Año 7 • No. 287 • Octubre 29 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Autor de El libro y sus orillas, obra de cabecera de numerosas editoriales
Los que saben leer y escribir son un peligro para los gobernantes: Zavala

Alma Espinosa
Ojalá se censuren libros -como hace unos años Aura- para que la gente se interese por leerlos

La acumulación de lecturas trae como consecuencia natural una escritura clara, directa y sencilla
El gran poder que tiene la palabra se ha demostrado desde hace miles de años, aunque se hayan transformado los soportes en los que se ha plasmado y que actualmente responden a las nuevas tecnologías. A lo único que se debe temer es que el lenguaje, constituido por el conjunto de palabras, se aleje de su continua transformación o que llegue a deformarse por la introducción de palabras ajenas a nuestro idioma.

Roberto Zavala Ruiz tiene una experiencia de 20 años en la producción, corrección, coordinación y edición de libros y considera al lenguaje como un ente vivo y cambiante, tal como consideraba Henry James a la novela. Zavala se congratula porque las personas no obedezcan a los puristas que se resisten a que el lenguaje sea transformado constantemente por las personas según “les suene mejor”.

Conocido y reconocido por su texto El libro y sus orillas, libro de cabecera de numerosas editoriales como la UV y la Editora de Gobierno de Veracruz, Roberto Zavala fue invitado a la Feria Internacional del Libro Universitario, durante la cual fue entrevistado para conocer su punto de vista sobre la trascendencia en nuestros días de la lectura, escritura y (trans)formación del lenguaje.

Con las nuevas formas de comunicación humana impulsadas por los avances tecnológicos, ¿qué tan importante es escribir bien?
La pregunta tiene muchas aristas porque los errores de sintaxis ocasionan que se digan disparates, que más allá de alimentar una sonrisa cuando vemos anuncios en la calle como “Preciosa tela para dama lisa” o “Se renta cuarto para caballero con baño”, mandan un mensaje distinto al que se quería transmitir inicialmente y muchas veces no hay posibilidades de rectificar.

Es tan importante escribir bien que si un recado amoroso no es correcto se podría beneficiar a otro, como en los juegos de palabras de comedias de Juan Ruiz de Alarcón donde un diálogo es determinante en la conquista de un alma. En cuestiones científicas también juega un papel determinante la escritura, ya que de nada valdrán años de investigación si se cometen tantos dislates que los lectores no sabrán de qué se trata lo que se quiere dar a conocer.

Llamaría la atención sobre el hecho que la lectura y la escritura son una misma cosa, son un camino de dos vías, si uno sabe leer tiene que saber escribir y viceversa. Antes se aprendía primero a leer y después a escribir, ahora la formación hace hincapié en aprender simultáneamente a leer y escribir.

Sin embargo, parece que los jóvenes se olvidan de leer algo más que no sea sólo la lectura de su especialidad. Se olvidan de la cultura general, de la literatura, que es la mejor manera de aprender a escribir o por lo menos la manera más sabrosa de aprender. La acumulación de lecturas trae como consecuencia natural una escritura por lo menos clara, directa y sencilla.

¿Hay otras maneras de aprender a escribir?, porque ya hemos visto que la repetición de palabras cientos de veces no funciona
Creo que el sistema educativo ha tenido errores a lo largo del tiempo. Hubo una etapa en la que quisieron dar un enfoque lingüístico al aprendizaje de la lecto-escritura y difícilmente escribían o leían bien; estaban más preocupados por encontrar el núcleo del sujeto y del predicado. Este enfoque gramaticalista o supuestamente lingüístico hizo que muchos profesores perdieran el rumbo.
Los viejos profesores ponían a los niños leer en silencio, lo que llaman lectura de comprensión, para que se esforzaran por entender de la mejor manera posible; esto quiere decir que ponían en movimiento su propio universo y cultura, con ello no me refiero sólo a la cultura libresca sino la cultura en su sentido más amplio, en su sentido antropológico, todo lo que ha ido creando el hombre.

Cuando uno lee algo y lo entiende crea un diálogo con personas que no existen, muertas o que viven en nuestro tiempo pero en espacios que difícilmente vamos a tener acceso. Este diálogo, este puente que tiende la lectura y la escritura es lo que nos mantiene siendo seres humanos completos, de otra manera podríamos pasar inadvertidos sin dejar huella.

¿Qué le ha sucedido a la escritura con la aparición del chat y de los mensajes de teléfono celular?
Yo creo que hay un riesgo, pero hay también muchas oportunidades. Éstas se presentaron cuando las personas comenzaron a interactuar con otras, incluso se han enamorado no del que está del otro lado de la comunicación sino de un invento, de ese alguien que quisiera ser.

