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Muchas
enfermedades culminan de la manera más trágica, la muerte. Esta,
en dichos casos, aparentemente no tiene explicación alguna; pero
actualmente y gracias a los genetistas, se conocen sus causas y
posible erradicación.
Los genes letales son una especie de genes mutantes y representan
la forma más extrema de una serie que recibe la viabilidad en diferentes
grados; es decir, son aquéllos que provocan la muerte del organismo
bajo ciertas condiciones.
Primero, hay que definir ciertos términos claves para entender el
tema. Los cromosomas se dan, normalmente, en pares; estos contienen
genes y a cada par de ellos, localizados en el mismo lugar del cromosoma
(locus) se les llama alelos y a dichos cromosomas, homólogos. Ahora,
un heterocigoto es aquel individuo cuyos alelos difieren para una
determinada característica (Aa, por ejemplo); en consecuencia, un
homocigoto es aquel que tiene los alelos iguales (AA o aa). En los
primeros, uno de los genes es dominante (A) y el otro recesivo (a),
por tanto la característica dominante es la que se evidenciará;
por su parte, los homocigotos, como sus genes son iguales, o es
100 por ciento dominante o 100 por ciento recesivo.
Al contrario de lo que se piense, los genes letales son más comunes
de lo que parece. Cada ser humano porta, aproximadamente, dos o
cuatro de ellos, pero el hecho de que estemos protegidos se lo debemos
a ser heterocigotos para esos genes. (pues los genes letales casi
siempre son recesivos).
Además, existen tantas clases de estos que es muy difícil que coincida
una pareja con los mismos alelos que codifiquen para una misma enfermedad;
sin embargo, se da el caso. Ambas personas son heterocigotos, por
lo que no presentan síntomas, mas sí son portadoras; entonces, si
tienen descendencia, ésta tenderá a ser una cuarta parte muerta,
ya sea al nacer o posteriormente. La frecuencia de la expresión
de los genes letales aumenta con la cercanía del parentesco entre
la pareja, por lo que la unión entre primos-hermanos tiende más
a presentar problemas de este tipo.
Por otro lado, la letalidad también tiene un período de efecto,
el cual es muy variable. Existen casos donde, en el embrión, no
se logran formar adecuadamente los órganos vitales, por lo que se
produce un aborto espontáneo.
También hay los que impiden la formación de gametos, la división
normal del cigoto, los que matan enseguida del nacimiento o bien
tiempo después, siendo estos últimos los más estudiados por ser
observables "fácilmente". Un caso muy conocido es la hemofilia,
enfermedad que impide la correcta coagulación sanguínea. En ella,
el gen letal se encuentra ligado al cromosoma X de la madre; por
ello, las mujeres son portadoras del padecimiento y los varones
son enfermos. Lo anterior se debe a que las mujeres son XX, por
lo cual la letalidad es recesiva (pues se halla otro cromosoma X
que "amortigua" la deficiencia y protege al organismo; mientras
que en el varón, XY, la letalidad es dominante, pues el cromosoma
Y no posee tal protección, haciendo al X y a la enfermedad dominantes.
Actualmente, la biomedicina ha tratado de resolver estos defectos
genéticos, contrarrestando sus efectos por medio de fármacos, pero
lo que se espera es utilizar la terapia génica para evitar esos
padecimientos, ya sea antes del nacimiento o bien manipulando genéticamente
al organismo.
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