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¡Nos felicitamos todos!
Somos una Universidad de Calidad
José Othón Flores Consejo |
Inicio
mi participación felicitando a nuestro semanario UniVerso que
hoy llega a su número 300, a Raúl Contreras, Edgar Onofre,
Juan Carlos Plata y a todo el equipo, mi más sincero reconocimiento
y espero me inviten al pastel correspondiente.
Ahora sí, saludo a todos nuevamente, luego de haberme perdido
en los brazos del placer y el libertinaje que nos permiten las tradicionales
fiestas carnestolendas que, como ustedes ya lo saben, precede al recogimiento
y la reflexión de la cuaresma y de una ardua preparación
para la visita de evaluación que estaremos recibiendo esta
semana de parte del Comité de Administración y Gestión
Institucional (CAGI) de los Comités Interinstitucionales de
Evaluación de la Educación Superior (CIEES). ¿Los
qué?, preguntarán algunos.
Vamos por partes: No, no se emocionen, del carnaval y sus excesos
no vamos a hablar, bueno sí lo haremos pero la semana próxima.
Hablemos hoy del reconocimiento que la Secretaría de Educación
Pública (SEP) nos ha hecho como una Universidad de calidad
y de la evaluación de que hemos sido objeto para recibir ese
reconocimiento.
Evaluar, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española es “señalar el valor de algo; estimar,
apreciar, calcular el valor de algo”.
El mismo diccionario define valor como: “Grado de utilidad o
aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar
bienestar o deleite” evaluamos para determinar si algo tiene
la capacidad de satisfacer las necesidades.
En este mismo sentido, si atendemos a la definición que ISO
9000 ofrece de calidad: “Grado con el cual un conjunto de características
inherentes cumple con las necesidades o expectativas (requisitos)”,
entendemos que en todo esfuerzo por alcanzar la calidad requerimos
de formas precisas y concretas para evaluar el grado en que hemos
logrado ese cumplimiento.
Ya Deming (y antes Shewhart) en su famoso círculo, expresaba
el importante papel de la evaluación ya que, si me permiten
parafrasearlo “no se puede mejorar lo que no se evalúa”.
Pero ¿quién evalúa?, pues por supuesto que primero
es quien produce las cosas quien debe hacer ejercicios constantes
de evaluación que le permitan ir conociendo la calidad de lo
producido, pero eso no basta; los clientes al seleccionar nuestros
productos o servicios también realizan un ejercicio de evaluación,
pero no siempre es tan claro ese proceso y resulta que en muchos casos
debemos recurrir a la opinión de un tercero para realizar esa
evaluación y “dar fe” de que lo producido cumple
con los requisitos asignados.
Volviendo a nuestro diccionario, acreditar significa “dar seguridad
de que alguien o algo es lo que representa o parece”; es decir,
que alguien, con la suficiente capacidad moral y credibilidad para
“dar fe” hace constar que, luego de una evaluación
objetiva, el bien o servicio cumple con los requisitos.
De esta manera podemos asegurar que calidad, evaluación y acreditación
son como hermanas inseparables que deben confluir en todo esfuerzo
por realizar productos u ofertar servicios adecuados a las necesidades.
La calidad y la evaluación educativa no son un tema nuevo para
México y mucho menos para el mundo; la complejidad que representa
la asignación del valor de los resultados de los procesos educativos
requiere de programas de evaluación exhaustivos y complejos
y las instituciones educativas han buscado desde hace más de
dos décadas la forma de realizar evaluaciones que den credibilidad
y por supuesto confianza sobre sus resultados.
La calidad de los procesos de gestión son certificados en México
desde finales de los ochenta, por la Norma Mexicana que ha correspondido
a la internacional dictada por ISO vigente en su momento; sin embargo,
los procesos educativos en nuestro país han seguido un camino
diferente para su evaluación y acreditación.
La Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de
Educación Superior (ANUIES) ha definido la evaluación
como un proceso continuo, integral y participativo que permite identificar
una determinada circunstancia educativa, analizarla y explicarla mediante
información relevante y que busca, invariablemente, el mejoramiento
de las instituciones educativas.
Carlos Pallán Figueroa, ex Rector de la Unidad Azcapotzalco
de la Universidad Autónoma Metropolitana, ex secretario general
de la ANUIES y ex miembro de la Junta de Gobierno de nuestra casa
de estudios (a quien saludo afectuosamente desde esta columna) escribió:
“Fue a partir de 1989 cuando un tercer intento llega a reconocer
en la evaluación un instrumento fundamental para el mejoramiento
de las casas de estudio. En las asambleas de 1990 y 1991, en Cuernavaca
y Tampico, se acuerda ‘participar decididamente con el Gobierno
federal en un proceso de evaluación de la educación
superior, tanto para proponer y acordar criterios y formas de evaluación,
como para participar en las instancias idóneas de decisión…’.
“En la segunda de las asambleas se aprobaron lineamientos para
la evaluación de la educación superior, los cuales fueron
en dirección de crear un sistema nacional en esa materia, para
impulsar actividades en las áreas de evaluación institucional,
interinstitucional y sobre el propio sistema de educación superior.
En un lapso muy breve, escasamente tres o cuatro años, fueron
establecidos: una comisión nacional de evaluación, comités
de pares académicos, un centro nacional de evaluación
de la educación superior y un conjunto de dispositivos y mecanismos
tanto a escala del gobierno federal como de las instituciones que
veían en la evaluación un instrumento útil en
sí mismo para el mejoramiento del sistema de educación
superior”. (Este interesante artículo sobre calidad y
educación superior puede consultarse en: http://www.udual.org/CIDU/Revista/20/calidad.htm)
Así, hoy día los Comités Interinstitucionales
para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES)
“son nueve cuerpos colegiados, integrados por distinguidos académicos
de instituciones de educación superior representativos de las
diversas regiones del país, que tienen a su cargo la evaluación
interinstitucional de programas, funciones, servicios y proyectos
ubicados en el quehacer sustantivo de las instituciones” (www.ciees.edu.mx).
Pues bien, esos cuerpos colegiados, luego de extensas evaluaciones
a nuestros programas educativos han determinado que tres de cada cuatro
de los estudiantes de la UV, están inscritos en programas de
calidad y esto, que se escribe fácil, representa un tremendo
esfuerzo de autoridades, maestros, trabajadores, estudiantes. Es un
esfuerzo de toda la comunidad, por lo que debemos felicitarnos todos.
Y digo todos porque, unos minutos antes de la ceremonia, Raúl
Arias Lovillo, nuestro Rector, nos recordaba que “sólo
trabajando en equipo se logran este tipo de resultados”, él
reconocía que no es cosa de una persona sino de una comunidad.
En la ceremonia en que estuvo presente el subsecretario de Educación
Superior, Rodolfo Tuirán Gutiérrez, el Rector de la
UV dijo que el asunto si bien es para alegrarse, también lo
es para hacer conciencia de la importancia de seguir adelante y continuar
hacia la excelencia.
Pues bien, vamos adelante, sigamos empujando esta institución
para que ya no sea sólo una de las mejores del país
sino la mejor de todas.
Y bien, los dejo porque ya llegan los del CAGI que vienen a revisar,
entre otras muchas cosas, nuestro Sistema Universitario de Gestión
por Calidad y pienso impresionarlos.
No olviden que sigo esperando sus comentarios en el correo electrónico
otflores@uv.mx. |
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