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Viridiana
Roberto Ortiz Escobar
roe_xal@yahoo.com.mx |
Frecuentemente,
los grandes personajes del cine devienen de los recuerdos infantiles
o juveniles de sus creadores. En el caso de Viridiana (México-España,
1961), Luis Buñuel apuntaba que durante sus estudios infantiles
con los jesuitas leyó en una revista un texto sobre una santa
de nombre Viridiana. En un momento posterior de adolescencia se enamoró
de la reina española Victoria Eugenia, cuya belleza nórdica
le fomentó una fantasía erótica: después
de poner narcótico a un recipiente con leche, la monarca ingería
la bebida y quedaba dormida; entonces un Buñuel imaginario
ingresaba a su cuarto y hacía lo que quería con el objeto
de su deseo.
Efectivamente, Viridiana fue una santa italiana nacida en 1182 y en
algún momento, cuenta la leyenda, su espíritu menesteroso
la llevó a regalar a la gente pobre las mercancías acaparadas
por un tío suyo que pretendía vender los productos a
un precio desmedido. Frente al encono del pariente, Viridiana le pidió
una tregua de 24 horas, después de las cuales el tío
regresó a la bóveda sorprendiéndose de que los
artículos estuvieran de nueva cuenta en su lugar.
Este tipo de acto providencial seguramente sirvió al cineasta
aragonés para delinear la conducta de la Viridiana fílmica
(Silvia Pinal), aquella cuya caridad entusiasta dio como resultado
uno de los mayores actos de irreverencia que hallamos visto en el
cine: en la escena de los mendigos, estos reproducen, cual festín
grotesco, las imágenes de la última cena de Jesucristo
con sus discípulos.
Si bien Viridiana llegaba de visita a la hacienda de su tío
Jaime (Fernando Rey), bastaba un evento manipulador para que desistiera
de su misión religiosa, no así de su apremio caritativo
que le propinaba nuevas complicaciones, entre otras, ser tentada por
el deseo carnal. La escena central entre Viridiana y su tío
es aquélla donde éste la obliga a ponerse el vestido
de novia de su esposa muerta. Si bien el viejo la narcotiza para poseerla
y sólo le da un beso, le miente diciéndole que la ha
poseído.
En el guión original había un apartado que irritó
a la censura española: al final de la cinta, Viridiana entraba
al cuarto del primo sugiriendo su sometimiento al hijo de don Jaime
(Francisco Rabal). Por ello Buñuel debió cambiar el
contenido con un juego de cartas entre el primo, su amante y Viridiana,
espetándole aquél a la ex novicia: “sabía
que acabarías jugando al tute con nosotros”.
Este final resultaba aún más inquietante, propiciando
el encono de figuras como Vittorio de Sica, quien después de
verla con Jeanne, la esposa de Buñuel, salió muy molesto
del cine. En el taxi que tomaron le preguntó a ésta
si su marido era monstruoso y le pegaba en la intimidad, a lo que
ella contestó: “cuando hay que matar a una araña,
me llama a mí”.
Para Buñuel no fue fácil encaminar sus pasos fílmicos
a España, ya que la comunidad republicana en México
le reprochó que filmara en la península con Franco en
el poder. Cuál sería la sorpresa de estos críticos
acalorados que en cuanto la película ganó la Palma de
Oro en el Festival de Cannes, el ministro de Información y
Turismo prohibió la cinta en territorio español y el
director de cinematografía que recibió la presea fue
despedido.
El mismo Franco hizo que le proyectaran la obra, y si bien no se alarmó
por el contenido de la misma, la guadaña de la censura ya había
decidido velar por la tranquilidad de las buenas conciencias. En Italia
causó tal resquemor que Buñuel fue procesado y se le
prohibió el ingreso a ese país, a no ser que quisiera
vivir en un centro penitenciario.
Esta cinta se exhibe el día de hoy a las 16:00 horas en el
Aula Clavijero de Juárez 55 como parte del ciclo de cine internacional
programado por el Departamento de Cinematografía de la Universidad
Veracruzana. La entrada es gratuita. |
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