Año 8  • No. 303 • Abril 2 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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En 1938 fue expropiado, ahora se propone privatizarlo

El petróleo, ¿es nuestro?

David Sandoval • Fotos: Carlos Cano
Privatizarlo será una decisión que determine el futuro del régimen
y del partido en el poder y, en ese sentido, puede perder la presidencia: De la Fuente

En términos económicos esta privatización no sería nada nuevo: Danú Fabre

Privatizar no es la varita mágica; puede dar resultados o no, la pregunta debería ser si privatizar haría más eficiente a la paraestatal: Martín Aguilar
Son las 10 de la noche del 18 de marzo de 1938. En las consolas de radio se
escucha la voz del presidente de la República, Lázaro Cárdenas del Río, dirigiéndose a la nación para informarle que las industrias petroleras son expropiadas debido a su negativa de regirse por las leyes nacionales. Con este hecho comienza una nueva etapa en el desarrollo de México, la cual es sintetizada por la sociedad en una frase: “El petróleo es nuestro”.

El Artículo 1 del Decreto Expropiatorio consignaba: "Se declaran expropiados por causa de utilidad pública y a favor de la nación, la maquinaria, instalaciones, edificios, oleoductos, refinerías, tanques de almacenamiento, vías de comunicación, carros-tanque, estaciones de distribución, embarcaciones y todos los demás bienes muebles e inmuebles" pertenecientes a más de 10 compañías con capital extranjero.

Han transcurrido 70 años desde aquel giro histórico en el rumbo del país; no obstante, ahora la situación parece cambiar: diversas voces al interior del gobierno federal plantean la posibilidad de abrir la exploración y extracción del hidrocarburo a la inversión privada, principalmente de capital extranjero, ya que –aseguran– tales compañías poseen la tecnología requerida para dichos procesos.

Ante tal escenario, tres académicos de la Universidad Veracruzana (UV) definen la magnitud histórica de la expropiación petrolera y opinan sobre la aparentemente ineludible privatización de los referidos sectores que conforman a la paraestatal.

“Existe todo un proceso histórico anterior a la expropiación petrolera de 1938; hay toda una etapa donde los trabajadores rinden informes sobre sus condiciones laborales y cuánto piensan que las firmas extranjeras realmente obtienen por la industria del hidrocarburo”, precisó Martín Aguilar Sánchez, director del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S).

Así, la nacionalización del petróleo es una confluencia de un conjunto de luchas obreras que se dan desde finales del Porfiriato hasta cuando se crea el sindicato petrolero: “Con la expropiación, los trabajadores ganan un contrato colectivo y mejoras en sus condiciones laborales y comienzan etapas como la denominada administración obrera, que ocurre también en la industria ferrocarrilera”, añadió el investigador.

Alejandro De la Fuente Alonso, académico de la Facultad de Derecho, explicó que el sustento para la expropiación reside en el Artículo 27 de la Constitución, donde se aborda el régimen de propiedad en la República Mexicana, asentando que las tierras y aguas pertenecen a la nación; sin embargo, se transmite su dominio a los particulares.

En el Artículo 27 constitucional se consigna también que las expropiaciones sólo podrán hacerse “por causa de utilidad pública y mediante indemnización”, detalló De la Fuente Alonso.

El neoliberalismo dicta el rumbo
En 1939 se publica una ley que permite a las empresas privadas la distribución y comercialización del hidrocarburo y sus derivados; posteriormente, durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) se derogaron las leyes de almacenamiento y transporte, beneficiando así a los contratistas que ya trabajaban con Petróleos Mexicanos (Pemex), agregó Alejandro De la Fuente.
De esta forma, los intentos de privatizar sectores considerados como estratégicos han aparecido en el debate nacional en varias ocasiones; una de las más claras durante el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), como señala Martín Aguilar Sánchez: “La estrategia del Estado mexicano por privatizar Pemex comienza con el gobierno de Miguel de la Madrid, basado en un enfoque neoliberal que repercute en los sexenios posteriores, donde se efectúan otras medidas como la aprehensión del líder sindical de los trabajadores petroleros Joaquín Hernández Galicia, La Quina”.

