¿Cuándo
nació su amor por la literatura? ¿En qué etapa
de su vida nació este vínculo?
Fue un proceso gradual. Desde pequeño me sentí inclinado
por leer y esto se debe al entorno familiar en el que crecí.
Yo soy de Orizaba, soy hijo único. Éramos una familia
muy pequeña integrada por mi madre, mi abuelo, una tía
solterona que hacía las veces de nana y yo. Donde nací
me crié y continué hasta la juventud, precisamente
en la casa familiar, un caserón muy grande que era propiedad
de mi abuelo y que tenía todas las características
de una construcción gótica. Esa casa en parte había
pertenecido al Convento de San José; mi abuelo sólo
medianamente la adaptó, pero toda la configuración
del edificio mantenía los rasgos del antiguo convento al
que perteneció.
La atmósfera que desde niño me rodeó fue un
ambiente muy peculiar, era una casa muy grande que contaba con 16
habitaciones, dos patios y cielos rasos muy elevados y paredes extremadamente
anchas que eran características de las construcciones del
siglo XIX. Y en una de estas habitaciones cerradas que solamente
tenía un tragaluz por el que entraba un poco de claridad,
una habitación que recuerdo bastante húmeda, ahí
mi abuelo tenía un acervo de publicaciones sumamente heterogéneas.
Había periódicos, revistas antiguas, libros de toda
índole, biografías, en fin. Pero todo esto no estaba
ordenado como si se tratara de una biblioteca combinada con una
hemeroteca, era literalmente una pila de libros y revistas mezclados
y todo esto en un ambiente de semipenumbra y con una atmósfera
polvorosa y húmeda. Por lo regular, acostumbraba encerrarme
ahí a curiosear lo que había en esa pila de libros,
periódicos y revistas. Desde muy chico comencé a tener
problemas de asma muy severos pero gozaba de entrar a esta habitación
que me producía abscesos asmáticos y, sin embargo,
me dominaba más la curiosidad por estar ahí. De ahí
nació mi curiosidad por la lectura y las ilustraciones que
tenían.
Por otro lado, mi mamá me enseñó a leer y escribir
y me compraba libros y cuentos propios de mi edad; después,
cuando empezaron a salir las historietas ilustradas de Walt Disney,
mi mamá me los compraba hasta hacer enormes colecciones de
cómics. Mi mamá oía los radioteatros y las
comedias de misterio a los que yo me fui aficionando, al igual que
a la música que escuchaba cuando hacía sus quehaceres.
De todo esto fue surgiendo una inclinación por la lectura
y otras manifestaciones artísticas que empecé a desarrollar
como el cine, el teatro, la pintura. De modo que puedo decir que
todo esto contribuyó a despertar en mí una sensibilidad
muy aguda.
Además
de este entorno, el ser asmático definió también
su inclinación literaria, ¿no es así?
Definitivamente no llevé una infancia normal. No podía
hacer nada de lo que hacían los niños que no padecían
este problema respiratorio.
Cuando yo entré a la escuela prácticamente ahí
terminó mi educación materna. Fui a un colegio particular
católico al que me inscribió mi abuelo porque mi madre
no estaba de acuerdo con que yo estudiara en los colegios estatales
por cuestiones de prejuicios. Me decían siempre que si yo
iba a los colegios públicos iba yo a aprender malas palabras
y si iba a uno privado la educación iba a ser superior; más
adelante vi que no era así, pero ésa era la intención.
Mi infancia estuvo muy limitada porque no llevaba la vida común
de los niños, no podía yo correr, jugar, hacer deporte,
marchar, de manera que me la pasaba generalmente sentado y había
periodos muy largos en los que no iba a la escuela por estar postrado
en cama. Todo esto me convirtió en un niño diferente
porque no llevaba una infancia al común que otros muchachos
de mi época; me volví muy retraído hacia el
mundo exterior. Esa infancia fue la que me propició el inicio
a la lectura.
Ahora
que ha pasado el tiempo, ¿qué es lo que usted prefiere,
ser lector o escritor?
Creo que cualquier persona que empieza a tener aficiones muy fuertes
hacia la lectura en un momento dado de su experiencia quiere escribir,
y esto independientemente que no tenga aspiraciones por publicar.
Yo he conocido personas de cualquier extracción social y
de cualquier edad que lo han confirmado: a medida de que se hacen
lectores de muchas obras, en un momento dado empiezan a escribir
poemas, cuentos, narraciones, en fin, les da por recrear a través
de la escritura parte de su mundo exterior o de lo que están
observando.
Podría decir que el acto de escribir me llegó por
añadidura porque yo empecé a escribir mis primeros
artículos en un periódico de la ciudad de Orizaba
llamado El Regional. No sé realmente cuál fue el instante,
la ocasión, el motivo principal que me hizo escribir mi primera
nota, simplemente se dio y comencé a escribir sobre teatro,
porque yo lo que quería era estudiar teatro. Después
escribí en otros periódicos de manera sistemática.
