Año 2 • No. 51 • enero 28 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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  La tormentosa relación entre ciencia y política
Jorge Jolmash y Porfirio Carrillo *
 

Dicen por ahí las malas lenguas, que la verdadera investigación científica debe ser neutral y no mezclarse jamás en algo tan vulgar como la política. Esta es sin duda una de las máximas más nobles de la ética de la ciencia, de hecho, lo único que hay de malo en ella es que nadie le hace caso. Y es que si bien a lo mejor es cierto que la ciencia es neutral, hay que recordar que los científicos no lo son y por lo general tienen partido.

La verdad es que siempre ha habido quien intente convencer a los demás de que sus ideas políticas, unas veces más a la izquierda y otras más a la derecha, son las únicas respaldadas por el método científico. Sin embargo, hasta donde tenemos noticia, nunca se había dado un caso como el protagonizado por Arnaiz-Villena y los editores de la revista científica Human Immunology.

Antonio Arnaiz-Villena, investigador de la Universidad Complutense de Madrid, llevó a cabo un estudio para determinar el origen genético de los palestinos basándose en el análisis de un grupo de genes llamados complejo HLA, que tienen relación con el funcionamiento del sistema inmune. Los resultados de dicho trabajo fueron enviados a la citada revista, quien los publicó en su número de septiembre de 2001, debido a la calidad de la investigación.

En ese estudio, se llegaba a la conclusión de que los judíos y los palestinos se encuentran genéticamente muy relacionados entre sí.

Hasta ahí, todo perfecto, el problema fue que en la introducción de ese trabajo, Arnaiz-Villena incluyó algunos comentarios bastante polémicos, llamando "colonialistas" a los judíos que viven en la franja de Gaza, asegurando que algunos palestinos viven en condiciones muy parecidas a campos de concentración. Personalmente desconocemos si estas afirmaciones son verdaderas o no, lo que sí es cierto es que le trajeron muchos problemas tanto al autor del estudio como a la revista donde fue publicado.

Tras una catarata de cartas de científicos ofendidos por que su colega incluyera opiniones personales sobre el conflicto entre Israel y Palestina, en un trabajo que supuestamente debería permanecer puro, la revista Human Immunology se vio obligada a borrar dicho artículo de su versión en Internet. Más aún, llegó incluso a mandar una carta a todos sus suscriptores, donde pedía que se ignorara el artículo problemático o, ya de plano, mejor que se arrancaran las páginas donde estaba impreso.

Obviamente, el autor de esta investigación opinó que la medida había sido excesiva, y que hubiera bastado con publicar las cartas de los quejosos. Así, Arnaiz-Villena habría tenido cuando menos la oportunidad de responder, con los argumentos que él juzgara pertinentes, a las críticas hechas a su trabajo. Si la razón pertenece a Arnaiz- Villena, o a la revista que lo recortó, tal vez jamás lo sabremos. Lo que sí es cierto es que, por muy objetiva que sea la ciencia, las opiniones de sus practicantes pueden poner en entredicho sus resultados. Después de todo, ¿por qué no iban a tener opiniones personales los científicos? Si al fin y al cabo son seres humanos como todos nosotros, ¿o no? (Redactada con información proveniente del Portal SciDev.net)

* Observatorio de la Ciencia, Instituto de Neuroetología UV