Veracruz,
Ver.- Llegaron al Acuario de esta ciudad el viernes 25
de abril cerca de las dos de la tarde; vinieron de Pajarillo,
Nacaste y Costa de San Juan, tres comunidades pesqueras cercanas
a Alvarado. Eran 30 niños, ninguno pasaba de los 14 años.
Caminaban con los ojos muy abiertos, serios, agarrados de las
manos y con sus playeras blancas que ostentaban en letras verdes
“Nosotros somos los Herederos del Humedal”.
Blanca Cortina Julio, investigadora adscrita al Instituto de Investigaciones
Biológicas de la Universidad Veracruzana (UV), y quien
trabaja con las cooperativas de pescadores en dichas comunidades,
acompañó a los “Herederos del Humedal”
en este paseo especial por el Día del Niño.
¿Cuánto
falta para el viaje?
Dice Doña Panchita que sus nietos la tuvieron loca toda
la semana preguntándole cuánto tiempo faltaba para
el viaje.
Doña Panchita pertenece a la cooperativa de mujeres pescadoras
“La Mujer Costeña” que cultiva almeja y pargo
cerezo. En Nacaste tienen otra, “Mujeres Experimentando”,
la cual trabaja junto con “La Flota”, primera cooperativa
que surgió, sólo de hombres. Algunos años
atrás, ellas sólo se agrupaban conforme a los usos
de sus pueblos, no sabían sobre acuacultura ni protección
de las especies. Los hijos y nietos de estas mujeres de manos
ásperas y piel muy bronceada son los miembros del Club.
El
Club
Blanca Cortina dijo que el principal objetivo de los “Herederos
del Humedal” es hacer conciencia en los niños sobre
el cuidado de especies en peligro de extinción. Ellos aprenden
sobre la biología, la alimentación, la reproducción
y el peligro de algunas especies que existen en la zona; así
pueden reconocerlas y ayudar a salvarlas.
El programa “Herederos del Humedal” lo conforman niños
de entre cuatro y 14 años de estas comunidades. Se reúnen
dos veces por mes para recibir pláticas y talleres; además,
en cada poblado existe un centro de acopio de residuos de plástico
que luego venden a la empresa Carvit de Xalapa para recaudar fondos
y comprar implementos para las escuelas, “como el techo
para la escuela Costa de San Juan que se les voló con el
norte y no han podido reponerlo”, explicó Blanca
Cortina.
Doña Lupe, otra de las mamás que acompañaron
a “Herederos del Humedal” en la visita al Acuario
de Veracruz, describe estos nueve años desde que comenzaron
las cooperativas como un “cambio tremendo”. “Desde
que entró la Universidad, los chicos y los grandes aprendimos
cuáles son las especies en peligro de extinción”,
afirmó. Ahora, cuando encuentran algún animal que
ya conocen como protegido, avisan a la UV para que les indique
qué hacer. “Justo hace ocho días liberamos
unas tortugas ahí cerquita de la casa de una servidora”.
¿Y
Dominga?
Aunque “Herederos del Humedal” vienen desde hace cuatro
años al paseo, ésta es la primera ocasión
en que se incorpora la comunidad de Costa de San Juan.
Isamar, de 12 años, dice que los peces aquí son
muy distintos a los de su pueblo y que tienen muchos colores.
Al entrar al recinto se acomodaron en filas para pagar el boleto
a mitad de precio, cortesía del Acuario de Veracruz. La
primera en entrar fue Isabel, la más chaparrita. “¡Mira,
mira, mira!”, no paraba de repetir.
Conforme avanzaban descubrían loros, tortugas, pececitos.
Ella no sabe leer porque es muy pequeña, aunque repetía
lo que los niños grandes del Club leían en las tarjas
de los animales. Los “Herederos del Humedal” respondían
a las preguntas de los guías con entusiasmo y gran facilidad.
Cuando se acercaban a Blanca Cortina preguntaban en voz bajita:
“¿Y Dominga?, ¿cuándo la vamos a ver?”.
Álvaro Chávez Sosa, pescador y padre de uno de los
pequeñitos, nos explicó quién era Dominga.
En el 2003, su primo Armando estaba pescando en la zona cercana
a Nacaste y sintió que algo grande jalaba la carnada. Se
agarró y cuando logró sacarlo vio que era un manatí
herido. Lo subieron al bote, lo cuidaron en el pueblo tres meses
hasta que Blanca Cortina los convenció de que era necesario
traerla al Acuario para salvarle la vida. Luego encontraron otro
que apodaron La Costeña, y ambos hoy viven bajo los cuidados
de los biólogos.
“¡Ahí viene la raya, ahí viene la cherna!”,
gritaban todos junto a la gran pecera del Acuario. Estuvieron
atentos a cada sección, a cada explicación de los
guías. Los niños dicen que han aprendido mucho en
esta visita. Ahora, por ejemplo,
saben la diferencia entre una raya y una mantarraya, cuántos
años viven las medusas y qué tipo de veneno poseen.
Si están pescando en su pueblo y una les pica, aunque sientan
miedo y un gran dolor sabrán que no morirán pues
no son venenosas.
“Yo
también quiero ser pescador”
El camino hasta la última pecera duró casi una hora
y media. Llegados a este punto, no quedaba en los niños
ningún rastro de la timidez inicial. A pesar de la poca
luz en el interior del Acuario, entre los tonos azulados del agua
asomaban sus caritas redondas de unos ojos muy brillosos.
Sonreían, gritaban, tiraban del brazo a un compañero
para mostrarle algún descubrimiento emocionante, reían
a carcajadas o miraban con mucha atención cuando los guías
explicaban.
Sin embargo, ningún momento es comparable a cuando vieron
a Dominga. Una exclamación a coro llamó la atención
sobre el manatí que en ese momento salía de la cueva
simulada. “Le falta la aleta, es La Costeña”,
dijo Lupe. El guía respondió: “Ésa
que viene al otro lado es Dominga, miren qué gorda está”.
“Mira”, dijo Panchita, “ella es nuestra Dominga”.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. Sucedió una ronda
de preguntas sobre su alimentación, si tenía bebés,
si estaba bien de salud. Antes de tomarse la última foto
de grupo todos aplaudieron, con unas sonrisas enormes.
Irving de Jesús es uno de los niños más grandes
del Club. Él ayudó a cuidar a Dominga, ha recogido
plástico y ha aprendido mucho sobre los animales. Dice
que quiere ser veterinario, o maestro, pero que también
le encantaría ser pescador: “Nos gusta mucho el mar,
allí nos criamos, allí tenemos todo”, dijo
con su sonrisa tímida y su acento costeño. Luego,
como quien no debe nada, fue a ver souvenirs de Veracruz con sus
amigos.