En este enamoramiento influye mucho la capacidad de decir, de traducir sentimientos, de ponerlos en palabras y hacer que otra persona sienta, si no lo mismo, algo parecido a lo que uno siente al momento de escribirlo.
Esta capacidad se tenía antes con las cartas. Se mandaban perfumadas o escritas con manguillo grueso y delgado, la letra era el continente de ese contenido amoroso. Los jóvenes de hoy que chatean también hacen un esfuerzo por traducir lo que piensan en una escritura que lleve a una acción o una serie de actos que indiquen que existe un hilo conductor. Para ello primero se debe ser congruente consigo mismo y después con la gente que se quiere convencer, cautivar, enamorar, contradecir, refutar.

Es muy importante que la gente haya retomado la escritura aun cuando el medio sea otro. El chat ha hecho que mucha gente se esfuerce por conocer las palabras para poner las ideas en esas palabras y enviarlas por la Internet. Respecto al uso de los mensajes por celular, lo que causan es que los jóvenes piensen casi telegráficamente, incluso en abreviaturas que no siempre son convenientes.
Cuando uno quiere decir mucho en poco debe escribir un aforismo en lugar de escribir una novela, pero la novela no dice lo mismo que un aforismo y viceversa. Lo que se debe hacer es distinguir en qué medios se utiliza determinado lenguaje, porque en informes de trabajo, artículos para periódicos o ensayos no se pueden utilizar frases breves, sino que se debe ser claro, preciso y ameno para que la lectura se haga con el mismo placer que se hizo la escritura.

Independientemente que vayan cambiando los medios por los cuales escribamos o leamos, lo importante es que no se pierda la capacidad de lectura y de escritura; que no reduzca el número de escritores y lectores sino que se incremente.
También se debe hablar de la sencillez del lenguaje. Desde Alfonso X el Sabio y después Nebrija –el primer autor de la gramática castellana– y así sucesivamente varios escritores y lingüistas han propuesto simplificar la escritura y hacer lo que se ha propuesto tantas veces, que haya un sonido para cada letra. De esa manera sería más sencillo tanto el aprendizaje como la enseñanza.

¿Y por qué no se simplifica?
Creo que a los gobernantes no les gusta mucho la idea porque la gente que entiende bien, que lee bien, que escribe bien es potencialmente peligrosa. Hay intereses manifiestos de que la gente no aprenda. Una de estas manifestaciones es quitarle dinero a la cultura; es una agresión a todos los consumidores de los bienes culturales.

En las dictaduras lo primero que se hace es quemar libros y en México parecieran quemarse cuando se prohíben autores o libros, como cuando el monseñor Abascal prohibió Aura de Carlos Fuentes, que por cierto le hizo bien al autor porque se elevaron las ventas de su libro. Si la prohibición despierta un afán morboso de la gente por leer, ojalá suceda más seguido porque al final eso es lo que hace rico al texto.

La intención de esta administración federal y de la anterior al poner burros al frente de la cultura es un mensaje claro, no les interesa aunque se quieran adornar o lustrar con ello. Muchas veces ponen por delante al intelectual, le dan un premio o una beca, pero no les gusta escuchar sus protestas por la falta de libertad, de una política económica adecuada, la falta de creación de empleos, etcétera. Si no se invierte en educación difícilmente vamos a aumentar el número de escritores o de artistas en general y el número de receptores de esa cultura.

Usted ha comentado que el lenguaje es cambiante, pero ¿cómo determinar hasta dónde son correctas las palabras o la sintaxis?
Considero que no navegamos en el mar de la incorrección, del menosprecio por la belleza de la escritura. Si bien es cierto que hay gente purista a ultranza, no son los que tienen la razón. El lenguaje es una cosa viva, que está en permanente cambio. Me alegro que la gente no haya obedecido a los puristas porque el lenguaje se crea todos los días con las palabras que mejor le parecen a las personas.

Debemos tener en cuenta que el lenguaje y la sintaxis de hoy y las del siglo XVI eran correctos e incorrectos en su momento, pero nosotros no seguimos utilizando lo mismo que hace varios siglos, lo cual no quiere decir que fuera mejor
o peor.

Donde detecto un problema es en los términos horrorosos que acuñamos y que provienen de una mala asimilación de las palabras en español traducidas de otros idiomas, principalmente del inglés. Se debe tener cuidado porque estamos poniendo expresiones que no necesariamente están mal dichas, pero que son parte de una cultura que es muy ajena a la nuestra. Para que esto no ocurra es necesario poner filtros y así no se deformará el lenguaje.