Una
reforma hacendaria que le quite peso fiscal a la empresa, la creación
de un órgano autónomo que dirija, regule y supervise
las acciones de Petróleos Mexicanos (Pemex), la utilización
de la figura “contrato-plan” y reintegrar en una sola
empresa las cuatro subsidiarias, son modificaciones que hacen viable
un proyecto nacionalista para Pemex, sin necesidad de integrar capital
privado al sector energético nacional, sostuvo el especialista
en la materia, Fluvio Ruiz Alarcón.
“En 2007, Pemex obtuvo ingresos por 1.16 billones de pesos,
tuvo utilidades antes de impuestos de 855 mil millones de pesos y
tuvo pérdidas luego de impuestos por 16 mil millones de pesos.
No hace falta argumentar demasiado, no hay empresa en el mundo que
sobreviva si año con año tiene que pagar más
de 100 por ciento de sus utilidades”, sostuvo el físico
e ingeniero con maestría en Extracción Petrolera y colaborador
de la revista Mundo del petróleo, la publicación especializada
más prestigiada de Latinoamérica.
Ruiz Alarcón sostuvo que estos cambios necesarios deben darse
en cuatro niveles: el fiscal; en la estructura institucional (con
la creación de un órgano autónomo que dirija,
regule y supervise las acciones de la empresa); en la relación
entre el Estado y la empresa; y en la propia organización de
la empresa.
“Petrobras de Brasil y Statoil de Noruega han logrado una alta
eficiencia mediante órganos autónomos de operación;
en ese sentido, Pemex necesita un órgano técnico integrado
que apruebe los planes de búsqueda, desarrollo, extracción
y abandono de los yacimientos; que le diga bajo qué normas
ambientales debe operar y que vigile el cumplimiento de estas regulaciones”,
explicó.
En cuanto a la relación del Estado y la empresa, Ruiz Alarcón
propuso la creación de la figura del “contrato-plan”
–utilizado en Francia, país que tiene las empresas estatales
más eficientes del mundo–, una especie de compromiso
recíproco entre el Estado y su empresa pública, en el
que aquél le fija ciertos objetivos a ésta y se compromete
a otorgarle los recursos económicos y de todo tipo para que
los objetivos se cumplan.
Además, Pemex podría reintegrar la empresa en una sola
para poder aprovechar las ventajas de las economías de red
y de escala, con los respectivos mecanismos de transparencia y rendición
de cuentas. Incluso, señaló que podría modificarse
el Consejo de Administración, de manera que frente a la tentación
instrumentalista de los representantes del gobierno y a la vocación
por naturaleza gremial de los representantes del sindicato, se pueda
sumar una voz de gente que pudiera aportar una visión de largo
plazo de la industria.
“A un nivel intermedio, se debería devolver la naturaleza
de instituto de investigación al Instituto Mexicano del Petróleo
(IMP), que es como fue concebido. El año pasado Petrobras invirtió
mil millones de dólares en investigación –dicha
empresa tiene su principal fortaleza en la inversión para la
formación de sus cuadros técnicos y para la investigación
y desarrollo tecnológico–, mientras que el apoyo presupuestal
para el IMP fue de 44 millones de dólares”.
El especialista sostuvo además que en México es urgente
darle valor agregado al petróleo crudo, Pemex debe dejar de
ser una empresa que vende petróleo crudo y que deja de lado
la transformación industrial, lo que ha llevado al país
a importar 41 por ciento de la gasolina que consume.
Fluvio Ruiz explicó que además de pagar al fisco 55
por ciento de sus ingresos, a Pemex se le impone el llamado “superávit
primario”, que es una cantidad de dinero que si bien no entrega
al fisco, no puede utilizar; se ha abusado tanto de este mecanismo
que a final de 2008 Pemex tendrá 457 mil millones de pesos
sin utilizar depositados en diferentes instrumentos financieros.
“Para decirlo coloquialmente, a Pemex se le obliga a utilizar
una tarjeta de crédito cuando tiene dinero en una tarjeta de
débito. Esto es la base de la descapitalización, de
la insuficiencia de infraestructura y de que al día de hoy
estemos importando 41 por ciento del consumo total de gasolina en
México”, dijo.
Respecto de la iniciativa presentada por el Ejecutivo para la reforma
energética, el especialista dijo que si bien el objetivo pudiera
ser correcto –ya que se crea un régimen fiscal menos
agobiante en el caso particular de exploración en aguas profundas
y en el Paleocanal de Chicontepec–, está pensada para
que terceros puedan invertir en estas áreas que hoy la constitución
reserva a la nación.