¿Hay
algún personaje literario con el cual usted se haya identificado?
¡Cómo no! El primer personaje literario que me marcó,
yo diría que para toda la vida, fue el personaje de Demian
de la novela de Herman Hesse. Fue algo realmente impactante y una
revelación. Yo atravesaba por ese momento una serie de crisis
de adolescencia y entonces leer la novela de Hesse me descubrió
muchas cosas y me hizo explicarme muchos conflictos y problemas
por los que se atraviesa generalmente cuando se es adolescente.
La obra de este autor me marcó para siempre, la seguí
leyendo y todavía si veo algún libro o alguna traducción
de este autor que no conozca, la compro.
Otro personaje que me marcó siendo adulto fue Pedro Páramo.
Fue la primera obra mexicana que yo leí. Hasta ese momento
mis lecturas eran de autores europeos o norteamericanos, teatro
clásico o grecolatino, pero no había yo leído
nada de literatura mexicana, la sentía yo como una literatura
muy distante que simplemente no me llamaba la atención. Los
autores que yo leía eran Guy de Maupassant, Antón
Chejov, Fiodor Dostoievski, hasta que llegó a mis manos el
famoso Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ésta fue también
para mí una novela decisiva que cada que puedo la releo y
la enseño.
Siguiendo
con los personajes literarios, ¿cuál ha sido su amor
platónico, el personaje que le haya inspirado adoración?
Pues yo creo que Madame Bovary de Gustave Flaubert, porque sentí
una especie de compasión por esta mujer que tiene muchas
aspiraciones, sueños, es una mujer muy idealista que se encuentra
encerrada en un medio totalmente asfixiante. Me encantó ese
personaje.
Otro personaje que me gustó siendo aún adolescente
fue Cecille, de Françoise Sagan en Bonjour tristesse. Es
el de una chica desprejuiciada, adolescente de 16 años, y
entonces cuando yo vi la película basada en esta novela y
vi a Jean Seberg –que en ese entonces tendría unos
18 años– quedé enamorado literalmente tanto
de ella como del personaje. Y tanta atracción sentí
por este personaje femenino que empecé a elucubrar que alguna
vez tuviera una novia así y tuve la fortuna de que sí;
en efecto, esto se dio y tuve una compañera polaca que tenía
estas características de la protagonista de la película.
¿Cuál
ha sido el sueño de su vida?
El sueño de mi vida hubiera sido casarme con una muchacha
a la que conocí cuando yo tenía 15 años y ella
tenía 13; ése hubiera sido mi gran sueño. Otro
habría sido ir a Francia y quedarme ahí una temporada.
Y otro de los grandes sueños que se realizaron fue el de
vivir en Europa. Eso desde el punto de vista más personal.
Ahora, desde el punto de vista de la profesión, del oficio,
de los estudios, bueno, yo fui muy especial en esto. Hay quienes
desde niños ya saben cuál será su objetivo
en la vida y marcan muy bien sus etapas, a mí eso me admira.
Pero quizá por los problemas de salud que ya mencioné
no me había puesto a pensar cuáles serían las
etapas que pudiera yo conseguir. Tenía una idea general que
era salir de México y conocer mundo, pero eran ideas muy
generales. Nunca pensé así, por eso me siento muy
reconciliado con la realidad por el hecho de que sin proponerme
muchas cosas se me han venido dando y me han satisfecho plenamente
en mi trabajo.
Fuera
de las mujeres que han estado ligadas a su vida, ¿cuál
ha sido o qué es el amor de
su vida?
El amor que tengo ahora es sobre todo por el trabajo, yo no me explico
la vida si no estoy ocupado haciendo alguna cosa; en este sentido,
inclusive durante los periodos vacacionales o cuando he salido al
extranjero, estoy desarrollando alguna actividad. Lo más
que puedo estar sin hacer absolutamente nada será un día,
pero no más. Tengo que estar ocupado en proyectos, en actividades,
en escritura, en preparar clases, haciendo lecturas o relecturas
de libros o en escribir, eso es lo que me llena.
¿Cuál
es su género literario predilecto?
Tengo uno en particular que es el cuento. En la Facultad de Letras
de la UV y en otras instituciones he impartido cursos de análisis
narrativo y otro género muy cercano es la novela. El cuento
me empezó a atraer de manera muy especial porque noté
más o menos en la década de los 80 que, no obstante
su importancia en la literatura mexicana e hispanoamericana, en
realidad no había sido lo suficientemente trabajado por la
crítica, simplemente como que se consideraba un género
menor en relación con la novela, la poesía o el teatro;
me di cuenta que ahí había un filón para estudiar
y analizar un corpus muy significativo que seguramente a los críticos
no les había llamado la atención. Ahí me empecé
a aficionar y después a interesarme de manera muy profesional
por el desarrollo del cuento en México y en Hispanoamérica;
el resultado de esto son las antologías que he publicado.
¿Tiene
usted algún momento predilecto para leer?
