Año 8 • No. 292 • Diciembre 3 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Pese a leyenda denigratoria impulsada en su contra por el neoliberalismo
Que la educación pública es zona de catástrofe, axioma patito: Monsiváis
Juan Carlos Plata

Las universidades públicas cumplen funciones indispensables, dijo

Pese al desdén presupuestal y social del gobierno federal –muy notorio durante el régimen de Zedillo y Fox– y no pocas veces de los legisladores, y de la leyenda denigratoria impulsada en su contra por el neoliberalismo, las universidades públicas siguen cumpliendo, y con eficacia no desdeñable, funciones indispensables para la sociedad latinoamericana, sostuvo el escritor y periodista Carlos Monsiváis.

“Aclimatan la pluralidad y la renovación ideológica y teórica, son la representación nítida del estado laico y las razones de ser del laicismo. Preservan y enriquecen críticamente el interés por lo nacional sin descuidar lo que siempre ha sido central de los procesos de enseñanza superior latinoamericana, el conocimiento de lo internacional. Forman a la mayoría de los profesionistas encargados de satisfacer las necesidades de la administración pública y de la sociedad, además de que la investigación científica sigue siendo patrimonio de las universidades públicas”, dijo.

Durante la ceremonia en la que la Universidad Veracruzana (UV) le otorgó el Doctorado Honoris Causa, Monsiváis sostuvo que las instituciones de educación superior públicas han vivido en los últimos años la dramática reducción salarial, la disminución tajante de los relevos generacionales, el crecimiento burocrático que consume cerca de 80 por ciento de los presupuestos y también desde hace dos o tres décadas, la creciente preferencia de las clases gobernantes por los egresados de universidades privadas.

“Mi tema no es la calidad de la formación de las universidades privadas, sino la campaña de rumores del neoliberalismo que quieren ser dictámenes de eficiencia prestigiosa que a la letra dicen: las universidades públicas son, el orden de los factores no altera el relegamiento, inmensos estacionamientos de desamparo vocacional, estetas del conocimiento anacrónico, sitios de retención y entretenimiento de legiones de adolescentes y jóvenes, ámbito del acecho de las oportunidades que les niega el determinismo de clases”, sostuvo.

El escritor afirmó que desde hace décadas circula, entre las clases medias, por ya no hablar de la oligarquía, un axioma patito: la educación pública es zona de catástrofe, y nadie sensatamente enviará a sus hijos a escuelas y universidades públicas.

“Las familias son capaces de la hipoteca, con tal de garantizarle a los suyos la salvación pedagógica, y en su ruta de escape de las desdichas, se abstienen de examinar con mínima descripción crítica el tipo de enseñanza que reciben sus hijos por ejemplo, en las universidades patitos, y así la ilusión termina”, aseguró.

Dijo que no se trata de idealizar a las universidades públicas, y aseguró estar al tanto de sus deficiencias y límites, de los escollos portentosos que plantean la desigualdad y la concentración monstruosa del ingreso, de la consecuencia de asignarle a la economía del mercado una parte del proceso educativo.

“Sé, como señala Juan Ramón de la Fuente, que hace falta vincular efectivamente a las universidades públicas con el proceso productivo, pero sé también, y cito al chileno Ricardo Lagos, que la universidad es donde la sociedad se piensa y diseña sus cambios y que las universidades públicas son el espacio del conocimiento y la crítica que resiste, persiste y busca nuevas formas de inserción y transformación de lo social”, sostuvo.