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Dicen
por ahí las malas lenguas, que la verdadera investigación
científica debe ser neutral y no mezclarse jamás en
algo tan vulgar como la política. Esta es sin duda una de
las máximas más nobles de la ética de la ciencia,
de hecho, lo único que hay de malo en ella es que nadie le
hace caso. Y es que si bien a lo mejor es cierto que la ciencia
es neutral, hay que recordar que los científicos no lo son
y por lo general tienen partido.
La
verdad es que siempre ha habido quien intente convencer a los demás
de que sus ideas políticas, unas veces más a la izquierda
y otras más a la derecha, son las únicas respaldadas
por el método científico. Sin embargo, hasta donde
tenemos noticia, nunca se había dado un caso como el protagonizado
por Arnaiz-Villena y los editores de la revista científica
Human Immunology.
Antonio
Arnaiz-Villena, investigador de la Universidad Complutense de Madrid,
llevó a cabo un estudio para determinar el origen genético
de los palestinos basándose en el análisis de un grupo
de genes llamados complejo HLA, que tienen relación con el
funcionamiento del sistema inmune. Los resultados de dicho trabajo
fueron enviados a la citada revista, quien los publicó en
su número de septiembre de 2001, debido a la calidad de la
investigación.
En
ese estudio, se llegaba a la conclusión de que los judíos
y los palestinos se encuentran genéticamente muy relacionados
entre sí.
Hasta
ahí, todo perfecto, el problema fue que en la introducción
de ese trabajo, Arnaiz-Villena incluyó algunos comentarios
bastante polémicos, llamando "colonialistas" a
los judíos que viven en la franja de Gaza, asegurando que
algunos palestinos viven en condiciones muy parecidas a campos de
concentración. Personalmente desconocemos si estas afirmaciones
son verdaderas o no, lo que sí es cierto es que le trajeron
muchos problemas tanto al autor del estudio como a la revista donde
fue publicado.
Tras
una catarata de cartas de científicos ofendidos por que su
colega incluyera opiniones personales sobre el conflicto entre Israel
y Palestina, en un trabajo que supuestamente debería permanecer
puro, la revista Human Immunology se vio obligada a borrar dicho
artículo de su versión en Internet. Más aún,
llegó incluso a mandar una carta a todos sus suscriptores,
donde pedía que se ignorara el artículo problemático
o, ya de plano, mejor que se arrancaran las páginas donde
estaba impreso.
Obviamente,
el autor de esta investigación opinó que la medida
había sido excesiva, y que hubiera bastado con publicar las
cartas de los quejosos. Así, Arnaiz-Villena habría
tenido cuando menos la oportunidad de responder, con los argumentos
que él juzgara pertinentes, a las críticas hechas
a su trabajo. Si la razón pertenece a Arnaiz- Villena, o
a la revista que lo recortó, tal vez jamás lo sabremos.
Lo que sí es cierto es que, por muy objetiva que sea la ciencia,
las opiniones de sus practicantes pueden poner en entredicho sus
resultados. Después de todo, ¿por qué no iban
a tener opiniones personales los científicos? Si al fin y
al cabo son seres humanos como todos nosotros, ¿o no? (Redactada
con información proveniente del Portal SciDev.net)
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Observatorio de la Ciencia, Instituto de Neuroetología UV
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