Yo generalmente leo un poco por las tardes antes de salir a la Facultad
o ponerme a escribir o por la noche. Durante la mañana no
me puedo concentrar en la lectura, esto seguramente se puede explicar
porque como ya estoy acostumbrado a que por las mañanas tengo
otro ritmo de trabajo –estoy en clases o estoy ocupado en
otras cosas prácticas o cuando he estado en la administración,
entonces ya quedé condicionado a que las mañanas es
una actividad febril–, como que mi propio organismo me pide
movimiento, desplazamiento, en fin, y ya en la tarde me nace la
necesidad de leer, sobre todo en la noche.
¿Tiene
algún momento preferido para escribir?, ¿lleva alguna
disciplina?
Sí, en esta cuestión de la escritura cada persona
tiene sus propios hábitos. Hay escritores extremadamente
disciplinados, como militares, aunque escriban media cuartilla están
en el escritorio seis horas o más seguidas; son los casos
de Carlos Fuentes, de Mario Vargas Llosa o de otros autores. Hay
otros escritores, de quienes he leído sus confesiones, que
no tienen prácticamente ningún sistema, escriben cuando
se les ocurre alguna idea y pueden pasar periodos en los que no
escriben absolutamente nada y no tienen horas fijas para la escritura.
A mí me pasa una cosa muy personal, quizá porque desde
muy joven empecé a escribir mis primeras notas en los cafés;
para mí es muy estimulante ir a un café y ponerme
a escribir y esto lo hago en cualquier lugar a donde vaya y ahí
me gusta mucho ponerme a escribir. También lo hago desde
luego en la casa o bien en alguna biblioteca, pero me estimula mucho
estar en algún lugar público escribiendo.
¿Tiene
usted algún libro sin terminar?
Bueno, en eso sí tengo una disciplina muy rigurosa: libro
que empiezo lo tengo que terminar necesariamente. Aunque no me guste,
aunque me parezca tedioso, aunque me resulte muy difícil,
me pongo como reto concluir el libro desde la portada hasta la contraportada.
Ésa es una exigencia que yo mismo me he puesto.
En
su larga trayectoria como docente, ¿qué le ha funcionado
para despertar el interés y la motivación por la lectura
entre los jóvenes?
Éste sí es un problema de mucho fondo. Desgraciadamente,
México no es un país de lectores, sentencia que se
ha dicho hasta la saciedad. El decir que México no es un
país de lectores tiene mucho fondo, es un problema social
y es un problema histórico; entonces sucede que nosotros
que estamos en una Facultad como la de Letras –donde teóricamente
los alumnos van ahí porque tienen cierto interés por
la literatura y la escritura–, con frecuencia nos damos cuenta
que también es algo ilusorio, la mayoría de ellos
no llevan hábitos de lectura, no conocen autores, da la sensación
muchas veces que están ahí por azar o porque no tuvieron
otra opción para escoger otra carrera.
Sin embargo, yo estoy advirtiendo, en especial en las últimas
generaciones en las que entraron con el Modelo Integral y Flexible,
que para mi sorpresa hay muchos jóvenes que traen una mentalidad
muy distinta, son jóvenes muy dinámicos, con iniciativa,
se acercan al maestro para conversar, para preguntar, solicitar
información y, además, en clase son muy participativos,
preguntan, tienen inquietudes; al mismo tiempo, advierto que en
la mayoría hay una mejora en la redacción.
Esto resulta muy estimulante; yo para despertar el interés
por la lectura utilizo, entre muchos recursos, romper con el esquema
tradicional del maestro que sólo utiliza la palabra y se
pasa una o dos horas monologando. Mi sistema es combinado, por lo
general utilizo mucho el pizarrón, hago muchos esquemas para
analizar los textos literarios y también recurro mucho a
la asociación de ideas, que los alumnos entiendan que la
literatura está relacionada con otros lenguajes: el del cine,
el plástico, el teatral, el fotográfico; con otros
discursos sociales: el histórico, el filosófico, el
psicoanalítico, y aparte de esto procuro establecer relaciones
con la realidad inmediata que conocen los estudiantes.
Se
le entregará el doctorado Honoris Causa de la Universidad
Veracruzana, junto a Carlos Monsivais y a Carlos Jurado, ¿cómo
le ha sentado esta noticia?
Para mí el doctorado Honoris Causa es el reconocimiento más
grande que puede recibir un académico o un investigador;
en este caso, es la aspiración más alta a la que puede
llegar una persona que está en un trabajo docente, como es
mi caso. Al reflexionar sobre las metas que me he planteado en la
vida, puedo asegurar que nunca pensé que podría alcanzar
esta dignidad, jamás pasó por mi imaginación,
ni en sueños pensé que pudiera tener este reconocimiento.
Cuando me lo informaron no daba yo crédito en principio,
ya después, ¿qué puedo yo decir?, que me sentí
deslumbrado, contento, feliz por esta dedición que fue unánime
por parte del Consejo Universitario.
|