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Pese
a leyenda denigratoria impulsada en su contra por el neoliberalismo
Que la educación pública es zona de catástrofe,
axioma patito: Monsiváis
Juan Carlos Plata |
Las
universidades públicas cumplen funciones indispensables,
dijo |
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Pese
al desdén presupuestal y social del gobierno federal –muy
notorio durante el régimen de Zedillo y Fox– y no pocas
veces de los legisladores, y de la leyenda denigratoria impulsada
en su contra por el neoliberalismo, las universidades públicas
siguen cumpliendo, y con eficacia no desdeñable, funciones
indispensables para la sociedad latinoamericana, sostuvo el escritor
y periodista Carlos Monsiváis.
“Aclimatan la pluralidad y la renovación ideológica
y teórica, son la representación nítida del estado
laico y las razones de ser del laicismo. Preservan y enriquecen críticamente
el interés por lo nacional sin descuidar lo que siempre ha
sido central de los procesos de enseñanza superior latinoamericana,
el conocimiento de lo internacional. Forman a la mayoría de
los profesionistas encargados de satisfacer las necesidades de la
administración pública y de la sociedad, además
de que la investigación científica sigue siendo patrimonio
de las universidades públicas”, dijo.
Durante la ceremonia en la que la Universidad Veracruzana (UV) le
otorgó el Doctorado Honoris Causa, Monsiváis sostuvo
que las instituciones de educación superior públicas
han vivido en los últimos años la dramática reducción
salarial, la disminución tajante de los relevos generacionales,
el crecimiento burocrático que consume cerca de 80 por ciento
de los presupuestos y también desde hace dos o tres décadas,
la creciente preferencia de las clases gobernantes por los egresados
de universidades privadas.
“Mi tema no es la calidad de la formación de las universidades
privadas, sino la campaña de rumores del neoliberalismo que
quieren ser dictámenes de eficiencia prestigiosa que a la letra
dicen: las universidades públicas son, el orden de los factores
no altera el relegamiento, inmensos estacionamientos de desamparo
vocacional, estetas del conocimiento anacrónico, sitios de
retención y entretenimiento de legiones de adolescentes y jóvenes,
ámbito del acecho de las oportunidades que les niega el determinismo
de clases”, sostuvo.
El escritor afirmó que desde hace décadas circula, entre
las clases medias, por ya no hablar de la oligarquía, un axioma
patito: la educación pública es zona de catástrofe,
y nadie sensatamente enviará a sus hijos a escuelas y universidades
públicas.
“Las familias son capaces de la hipoteca, con tal de garantizarle
a los suyos la salvación pedagógica, y en su ruta de
escape de las desdichas, se abstienen de examinar con mínima
descripción crítica el tipo de enseñanza que
reciben sus hijos por ejemplo, en las universidades patitos, y así
la ilusión termina”, aseguró.
Dijo que no se trata de idealizar a las universidades públicas,
y aseguró estar al tanto de sus deficiencias y límites,
de los escollos portentosos que plantean la desigualdad y la concentración
monstruosa del ingreso, de la consecuencia de asignarle a la economía
del mercado una parte del proceso educativo.
“Sé, como señala Juan Ramón de la Fuente,
que hace falta vincular efectivamente a las universidades públicas
con el proceso productivo, pero sé también, y cito al
chileno Ricardo Lagos, que la universidad es donde la sociedad se
piensa y diseña sus cambios y que las universidades públicas
son el espacio del conocimiento y la crítica que resiste, persiste
y busca nuevas formas de inserción y transformación
de lo social”, sostuvo. |
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