|
La
grave situación que la humanidad atraviesa debido al deterioro
de la capa de ozono ha traído severas consecuencias al equilibrio
ambiental y por consiguiente, a la salud humana. En la actualidad,
los gobiernos de la mayoría de los países del mundo
están luchando por prohibir la comercialización de
todos aquellos productos que han destruído la frágil
y vital capa de ozono.
Desde
1985, cuando se adoptó el Convenio de Viena para la protección
de la capa de ozono, que fue seguido de varios acuerdos internacionales
(protocolo de Montreal en 1987 y enmiendas de Londres, 1990; Copenhague,
1992; Viena, 1995 y Montreal, 1997), se ha logrado un recorte sustancial
en la producción de los famosos CFCs (compuestos clorofluorocarbonados),
principales responsables de la destrucción del ozono.
Sin
embargo, el deterioro de la capa de ozono continúa: las concentraciones
estratosféricas de cloro y bromo, derivadas principalmente
de los CFCs, HCFCs, halones y bromuro de metilo (BrMe) continúan
en aumento, la erosión de la capa de ozono continuará,
en tanto los niveles estratosféricos de cloro y bromo superen
un umbral crítico. Se calcula que el nivel de cloro estratosférico
considerado seguro no se alcanzará hasta mediados de este
siglo, claro está, si se cumplen los compromisos internacionales.
Esto
se debe a que la cantidad ya emitida de estos compuestos sigue y
seguirá ejerciendo sus efectos durante muchos años.
Pero además, los convenios internacionales no han eliminado
aún la producción de los compuestos que destruyen
la capa
de ozono. En concreto, las sustancias conocidas como HCFCs (hidroclorofluorocarburos)
y el BrMe (bromuro de metilo) podrán seguir fabricándose
y usándose masivamente hasta bien entrado este siglo.
Los
efectos de este uso son un retraso en la recuperación de
la capa de ozono, con el consiguiente aumento de la radiación
ultravioleta sobre la superficie terrestre, lo que implica mayor
número de cáncer de piel, cataratas, debilitamiento
del sistema inmunitario de los seres vivos, reducción de
la productividad vegetal, etc.
Debido
a esto, año con año, activistas de organizaciones
no gubernamentales, así como las autoridades competentes
dedican en sus agendas espacios donde la principal tarea es la conservación
y restauración de esta delicada capa.
Desde
1995, a iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas
se declaró el 16 de septiembre Día Internacional de
Protección de la Capa de Ozono, con el fin de sensibilizar
a la población y hacer de este problema, un caso de opinión
pública.
Desafortunadamente
en nuestro país, así como en varios más, no
está estrictamente regulada la comercialización de
los productos que depredan esta capa, propiciando así que
continuemos con la destrucción. ¿Qué es entonces
lo que nos hace falta para cambiar y reconocer las consecuencias?,
¿no es acaso suficiente lo que se está viviendo como
para decidir poner un alto y regular tantas acciones?
Nacimos
en un planeta verde, equilibrado y lleno de vida; ahora estamos
dejándole daños que son ya irreparables. Podemos cambiar
esta situación, tenemos la capacidad de mejorar nuestros
actos y estilo de vida; propongámonos y juntos
luchemos por un mundo mejor, nuestro paso por esta tierra es temporal,
sin embargo, las huellas que le estamos dejando se quedarán
para siempre. Cambiemos y reflexionemos un poco, ¡Estamos
a buen tiempo!
|