“Se flexibiliza el régimen fiscal ahí donde se
pretende que haya inversión privada, pero no donde Pemex tiene
la responsabilidad exclusiva. Además, un elemento positivo
de la iniciativa oficial, que es ir hacia un régimen de autonomía
presupuestal de Pemex, se nulifica porque la Ley Federal de Derechos
establece un régimen transitorio sumamente complicado que dificultaría
sobremanera que Pemex acceda a ese régimen, que es el correcto”.
Ruiz Alarcón sostuvo que para que la empresa pueda ser eficiente,
se le debería permitir utilizar estos 457 mil millones de pesos
del superávit primario; implementar una reforma hacendaria
progresiva que le quite peso fiscal a Pemex y que grave al gran capital
–Pemex paga más impuestos que todas las empresas privadas
juntas–; una modificación de la distribución de
los recursos conocidos como excedentes del petróleo, que se
oriente fundamentalmente a la reinversión productiva en Pemex.
Además, explicó que es necesario que se elimine la actual
fórmula de determinación del precio de referencia del
petróleo –este año ese procedimiento fijó
el precio en 49 dólares por barril, cuando el precio real está
muy cerca de los 100 dólares, lo cual afecta a la empresa porque
sus ingresos están calculados a partir del precio de referencia,
y todo el dinero extra se va directamente a los excedentes y no se
puede hacer una reinversión productiva.
“De haberse fijado el precio de referencia en 62 dólares,
el Estado tendría los 100 mil millones de pesos que ahora se
dice que el país no recibe por no tener la reforma energética
que propone el Ejecutivo”, dijo. Reformas
eléctricas: anticonstitucionales
Por su parte, Edgar Belmont Cortés, académico de la
Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), sostuvo que es
una falacia que el nacionalismo sea un obstáculo para el
desarrollo del sector energético nacional y sostuvo que las
propuestas de privatización de Pemex, la Comisión
Federal de Electricidad (CFE) y la Compañía Luz y
Fuerza del Centro (CLFC) tienen tras de sí intereses de empresas
privadas ávidas de ingresar al negocio.
Como prueba de ello, mencionó que en 2003 las cámaras
de Diputados y Senadores interpusieron una denuncia de hechos contra
el Poder Ejecutivo, el Presidente de la Comisión Reguladora
de Energía (CRE), el director de CFE y el Secretario de Energía,
donde se señala que los acusados incurrieron en actos que
violentan el texto expreso de la Constitución y lo dispuesto
en la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica,
pues se considera que los permisos otorgados por el gobierno federal
y la CRE buscaban expandir el servicio público de energía
eléctrica casi exclusivamente con base en permisos de producción
privada y atentaban contra el servicio público al impedir
que la CFE ocupara sus recursos en la construcción de nuevas
centrales eléctricas.
“Durante el sexenio de Carlos Salinas se abrieron las puertas
al capital privado para generar electricidad para autoconsumo; Ernesto
Zedillo buscó una apertura de electricidad, aduciendo que
la misión de la empresa pública había llegado
a su fin, y Vicente Fox buscó abrir el mercado de usuarios
de alta y media tensión –que en conjunto consumen cerca
de 70 por ciento del total de electricidad en el país–”,
sostuvo Belmont Cortés.
Actualmente, 34 por ciento de la energía eléctrica
que se consume en el país la generan empresas privadas. De
2000 a 2007 los productores privados –a quienes, a partir
de 2001 CFE debe comprarles sus excedentes de producción–
aumentaron su capacidad de generación en 11 mil megawatts,
mientras que CFE lo hizo en sólo cuatro mil.
Con estas disposiciones, señaló Belmont Cortés,
el proyecto de la empresa pública se ha hecho cada vez más
inconsistente, por lo que las actividades, incluyendo la seguridad
en el trabajo, la contratación de tecnología, de servicios,
de asesoría en proyectos de ingeniería, no son prioridad.
“Renunciar a la formación y capacitación de
recursos humanos que requiere el país y la empresa pública,
es cancelar la posibilidad de establecer vínculos con las
universidades para promover, financiar y desarrollar, de forma conjunta,
investigación y tecnología necesarias para garantizar
la soberanía energética de cualquier país.
Además de que la falta de inversión y de proyecto
en la empresa pública se traduce en un deterioro de la prestación
del servicio público.” |