Año 1 • No. 42 • octubre 22 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
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Descubramos el cine de vanguardia
"No se asusten, sólo ha nacido el cine"
Gina Sotelo Ríos
 


Era un 28 de diciembre de 1895, en la Ciudad Luz. En una pequeña sala parisina se apagaban las luces. Los selectos asistentes, que segundos antes se movían y charlaban, quedaron expectantes y temerosos ante una tela blanca que dejó de apreciarse. De pronto, y como por arte de magia, la tela se transformó en una ventana deslumbrante que fue atravesada por una locomotora, la cual se abalanzó sobre los espectadores aterrorizados, quienes actuaron como si estuvieran ante una catástrofe fulminante. Seguramente los que proyectaron por vez primera esta película dijeron a los nerviosos testigos del fenómeno: "¡no se asusten, sólo ha nacido el cine!"

De ahí a la fecha, muchas tendencias han nacido y desaparecido dentro del llamado séptimo arte, pero entre ellas tiene un lugar especial el cine de vanguardia que, al igual que esa corriente artística, obtiene su energía vital del movimiento, del anhelo de una nueva forma de representación que incluye las fuerzas cinéticas, contraponiéndose a las leyes de la composición clásica que hasta entonces habían regido en el arte.

Para hablar sobre las vanguardias pictóricas, las búsquedas de su estilo documental y principales exponentes, del 8 al 12 de octubre Eduardo de la Vega Alfaro estuvo en Xalapa para ofrecer el curso "Cine y pintura en la era de las vanguardias", invitado por el departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana.

En sus sesiones de trabajo, De la Vega Alfaro planteó que las vanguardias fueron una serie de movimientos y grupos artísticos que irrumpieron hacia la década de los años 20, planteando una revolución del arte y llevándolo a un estado moderno. Se dan en literatura, escultura, teatro y arquitectura principalmente, como resultado del avance notable del proceso de industrialización y urbanización del globo: "los artistas se percatan que las maneras de representar al mundo que los precede se han vuelto académicas. Las vanguardias son reacciones frente a esta situación del arte y proponen una acorde con el desarrollo, el avance tecnológico e industrial".

Así, las vanguardias se plasmarán el expresionismo, que toma en cuenta los estados de angustia, depresión e inestabilidad; el surrealismo se volcará sobre los sueños y los delirios; el futurismo - a la cabeza de la provocación violenta- proyectará su idea de arte hacia un futuro asociado con el movimiento, las máquinas o viajes interplanetarios, mientras que otras vanguardias, como las que irrumpieron en la ex Unión Soviética, vincularon sus propuestas con el cambio social que llevó hacia un orden superior al capitalismo. Cada una de las vanguardias ofrece matices y tiene sus principales exponentes, además de que plantea su propio concepto de arte moderno e innovador, enriqueciendo con ello la estética del siglo XX.

De la relación estrecha entre cine y pintura de vanguardia, aclaró que varios exponentes del cubismo, surrealismo, futurismo y dadaísmo se dan cuenta que el cine ya había empezado a desarrollarse como espectáculo: "ellos ven en el cine el medio que les permite mostrar sus obsesiones, como la representación de la pintura en movimiento. Una de las características de la pintura de vanguardia era que aludía el movimiento dentro del cuadro, el cual no se veía, pero que estaba enunciado".

En Alemania, artistas plásticos como Walther Ruttmann, Hans Richter y Viking Eggeling se dan cuenta de la cualidad del cine al representar el movimiento, y comienzan a desarrollar sus temas a través de este medio y ya no en el cuadro, sino en la pantalla, fenómeno que también ocurrió en Francia, la ex Unión Soviética e Italia.

Durante su curso, De la Vega Alfaro recomendó a los asistentes películas y autores obligados para entender las vanguardias. Entre ellas, Sinfonía diagonal, de Eggeling, donde se aprecia un planteamiento estético en el que la pintura logra moverse; Berlín, sinfonía de una ciudad, documental donde Ruttmann utiliza la vida cotidiana para representar el vértigo de la modernidad con un estilo moderno; Ballet mecánico, de Fernand Lèger, un ejercicio que mezcla la música clásica con los movimientos de las máquinas, del rostro y las perspectivas de los grandes pintores cubistas, y Napoleón, de Abel Gance, que retoma la tradición del impresionismo francés mediante un montaje muy ágil y un trabajo rítmico.

No podían faltar las obras de Sergei Eisenstein comprometidas con la revolución y el cambio social, pero concibiendo una revolución del arte como tal para las masas proletarias, como sucede en ¡Que viva México!, y las producciones de Luis Buñuel, nutridas de la pintura de vanguardia -el surrealismo, principalmente-, como La edad de oro o Un perro andaluz.

Entre sus conclusiones, afirmó que las vanguardias en general, cuando se hicieron películas, buscaron que surgiera un nuevo espectador distinto al que se identificaba con las historias convencionales, sino que fuera activo y, a través de la pantalla, encontrara otras posibilidades que le ayudaran a modificar su vida: "todas las vanguardias tuvieron el afán de cambiar la sociedad a través del arte y formar a un hombre nuevo que también fuera artista, una idea pretenciosa, pero interesante".

Eduardo de la Vega Alfaro hizo estudios de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es investigador del departamento de Investigación y Documentación de la Cineteca Nacional y profesor de Historia del Cine Mexicano e Historia del Cine Mundial en el Centro de Estudios para Estudiantes Extranjeros de la UNAM y en la Academia de Teatro, Radio, Televisión y Cinematografía de la Asociación Nacional de Actores. Actualmente coordina el área de Investigación y Difusión Académica del Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos (CIEC) de la Universidad de Guadalajara, y prepara una investigación en torno a la influencia de las artes plásticas mexicanas en el proyecto fílmico llevado a cabo en nuestro país de 1930 a 1932 por el cineasta y teórico soviético Sergei M. Eisenstein.