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A
pesar de la distancia geográfica, la antigua Nueva España,
el reino americano integrado a la Corona de Castilla, experimentó
procesos similares a los de otros reinos ibéricos que formaban
parte de esa misma Corona, por ejemplo, el reino de Mallorca.
Mientras la Nueva España se empeñó en los procesos
de canonización de diversos personajes -Felipe de Jesús,
Juan de Palafox y Mendoza, Sor María de Jesús, etc.
- y sobre todo en el reconocimiento del culto a la imagen de Nuestra
Señora de Guadalupe del Tepeyac; Mallorca promovió
durante siglos la causa del "doctor iluminado" Ramón
Llul, y luego de "la Beata", actual Santa, Catalina Thomas.
En ambas monarquías la cuestión iba más allá
de lo que hoy en día comprendemos como estrictamente religioso.
Alrededor de la figura de los venerables se tejían lazos
de identidad, que si bien es cierto eran promovidos desde sectores
específicos de la sociedad (desde las élites generalmente),
en un momento dado llegaron a involucrar a los pueblos.
El perfil de Ramón Llul se aproxima en cierta forma al de
los santos novohispanos, salvo por la constante oposición
de los padres dominicos a su canonización. Reunió
en cambio el apoyo de las principales corporaciones del reino: el
Ayuntamiento de Palma, el Cabildo Catedral y desde luego, la Universidad
y la Orden Franciscana. El lulismo tuvo también otro apoyo
fundamental: la Compañía de Jesús.
Cabe mencionar que también la Compañía estuvo
involucrada en las causas novohispanas, aún en la del guadalupanismo,
apoyada también por los Cabildos Catedrales y por el Ayuntamiento
de la Ciudad de México, y promovida a través del clero
secular y sus congregaciones.
Las reformas borbónicas, y en general la segunda mitad del
siglo XVIII significaron dificultades en ambos casos: además
de la expulsión de los jesuitas, el lulismo fue combatido
por los Capitanes Generales Gaspar de Cajigal y Francisco de Paula
Bucareli, y aun por el Obispo Francisco Garrido de la Vega. Obispos
ilustrados de la Nueva España, como Francisco Antonio Lorenzana
y Francisco Fabián y Fuero tampoco simpatizaron con el catolicismo
barroco americano, la Real Academia de Historia de Madrid llegó
inclusive a declarar el culto guadalupano como supersticioso en
1794.
Sin embargo, la labor en contra de la identidad barroca resultó
más efectiva en el Reino de Mallorca, donde el lulismo fue
perdiendo vigor mientras se extinguía el siglo XVIII. El
guadalupanismo mexicano, en cambio, conoció un nuevo esplendor
que llegó a movilizar a amplios sectores de la población
en defensa de la religión a principios del siglo XIX. Comentarios
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davidclopez@hotmail.com
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