “La necesidad de recuperar la facultad
del olvido –que ha sido bastante vapuleada desde el sentido
común, e incluso, desde la tradición filosófica–
a partir de la figura más importante de Nietzsche que es la
figura del niño, una de las figuras del tipo creador por excelencia,
es decir, el niño es niño porque olvida”. |
Durante
el congreso internacional sobre Nietzsche, Virginia Mabel dijo que
el olvido es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de
la memoria |
Para explicar por qué el niño, en tanto olvido, se constituye
en nuevo creador, partió de la distinción entre un simple
olvidar el proceso de creación de los conceptos y un olvido
que es lo que permite un cierto desprendimiento respecto de estos
modos de ver el mundo, que pueden ser liberados.
“El olvido es necesario porque es lo que permite justamente
que uno no se quede anclado a una interpretación determinada;
si no existiera esa fuerza vital que es el olvido, no habría
posibilidad de cambiar nuestro modo de concebir el mundo”, aseguró.
Basada en el pasaje de las tres transformaciones del espíritu,
explicó la relación entre el olvido y la libertad: “En
la tercera transformación: del león en niño,
tiene que ver con dos libertades: ‘la libertad de’ y ‘la
libertad para’. La primera tiene que ver con la libertad de
desprenderse, el león es el que arrasa con estos sentidos,
con los valores, con la moral cristiana”.
Mientras que el niño, agregó, es ‘la libertad
para’: “Esta libertad sirve para crear. Sólo para
eso tiene sentido olvidar, independizarse, para poder dar este segundo
paso, por eso el sí y el no siempre van juntos, la construcción
y la negación van juntas, y la voluntad leonina da paso al
niño, pero éste también es voluntad leonina en
ese sentido porque si no, no podría ser juego eterno de recreación,
no podría volver a destruir como lo hace el león”.
En este sentido, Nietzsche retoma la figura heraclitia del niño
que juega en la arena construyendo castillos, explicó, luego
viene la ola y arrasa con el castillo, esa ola es el no, es la destrucción,
pero esa libertad es para construir nuevos.
Respecto de estas fuerzas lúdico-recreativas, Mabel dijo que
no es una creación que surge de la nada, sino que es una recreación
de esos sentidos, “y uno así debe comprender el modo
en que funciona nuestra forma de vivir, incluso la filosofía
es eso, es recreación, reinterpretación y juego”.
Virginia Mabel dijo que su propuesta surgió porque le pareció
interesante quitar la pecaminosidad que suele asociarse al olvido:
“Es pecaminoso si se cree que se opone a la facultad de la memoria
y era esta idea de la lógica intrusiva entre la memoria y el
olvido lo que me interesa rescatar, y se le puede quitar pecaminosidad
al olvido en la medida en que lo podamos pensar en conjunto con la
memoria. De ahí la posibilidad de una recuperación positiva
del olvido en conjunción con la memoria”, concluyó. |
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