Considerar la privatización como la panacea económica tiene que ver con una visión mundial de ese periodo, como en los gobiernos de Margaret Thatcher en Reino Unido, Ronald Reagan en Estados Unidos y Carlos Salinas (1988-1994) en México, destacó el investigador.

Actualmente la decisión de privatizar parte de la industria petrolera “parece que ha sido tomada por el partido en el poder; sin embargo, una iniciativa con este alcance determinará el futuro del régimen y en ese sentido puede estar en riesgo de perder la presidencia”, advirtió Alejandro De la Fuente.

Es así que la privatización ingresa a la compleja arena política, donde inciden diversos factores, como lo señala Danú Fabre Platas, académico miembro del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES): “Se usa como herramienta o navaja para poder cortar la tela política y eso es frecuente, están discutiendo sobre Pemex y los primos incómodos y parientes cercanos del Secretario de Gobierno; están discutiendo sobre la política de Calderón que como candidato negaba privatizar sectores de Pemex y ahora, de pronto, suelta la posibilidad”.

Numerosos medios de comunicación cuestionan la privatización de Pemex, agregó Fabre Platas: “Algunos se atreven a señalar que ya está de alguna manera negociada esa privatización, que ya está acuartelada y atrincherada –vía subterránea– y que sólo es cuestión de hacerla pública; una tercera postura señala que en términos económicos esta privatización no es nada nuevo. Yo coincido con estas tres de alguna manera, pero con esta última más”.
Privatizar no es la varita mágica, en algunos casos puede dar resultados pero en otras no tiene sentido, opinó Martín Aguilar, quien añadió: “Cada sexenio que comienza inicia el debate si debería privatizarse la industria petrolera y mucho del recurso económico que genera Pemex no se utiliza para regenerar la industria petroquímica; el punto de la privatización debería ser si esto garantiza que el desempeño de la paraestatal sea más eficiente”.

El movimiento cardenista que legaliza, legitima y hace a Pemex patrimonio nacional no tiene que ver con lo que estamos viviendo, manifestó Fabre Platas al comparar la situación en 1938 con la sociedad mexicana actual: “En aquellos tiempos, posrevolucionarios, de crisis social, de heridas profundas en nuestro México, apropiarnos de algo implicaba de alguna manera hacer patria, hacer nación; ahora estamos más involucrados en esta posmodernidad extraña en la cual lo inmediato es lo importante”.

Una privatización matizada
Para lograr lo que actualmente el gobierno federal denomina asociaciones con el sector privado, es decir, la participación de inversión privada
–primordialmente extranjera– debería modificarse la Constitución Política y esto, además de las dificultades que plantea someterlo a un consenso legislativo, tanto en la cámara de diputados como en la de senadores, implicaría un alto costo político para el partido en el poder ya que sus resultados no se reflejarían en corto plazo, destacó De la Fuente Alonso.

En este sentido, los académicos coinciden en que permitir la inversión privada en la exploración y extracción petrolera genera más preguntas que respuestas debido a que dentro de la paraestatal confluyen procesos que distan mucho de ser claros y transparentes.

“Casi nunca se hace pública la forma en la cual se concesionan fracciones de los procesos de industrialización y demás en Pemex, son de adjudicación directa la mayoría de ellas y esto es terrible”, subrayó Danú Fabre; “lo que debe estar en la mesa es la codificación y la normatización clara, consciente, transparente y honesta de este tipo de procesos”.

Hay una cuestión que no se conoce y está como telón de fondo, opinó Martín Aguilar: “¿Qué está pasando con la industria petrolera en el país?, ¿qué se ha invertido, qué no se ha invertido?, ¿cuál es el ingreso que genera Pemex y hacia dónde va ese recurso?, ¿se le ha dado importancia a Pemex o se subsidia a otra serie de programas federales?”, planteó el investigador.

Contrario a lo que quisiera pensar, no hay un eco social a favor o en contra de la privatización, cuando más se traduce a un comentario de sobremesa, de pasillo o académico en algunos espacios, comentó Fabre Platas.

La soberanía tiene que redimensionarse y la industria petrolera es muy importante para fortalecer la soberanía del país, pero “tenemos que poseer una industria eficiente, eficaz y rentable; yo digo que en esta etapa no necesitamos privatizar”, manifestó Martín Aguilar.