|
En
alguna ocasión, algunos sabios reunidos, estaban discutiendo
sobre un hecho que para ellos era de la mayor importancia: la existencia
de lo intangible. En este campo estaban muchas cosas, empezando
por los sentimientos y terminando con las estrellas, que tan lejanas
estaban y, al no poder ser tocadas, no podían ser mesuradas,
y por lo tanto, su existencia estaba en franca duda. Largo tiempo
duraron las discusiones, tanto, que generaciones pasaron y aquellos
románticos que aún creían en cosas tan fútiles
como la fe, el amor y la caricia de las miradas, fueron desapareciendo.
Así es que, como es natural, el criterio de lo tangible,
se impuso sobre cualquier otro. Por supuesto Dios o cualquier cosa
relacionada con éste, eran ya cosas del pasado. Todo se convirtió
en utilitario y el mundo entero también.
Pero
en este presente, existió alguien al que todas esas cosas
le parecieron ilógicas. Este era llamado loco por el mundo.
Y tanto lo llamaron de este modo, que él mismo lo creyó
y, no encontrando a nadie con quien compartir su locura, se aisló
en su pequeño mundo.
Cierta
noche, volteó al cielo y una de aquellas luces intangibles
se mostró a sus ojos más hermosa que ninguna otra.
Y es entonces cuando siente algo que él mismo no sabía
de que se trataba. Sintió un llamado a su interior, ese interior
tan despreciado por los demás, pero intuido por él
mismo, en aquellos tan frecuentes momentos de soledad y de introspección:
su alma. Este descubrimiento lo llenó de dicha, pues nunca
nadie le había dicho de su existencia y es que ésta
siempre había estado ahí, esperando el momento de
hacerse presente.
Fue
entonces que la tristeza lo invadió. Amarga tortura es el
alma, cuando la descubres y no tienes con quien compartirla. Brindar
cada pedazo de ella, cada pensamiento que de ella emana, cada sentimiento
que te inspira, cada palabra que te dice al oído.
Viéndose
solo, partió. Algo le decía que en algún lugar
tenía que encontrar a alguien que apreciara las cosas que
su alma durante tanto tiempo le había dicho durante aquellos
días y noches de soledad. También aspiraba a que esta
misma persona le compartiera las suyas propias, para así
poder crear en donde nadie había creado nada. Era su parecer
que al conjugar dos o más pensamientos, podrían llegar
a entender lo que para él todavía era un misterio:
su soledad.
Y
es que había alguien esperando lo mismo de la vida, y era
que este alguien también partió en su busca. Y caminando,
caminando los dos, se encontraron. Será que el azar no existe,
sólo son eventos, que de tanto repetirse, llega el momento
en que felizmente coinciden.
Los
dos locos se identificaron de inmediato, y es que ellos notaronen
el brillo de los ojos aquel brillo que sólo tienen los que
buscan, los que tienen deseos de encontrar; en su sonrisa, la que
sólo se muestra cuando el significado y razón de los
latidos del corazón van más allá del simple
y vulgar bombeo de sangre para el cuerpo.
Y
pensaron que ellos mismos podrían encontrar juntos el significado
de su locura y convertirla, con el paso del tiempo, en sus propias
verdades. Así volvieron a partir, pues ellos creyeron que
el destino les pondría en su camino a otros locos, y junto
con ellos, crear más verdades, que quizás, podrían
convertirse en la verdad de todos.
|