Año 8 • No. 317 • Julio 7 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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  La autonomía
revisitada
(2 de 3)
Víctor M. Morales Pavón
Centro de Idiomas-Veracruz
Quizás el antecedente histórico más directo de este concepto fueron los juegos mnemotécnicos que utilizaban los narradores para retener y no olvidar sus historias, es decir, para aprenderlas mejor. De manera general, la palabra estrategia (del griego estrategia, el arte de la guerra) es el plan o conjunto de pasos para lograr un objetivo.

En el contexto educativo, se le llama estrategia de aprendizaje al conjunto de acciones específicas emprendidas por un alumno con el objeto de hacer de su aprendizaje un proceso más efectivo y más disfrutable y que, además, le ofrezcan la posibilidad de poder transferirlo a nuevas experiencias.

La sensibilización y el desarrollo de estrategias o estilos de aprendizaje es, en realidad, un viaje hacia el interior del individuo, en donde se combinan un autocuestionamiento y la consideración de una serie de actividades específicas, cuyo objetivo será el descubrimiento y elección de aquellas prácticas y herramientas, que de manera consciente y dirigida coadyuven a lograr un nuevo conocimiento: si el alumno procesa la información de manera visual, oral, auditiva, si prefiere la utilización de mapas conceptuales, etcétera. Estos elementos son de gran importancia, pues ellos definirán aspectos relacionados con la metodología a seguir en clase.

Los beneficios de un buen trabajo en el descubrimiento, implementación y desarrollo de estrategias de aprendizaje personalizadas (cada alumno es un caso especial) son abundantes. No solamente tienen una función inmediata en la mejor adquisición de nuevos conocimientos, sino que también incluyen funciones metacognitivas, ya que tienen que ver con el desarrollo de actividades tales como la planeación y la autoevaluación en el individuo.

El desarrollo e implementación de estrategias de aprendizaje pertinentes tienen como resultado un mayor grado de confianza del alumno en sí mismo, ya que éste reconoce el poder de esas estrategias que le son propias. De manera específica, un buen entrenamiento en esta área ayuda al alumno a entender por qué y cuándo ciertas estrategias son las más importantes para ella o él en particular a la hora de estudiar.

Otra manera de provocar un grado de autonomía en el alumno es sugerir un trabajo de autoaprendizaje, el cual podría ser una continuación natural luego de un reconocimiento de las estrategias de aprendizaje adecuadas a cada alumno. De manera general, el autoaprendizaje se define como aquella situación en la que un solo alumno o varios trabajan sin el control directo del maestro.

Esto puede ser en varias modalidades o tiempos, es decir, puede haber un trabajo de autoaprendizaje a lo largo de todo un curso o solamente durante un periodo de tiempo relativamente corto, como podría ser el caso de una unidad. Evidentemente, esto implica toda una preparación –una cultura– para lograr llegar a esta condición.

Existen varias circunstancias por las que una situación de autoaprendizaje se da: gran distancia hacia el centro escolar, falta de tiempo debido al trabajo, el alumno no puede desplazarse físicamente por sí mismo, las necesidades de aprendizaje del alumno son distintas a los planes de estudio in situ, necesidad de cursos intensivos, etcétera.
En el caso de un sistema escolarizado, es factible pensar también que un alumno que conoce cuál es la manera en que mejor aprende, que conoce y aplica las estrategias de aprendizaje que mejor le convienen, pueda desarrollar un grado de autonomía y tomar, en consecuencia, un papel protagónico en la clase y a lo largo del curso.

Es decir, estamos hablando de lograr una situación en la que el alumno conoce herramientas concretas y específicas propias con las cuales aprenderá mejor y que además pueda tener la oportunidad de tomar decisiones junto con el maestro, dejando de lado la figura de un sujeto pasivo para quien las decisiones ya han sido tomadas con anterioridad.

Los maestros, al estimular modelos de autoaprendizaje en clase, devuelven a los alumnos el estatus de seres con personalidad y capacidad propia, reducen el sentimiento de inferioridad en sus alumnos, incrementando en éstos la motivación y participación al máximo, pues se considerarán tomados en cuenta.

Al realizar un entrenamiento continuo en esta modalidad, se estará encaminando al alumno el grado mayor en la filosofía del autoaprendizaje, ésto es, a un nivel de alumno autónomo. Es decir, un alumno responsable de tomar todas, o la mayoría de las decisiones respecto de su propio proceso de aprendizaje, un alumno consciente de su nivel y necesidades, capaz de monitorear su progreso en clase y establecer posibles metas, de manera individual o en grupo.

Aquí es menester recordar que la noción de autonomía no es sinónimo de aislamiento, lo cual nos da pie para introducir un tercer enfoque a nuestro tema y que es el desarrollo de lo que se ha denominado como aprendizaje colaborativo.

El punto de partida en esta otra modalidad educativa es el de considerar el trabajo aislado como una práctica que puede retardar el progreso de nuestro aprendizaje, o bien que éste se vuelve un proceso más lento en una situación de completo aislamiento. De tal manera que, al cooperar con los demás, podemos entender mejor las experiencias propias ya que, al contar con esas referencias, podemos evitar subjetividades que nos impidan ver con claridad nuestro propio progreso.

El aprendizaje colaborativo –o cooperativo– entrena al alumno a trabajar con sus compañeros de clase en equipo sobre una actividad o tema específicos, de tal manera que todos en el grupo se benefician de la interactividad producida por la experiencia. Los alumnos aprenden a tomar responsabilidad no sólo de su propio aprendizaje, sino también por el de los demás en el grupo.

Esta dependencia, de carácter positivo, contribuye a formar verdaderas comunidades de aprendizaje, dentro y fuera del salón de clases, en donde cada miembro participa activamente para alcanzar metas importantes para el grupo. Así, cada participante experimenta una sensación de adhesión, comunidad y responsabilidad compartida por todos los demás en el grupo.