Año 2 • No. 51 • enero 28 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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  Servir a los demás
Manuel Zepeda Ramos*
 

50 años. Quienes tenemos esa edad o más, hemos andado buen trecho lleno de vivencias insoslayables. La más importante, sin duda, fue el movimiento social del 68. Los universitarios de esa época aprendimos a reconocer las desigualdades existentes, la ausencia de libertades y el inicio de su conquista; aprendimos a perder el miedo de expresarnos en los foros que fueran necesarios, aquilatando el valor de la palabra y su fuerza de emisión.

Aprendimos a ser hombres. También supimos lo que era el trabajo solidario. Aquel que se ofrece sin cortapisas para la colectividad, principalmente a la marginada. Tan fue así que al término de los estudios de licenciatura, muchos nos fuimos al campo a servir a nuestros paisanos que no pudieron tener acceso, decíamos, como nosotros a la educación superior, con quienes nos sentíamos vergonzosamente en deuda.

Mi generación, la que estudió en la universidad pública entre 1967 y 1971 en el Distrito Federal, escogió la sierra de Chiapas.

Fuimos a un sitio de gran belleza, a tres mil metros de altura, pero lleno de miseria y marginación. Se llama, paradógicamente, El Porvenir. Desde allí, cuando las nubes lo permitían, veíamos claramente el Océano Pacífico y el Tacaná, el volcán siempre activo que sirve de límite a México y Guatemala.

Allí vivían 340 hombres y 400 mujeres del cultivo de la papa y el repollo (col), durante los cuatro meses en que los hombres llegaban a sus casas después de haber cortado el café de las partes bajas como peones de las haciendas y con la energía suficiente para embarazar a sus mujeres engrosando la larga lista de la descendencia familiar. Hasta ese rincón de nuestro país llegamos agrónomos, médicos, ingenieros, odontólogos, químicos, abogados, pedagogos, entre otros.

Decidimos vivir en las casas de sus habitantes para la mejor integración, pero llevamos con nosotros alimentos básicos previamente recolectados en las oficinas federales para no lacerar la precaria economía familiar. Los resultados fueron inmediatos.

Los ingenieros civiles construimos baños públicos para combatir una epidemia de escabiasis por falta de aseo; los agrónomos hicieron terrazas de cultivo y llevaron variedades de papa de altura de gran productividad; los médicos dieron cientos de consultas, aplicaron las vacunas de la época y atendieron exitosamente ocho partos inevitables; los dentistas hicieron curaciones y extracciones; los químicos realizaron química sanguínea y cientos de análisis coproparasitoscópicos; los pedagogos auxiliaron a los maestros de la primaria, capacitándolos en nuevas técnicas de enseñanza. Tanto fue el éxito, que a la vuelta de tres años habíamos creado un método de trabajo en más de 20 municipios de la sierra chiapaneca.

Víctor Arredondo, cincuentón también y egresado de universidad pública, propone un proyecto alternativo que incluye el servicio social en las comunidades rurales, multidisciplinario, para todos los estudiantes de la Universidad Veracruzana... Es la universidad publica. Cometarios a:

mazera2000@yahoo.com.

* Director de Divulgación Artística.