Año 8  • No. 312 • Junio 2 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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  Cátedra Ruy Pérez Tamayo
La ciencia tiene seis
reglas de juego
Éstas son: no decir mentiras, no ocultar verdades, no apartarse de la realidad, cultivar la consistencia interna, no rebasar el conocimiento y entender que los “hechos” también se equivocan
Edith Escalón
Aunque a mediados del siglo XX los científicos defendían la existencia de un solo
método científico, el análisis crítico de la evolución y la filosofía de la ciencia le
permitieron a Ruy Pérez Tamayo, uno de los científicos mexicanos más prominentes del siglo XXI, comprender que esa postura, hoy, es completamente inaceptable.

Como parte de la Cátedra que lleva su nombre, instaurada por la Universidad Veracruzana (UV) en 2005, el médico, investigador y profesor emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mostró a más de 70 universitarios –entre estudiantes, académicos e investigadores– cómo ha cambiado este dogma que fue fundamental para acercarse al conocimiento de la realidad.

Luego de una revisión cronológica de las distintas teorías de la filosofía de la ciencia, Pérez Tamayo se declaró un “convencido” de que la ciencia bien hecha ha desarrollado “reglas del juego” para reducir, hasta donde es posible, la interferencia de las capacidades sensoriales, cognitivas, y las influencias históricas y sociales en la relación del hombre con la realidad.

Con la autoridad que le confiere haber vivido seis décadas de la ciencia y para la ciencia, pertenecer a 43 sociedades científicas, haber sido profesor en 11 universidades del mundo, autor de 50 libros, más de 150 artículos científicos especializados y más de mil de divulgación, ponente en más de 800 conferencias, profesor emérito de la UNAM e investigador nacional de excelencia, Pérez Tamayo contraviene a los cánones sagrados de la ciencia tradicional y afirma categórico: el método científico no existe.

Un solo método limitaría el progreso de la ciencia
En principio, sostuvo que la idea de un solo método que contiene principios firmes e inalterables y absolutamente obligatorios para realizar todos los oficios de la ciencia es desafortunada y errónea: “No hay una receta que se ajuste universalmente a todos los problemas de todas las ciencias y que asegure, que garantice la revelación de sus respectivas soluciones”.

En la Cátedra, que se realizó en siete conferencias, explicó que la ciencia es un grupo muy heterogéneo de actividades cuya naturaleza específica está determinada por las características de cada área: “Es fácil comprender que un físico nuclear experimental haga en su laboratorio cosas diferentes de las que realiza en el campo un genetista de poblaciones, y totalmente distintas a las que hace un neurobiólogo experto en la conciencia o un economista. Hay tantos métodos como áreas científicas”, remarcó.

Luego de una revisión en torno al tema, coincidió con Paul Feyerabend, filósofo vienés que señaló que en la historia de la ciencia “el método científico nunca ha existido”, pues cada investigador ha obrado con absoluta libertad haciendo cosas a su manera, y “tampoco debería existir” porque sería una limitante de las opciones de los investigadores y se opondría al progreso de la ciencia.

El investigador, distinguido con la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana en 2004, coincidió con Feyerabend en su libro Contra el método: “La unanimidad de opinión puede ser adecuada para una iglesia o para los débiles súbditos de algún tirano; en cambio, la diversidad de opinión es necesaria para el conocimiento objetivo. Cualquier método que estimule la variedad es también el único método compatible con la visión humanitaria”.



Cátedra
Ruy Pérez Tamayo en la UV


La Cátedra Ruy Pérez Tamayo en la UV ha dado lugar a conferencias de científicos prominentes, entre ellos Julieta Fierro, quien abordó temas como arqueoastronomía y el origen del universo; José Luis Díaz, quien habló de la corriente de la conciencia, el cerebro y la identidad del dolor; David Kershenobich, quien presentó una revisión de temas médicos, entre los que destacan la hepatitis C, alcohol e hígado y cirrosis hepática, y el propio Pérez Tamayo, que antes de este encuentro presentó conferencias en torno a la historia de la medicina.

Las reglas del juego
Para el científico, miembro de El Colegio Nacional, si se acepta que el método científico no existe, ¿pueden distinguirse algunos principios generales a todos ellos? Su respuesta es sí. Éstos, dijo, contribuyen a redondear el perfil de la ciencia como una actividad humana, si no específica, sí por lo menos, característica.

La primera de ellas consiste en no decir mentiras. El científico distinguió en principio entre la mentira y el error: “El error es inevitable porque la perfección no forma parte de la condición humana, y los científicos hacen todo lo posible por reducirlo al mínimo”.

En cambio, aseguró que la mentira es perfectamente evitable y está proscrita no sólo en la ciencia, sino en cualquier otra forma de interacción humana, aunque aceptó que hay campos en los que no sólo se tolera sino que se supone, como en la poesía o en la literatura (donde se conoce como fantasía), en la publicidad o en la propaganda, y muy especialmente en la política.

La segunda consiste en no ocultar verdades. Respecto a ésta, Pérez Tamayo afirmó que el científico debe presentar todos los datos que le permitieron llegar a las conclusiones que propone: “No se vale pasar por alto o de plano eliminar la información que pueda restarle contundencia a sus resultados”.

