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Era un 28 de diciembre de 1895, en la Ciudad Luz. En una pequeña
sala parisina se apagaban las luces. Los selectos asistentes, que
segundos antes se movían y charlaban, quedaron expectantes
y temerosos ante una tela blanca que dejó de apreciarse.
De pronto, y como por arte de magia, la tela se transformó
en una ventana deslumbrante que fue atravesada por una locomotora,
la cual se abalanzó sobre los espectadores aterrorizados,
quienes actuaron como si estuvieran ante una catástrofe fulminante.
Seguramente los que proyectaron por vez primera esta película
dijeron a los nerviosos testigos del fenómeno: "¡no
se asusten, sólo ha nacido el cine!"
De
ahí a la fecha, muchas tendencias han nacido y desaparecido
dentro del llamado séptimo arte, pero entre ellas tiene un
lugar especial el cine de vanguardia que, al igual que esa corriente
artística, obtiene su energía vital del movimiento,
del anhelo de una nueva forma de representación que incluye
las fuerzas cinéticas, contraponiéndose a las leyes
de la composición clásica que hasta entonces habían
regido en el arte.
Para
hablar sobre las vanguardias pictóricas, las búsquedas
de su estilo documental y principales exponentes, del 8 al 12 de
octubre Eduardo de la Vega Alfaro estuvo en Xalapa para ofrecer
el curso "Cine y pintura en la era de las vanguardias",
invitado por el departamento de Cinematografía de la Universidad
Veracruzana.
En
sus sesiones de trabajo, De la Vega Alfaro planteó que las
vanguardias fueron una serie de movimientos y grupos artísticos
que irrumpieron hacia la década de los años 20, planteando
una revolución del arte y llevándolo a un estado moderno.
Se dan en literatura, escultura, teatro y arquitectura principalmente,
como resultado del avance notable del proceso de industrialización
y urbanización del globo: "los artistas se percatan
que las maneras de representar al mundo que los precede se han vuelto
académicas. Las vanguardias son reacciones frente a esta
situación del arte y proponen una acorde con el desarrollo,
el avance tecnológico e industrial".
Así,
las vanguardias se plasmarán el expresionismo, que toma en
cuenta los estados de angustia, depresión e inestabilidad;
el surrealismo se volcará sobre los sueños y los delirios;
el futurismo - a la cabeza de la provocación violenta- proyectará
su idea de arte hacia un futuro asociado con el movimiento, las
máquinas o viajes interplanetarios, mientras que otras vanguardias,
como las que irrumpieron en la ex Unión Soviética,
vincularon sus propuestas con el cambio social que llevó
hacia un orden superior al capitalismo. Cada una de las vanguardias
ofrece matices y tiene sus principales exponentes, además
de que plantea su propio concepto de arte moderno e innovador, enriqueciendo
con ello la estética del siglo XX.
De
la relación estrecha entre cine y pintura de vanguardia,
aclaró que varios exponentes del cubismo, surrealismo, futurismo
y dadaísmo se dan cuenta que el cine ya había empezado
a desarrollarse como espectáculo: "ellos ven en el cine
el medio que les permite mostrar sus obsesiones, como la representación
de la pintura en movimiento. Una de las características de
la pintura de vanguardia era que aludía el movimiento dentro
del cuadro, el cual no se veía, pero que estaba enunciado".
En
Alemania, artistas plásticos como Walther Ruttmann, Hans
Richter y Viking Eggeling se dan cuenta de la cualidad del cine
al representar el movimiento, y comienzan a desarrollar sus temas
a través de este medio y ya no en el cuadro, sino en la pantalla,
fenómeno que también ocurrió en Francia, la
ex Unión Soviética e Italia.
Durante
su curso, De la Vega Alfaro recomendó a los asistentes películas
y autores obligados para entender las vanguardias. Entre ellas,
Sinfonía diagonal, de Eggeling, donde se aprecia un planteamiento
estético en el que la pintura logra moverse; Berlín,
sinfonía de una ciudad, documental donde Ruttmann utiliza
la vida cotidiana para representar el vértigo de la modernidad
con un estilo moderno; Ballet mecánico, de Fernand Lèger,
un ejercicio que mezcla la música clásica con los
movimientos de las máquinas, del rostro y las perspectivas
de los grandes pintores cubistas, y Napoleón, de Abel Gance,
que retoma la tradición del impresionismo francés
mediante un montaje muy ágil y un trabajo rítmico.
No
podían faltar las obras de Sergei Eisenstein comprometidas
con la revolución y el cambio social, pero concibiendo una
revolución del arte como tal para las masas proletarias,
como sucede en ¡Que viva México!, y las producciones
de Luis Buñuel, nutridas de la pintura de vanguardia -el
surrealismo, principalmente-, como La edad de oro o Un perro andaluz.
Entre
sus conclusiones, afirmó que las vanguardias en general,
cuando se hicieron películas, buscaron que surgiera un nuevo
espectador distinto al que se identificaba con las historias convencionales,
sino que fuera activo y, a través de la pantalla, encontrara
otras posibilidades que le ayudaran a modificar su vida: "todas
las vanguardias tuvieron el afán de cambiar la sociedad a
través del arte y formar a un hombre nuevo que también
fuera artista, una idea pretenciosa, pero interesante".
Eduardo
de la Vega Alfaro hizo estudios de Sociología en la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Es investigador
del departamento de Investigación y Documentación
de la Cineteca Nacional y profesor de Historia del Cine Mexicano
e Historia del Cine Mundial en el Centro de Estudios para Estudiantes
Extranjeros de la UNAM y en la Academia de Teatro, Radio, Televisión
y Cinematografía de la Asociación Nacional de Actores.
Actualmente coordina el área de Investigación y Difusión
Académica del Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos
(CIEC) de la Universidad de Guadalajara, y prepara una investigación
en torno a la influencia de las artes plásticas mexicanas
en el proyecto fílmico llevado a cabo en nuestro país
de 1930 a 1932 por el cineasta y teórico soviético
Sergei M. Eisenstein.
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