Año 8 • No. 301 • Marzo 3 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Dos veracruzanas, pioneras
del cine en México
Roberto Ortiz Escobar

roe_xal@yahoo.com.mx
Para Elisa Villar

Cuando se habla del primer cine mexicano hecho por mujeres, el referente inmediato es Mimi Derba (La tigresa, 1917) y Adela Sequeiro, la única cineasta que hizo películas en la década de los treinta: La mujer de nadie (1937) y Diablillos del arrabal (1938).

Además de la italiana María Cantori (Thais, 1921) y la yucateca Cándida Beltrán Rendón (El secreto de la abuela, 1928), habría que mencionar a dos pioneras más procedentes del puerto de Veracruz (la Sequeiro había nacido ahí en 1921) y que dan cuenta de su labor como fotógrafas y directoras de cortometrajes en los veinte, una década no muy venturosa para el cine nacional si consideramos que arrancó 1921 con 14 largometrajes de ficción y finalizó 1929 con sólo tres.

Las hermanas Dolores y Adriana Elhers nacieron a principios del siglo pasado (la primera en 1903) y desde muy jóvenes mostraron interés por las imágenes impresas. En 1914 levantaron un taller de fotografía en el puerto jarocho y un año después, seguramente por los retratos hechos a Venustiano Carranza, éste las apoya con una beca a Estados Unidos donde profundizan sus conocimientos fotográficos. Además de Boston y Washington, conocieron los Estudios Universal de Nueva York.

Al regresar a México en 1919, su interés en la comercialización las convierte en las representantes de la compañía de proyectores Nicholas Power e inician dos actividades en paralelo: la censura fílmica oficial y la producción de cortometrajes a través del primer laboratorio fílmico gubernamental.

En buena medida estuvieron vinculadas con la creación del Reglamento y el Departamento de Censura que dependían de la Secretaría de Gobernación. Con mano dura limitaban la importación y exportación de las “imágenes miserables y denigrantes de México”, eran responsables de la autorización del material de exhibición e impusieron un impuesto a los alquiladores y los dueños de los cines, causando la protesta e irritación del gremio cinematográfico.

Ciertamente, éste no fue el rostro amable de las Elhers, sino el que mostraron en una producción fílmica de la que sabemos por las investigaciones del periodo silente hechas por Gabriel Ramírez, Aurelio de los Reyes y Emilio García Riera. Entre 1920 y 1921 hicieron Un paseo en tranvía en la Ciudad de México, El agua potable en la Ciudad de México, La industria del petróleo, Las pirámides de Teotihuacan, Museo de Arqueología, Servicio postal en la Ciudad de México y Real España vs. Real Madrid. Además, crearon su propio noticiero denominado Elhers, el cual no prosperó por mucho tiempo al arribar el cine sonoro.

Ambas demostraron carácter para fijar un modelo de control que la Secretaría de Gobernación impondría por décadas para determinar lo que el público mexicano debía o no ver en la pantalla grande. Parecería contradictorio observar, por otro lado, una labor enjundiosa en el diseño de las imágenes en un país que empezaba a esbozar esquemas temáticos y estereotipos que en los treinta darían fortaleza a una industria.

El pasado 13 de febrero se cumplieron 25 años de la muerte de Dolores Elhers. Si bien su labor fílmica termina en 1929, a continuación se traslada a Guadalajara donde radicaría con su hermana. Su siguiente tarea fue la escritura poética, cuya dedicación vehemente le valió la publicación de varios libros.

Valga esta mención incipiente para recordar a dos veracruzanas que con su trabajo pusieron de relieve la mano de obra femenina en una industria que por décadas se resistió a admitir en sus filas a otro género que no fuera el masculino. Tan sólo recordemos las batallas de Matilde Landeta para cuajar sus proyectos mucho tiempo después: Lola Casanova, 1948; La negra Angustias, 1949; Trotacalles, 1951.