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México,
DF.- El Cine Club de la Universidad Veracruzana cierra su programa
de exhibición fílmica de 2001 presentando en noviembre
y diciembre una parte de la obra de Krzystof Kieslowski, uno de
los cineastas más inquietantes y definitivos de los últimos
20 años.
Los
misterios del alma, el azar, el amor, la fe y la esperanza, fueron
abordados por Kieslowski con la más fina sutileza, contenida
elegancia y envolvente belleza visual. Lo mismo nos planteó
la oportuna relectura de los 10 mandamientos cristianos (Decálogo,
1989), que los inciertos caminos del azar (La doble vida de Verónica,
1991), o bien las expectativas del paneuropeísmo (Azul, Blanco
y Rojo, 1993-1994).
El
cineasta polaco falleció a los 54 años después
de una cirugía al corazón, órgano del que conocía
sus más sensibles fibras y articulaciones que nutren las
más profundas, inéditas e insólitas emociones
que el ser humano es capaz de desarrollar, en su afán de
congeniar y corresponderse con sus semejantes, no obstante las diferencias
personales, las distancias geográficas, los vuelcos del tiempo,
o las creencias religiosas.
El
vivificante corazón de Kieslowski nos allanó el camino.
A través de sus películas conocemos, aceptamos y amamos
a seres atrapados en una especie de divinidad terrenal que procuraba
la redención espiritual; su percepción intuitiva nos
ligó con la más honda reflexión de los dilemas
existenciales y su expresión creativa nos brindó algunas
de las más hermosas imágenes de fin de siglo, portadoras
éstas del sentido verdadero de la condición humana
en circunstancias ambiguas, extrañas y complejas.Kieslowski
observó con plenitud el horror, la pesadumbre y la belleza
emanados de los misterios de la vida misma. Gracias a un corazón
generoso y una sensibilidad excepcional, uno puede recuperar la
capacidad de asombro que el cine consumista ha dejado empantanada
en la experiencia visual rutinaria.
En
el inicio de un milenio, el ciclo "Los mandamientos de Kieslowski"
puede ser un confortable acicate fílmico para un espectador
que, guiado por una brújula visual, se permita el encuentro
de sí mismo, sus semejantes y su entorno terrenal, al confesarse
con un espejo revelador.
Pocos
cineastas ha dado el cine que hallan iluminado con tal devoción
el camino azaroso de unos seres jamás desamparados, ya que
Kieslowski mantuvo la mirada del humanista empecinado en vislumbrar
la esperanza por encima de cualquier derrota.
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