Aseguró además que es fundamental que su comunicación contenga la relación completa que permita a otros investigadores reproducir las experiencias descritas: “Cuando se oculta parte de los datos no se miente, pero se impide que la ciencia ejerza sus funciones críticas sobre las nuevas proposiciones”.

De acuerdo con el investigador, esto ocurre a veces en campos muy competidos en donde un científico que ha inventado una técnica quiere aprovecharla al máximo antes de que sus colegas la conozcan. “Los científicos académicos comparten libremente la información; en cambio, ocultar datos y resultados es la regla en los laboratorios de empresas comerciales y la base del sistema internacional de patentes”.

La tercera regla es no apartarse de la realidad, pues la ciencia es una actividad limitada a la naturaleza, a todo lo que constituye la realidad, pero nada más. “Pretender incluir en la ciencia aspectos sobrenaturales o fantásticos es ir en contra de su espíritu”.

Sin embargo, advirtió que aunque la regla es que distinguir la realidad de lo irreal es sencillo, en ocasiones el nuevo conocimiento puede ser tan inesperado que se rechace como inexistente: “Un ejemplo fue la resistencia de ciertos médicos eminentes a aceptar la teoría microbiana de la enfermedad, propuesta por Pasteur y Koch, a fines del siglo XIX”.

La cuarta regla del juego, cultivar la consistencia interna, implica que las conclusiones del científico no puedan ser internamente contradictorias: “Debe tenerse presente que algunos descubrimientos importantes pueden contradecir ideas o conceptos previamente aceptados, que entonces se modifican o se abandonan”.

La quinta regla consiste en no rebasar el conocimiento. Para Ruy Pérez, una tendencia muy natural del hombre es extrapolar la información a lo desconocido, “a proyectar lo que ya sabemos más allá de los límites de donde lo hemos aprendido”, lo que sólo resulta válido como hipótesis a verificar, cambiar o rechazar si no resulta correcta.

La sexta regla sostiene que los “hechos” también se equivocan. El científico explicó que como toda actividad humana, la ciencia está sujeta a errores inevitables porque la perfección no forma parte de la condición humana. “Los investigadores sabemos muy bien lo difícil que resulta estar bien seguros de que las cosas son como parecen ser o como creemos que deberían ser; podemos equivocarnos muy fácilmente si tomamos a nuestras primeras experiencias de un fenómeno como si fueran la realidad”.

Pérez Tamayo aseguró que los científicos han aprendido que los fenómenos deben observarse muchas veces, de distintas maneras, hacer toda clase de analogías, comparaciones, experimentos, esperar las críticas y observaciones de colegas “y aún así, podemos estar equivocados”.

Para el investigador, gracias a estas reglas del juego los científicos han podido obtener los resultados más confiables y reproducibles de su trabajo, los que mejor reflejan a la realidad que están interesados en conocer.

“Hemos podido calcular y construir puentes que no se caen, aviones que nos transportan de un lado a otro del mundo, aparatos para analizar el interior de nuestros cuerpos sin necesidad de bisturí, instrumentos para explorar los mundos microscópicos y telescópicos, drogas para combatir infecciones, para controlar el dolor y curar ciertos tipos de cáncer, cohetes para alcanzar la luna y técnicas para descifrar el genoma humano.”

Además, aseguró que los resultados de la actividad científica permiten plantear nuevas preguntas y desarrollar nuevas observaciones, nuevos experimentos que aumentan la comprensión de la naturaleza.

La estructura de la ciencia
Además de la Cátedra, Ruy Pérez Tamayo presentó en la UV su libro más reciente intitulado La estructura de la ciencia, una edición del Fondo de Cultura Económica (FCE) que en 15 capítulos presenta un repaso de las principales críticas al concepto “clásico” de la ciencia, además de ideas y experiencias sobre algunos aspectos de la filosofía de la ciencia.

“He escrito este libro porque todavía creo que el conocimiento científico refleja en forma confiable, aunque también incompleta, a veces equivocada, y otras veces acertada, siempre mejorable, la realidad del mundo en que vivimos”, aseguró el autor.

En la presentación, realizada en el Auditorio del Museo de Antropología de Xalapa y moderada por la directora del mismo, Sara Ladrón de Guevara, Pérez Tamayo se dijo “convencido de que la ciencia ha progresado a partir de la estructura que tiene hoy, aunque ese progreso ha sido irregular y heterogéneo”.

Para Joaquín Diez-Canedo, director de la Editorial de la UV, “pocos libros hay tan útiles y tan bien concebidos”, pues aseguró que no se trata de una mera enumeración de teorías, sino del análisis de posiciones filosóficas respecto de la ciencia, provenientes de uno de los científicos con mayor autoridad en México.

Asdrúbal Flores, coordinador de la División de Desarrollo Tecnológico del Consejo Veracruzano de Ciencia y Tecnología, destacó también los méritos del autor, quien se ha convertido en una institución en materia de filosofía de la ciencia en el país.