Año 8  • No. 318 • Julio 14 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Viridiana
Roberto Ortiz Escobar

roe_xal@yahoo.com.mx

Frecuentemente, los grandes personajes del cine devienen de los recuerdos infantiles o juveniles de sus creadores. En el caso de Viridiana (México-España, 1961), Luis Buñuel apuntaba que durante sus estudios infantiles con los jesuitas leyó en una revista un texto sobre una santa de nombre Viridiana. En un momento posterior de adolescencia se enamoró de la reina española Victoria Eugenia, cuya belleza nórdica le fomentó una fantasía erótica: después de poner narcótico a un recipiente con leche, la monarca ingería la bebida y quedaba dormida; entonces un Buñuel imaginario ingresaba a su cuarto y hacía lo que quería con el objeto de su deseo.

Efectivamente, Viridiana fue una santa italiana nacida en 1182 y en algún momento, cuenta la leyenda, su espíritu menesteroso la llevó a regalar a la gente pobre las mercancías acaparadas por un tío suyo que pretendía vender los productos a un precio desmedido. Frente al encono del pariente, Viridiana le pidió una tregua de 24 horas, después de las cuales el tío regresó a la bóveda sorprendiéndose de que los artículos estuvieran de nueva cuenta en su lugar.

Este tipo de acto providencial seguramente sirvió al cineasta aragonés para delinear la conducta de la Viridiana fílmica (Silvia Pinal), aquella cuya caridad entusiasta dio como resultado uno de los mayores actos de irreverencia que hallamos visto en el cine: en la escena de los mendigos, estos reproducen, cual festín grotesco, las imágenes de la última cena de Jesucristo con sus discípulos.

Si bien Viridiana llegaba de visita a la hacienda de su tío Jaime (Fernando Rey), bastaba un evento manipulador para que desistiera de su misión religiosa, no así de su apremio caritativo que le propinaba nuevas complicaciones, entre otras, ser tentada por el deseo carnal. La escena central entre Viridiana y su tío es aquélla donde éste la obliga a ponerse el vestido de novia de su esposa muerta. Si bien el viejo la narcotiza para poseerla y sólo le da un beso, le miente diciéndole que la ha poseído.

En el guión original había un apartado que irritó a la censura española: al final de la cinta, Viridiana entraba al cuarto del primo sugiriendo su sometimiento al hijo de don Jaime (Francisco Rabal). Por ello Buñuel debió cambiar el contenido con un juego de cartas entre el primo, su amante y Viridiana, espetándole aquél a la ex novicia: “sabía que acabarías jugando al tute con nosotros”.

Este final resultaba aún más inquietante, propiciando el encono de figuras como Vittorio de Sica, quien después de verla con Jeanne, la esposa de Buñuel, salió muy molesto del cine. En el taxi que tomaron le preguntó a ésta si su marido era monstruoso y le pegaba en la intimidad, a lo que ella contestó: “cuando hay que matar a una araña, me llama a mí”.

Para Buñuel no fue fácil encaminar sus pasos fílmicos a España, ya que la comunidad republicana en México le reprochó que filmara en la península con Franco en el poder. Cuál sería la sorpresa de estos críticos acalorados que en cuanto la película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, el ministro de Información y Turismo prohibió la cinta en territorio español y el director de cinematografía que recibió la presea fue despedido.

El mismo Franco hizo que le proyectaran la obra, y si bien no se alarmó por el contenido de la misma, la guadaña de la censura ya había decidido velar por la tranquilidad de las buenas conciencias. En Italia causó tal resquemor que Buñuel fue procesado y se le prohibió el ingreso a ese país, a no ser que quisiera vivir en un centro penitenciario.

Esta cinta se exhibe el día de hoy a las 16:00 horas en el Aula Clavijero de Juárez 55 como parte del ciclo de cine internacional programado por el Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana. La entrada es gratuita.