Es lo más difícil de lograr: la autodisciplina. Adicionalmente
a la disciplina se encuentra una claridad en tus propias metas y
una actitud que determina tu propia decisión de alcanzar
dichas metas. Hay dos situaciones en el estudio a distancia que
se entrelazan entre sí. Una de ellas es precisamente la distancia
que nos separa de nuestros profesores, que en este caso es todo
un mar de por medio, que condicionan consecuentemente la retroalimentación
necesaria entre maestro y alumno. La otra es la relación
entre nuestros compañeros de aventura, misma que sustituyó
a esa necesaria retroalimentación.
Quiero
resaltar esta última situación, los compañeros
de estudio. A través de compartir los mismo estudios y la
experiencia internacional que ello implicó tuvimos la oportunidad
tener vivencias invaluables de solidaridad y compañerismo
difíciles de olvidar y que de una manera u otra contribuyeron
a alcanzar con éxito la meta propuesta. Así transcurrieron
dos años de estudio en los cuales tuvimos contacto con nuestros
maestros en dos ocasiones, con un año de distancia entre
cada una, así como contactos telefónicos con ellos
y por vía postal esporádicamente o bien, a través
de compañeros que viajaban al viejo continente y que ayudaban
a llevar y traer noticias entre nosotros y nuestros maestros. Del
mismo modo, una relación de amistad crecía con algunos
de nuestros maestros.
Hacia
el tercer año llegó la primera prueba en vivo y a
todo color: teníamos que presentar un trabajo de investigación
para acreditar lo que en el doctorado es un requisito indispensable:
la suficiencia investigadora, en nuestro caso se le conoce también
como el examen de seis créditos.
Para
tal efecto debíamos viajar y enfrentar una situación
totalmente desconocida para nosotros: otro país, el mismo
idioma pero con acento y acepciones diferentes para algunos vocablos,
además de un cierto grado de incertidumbre, ya que debíamos
programar nuestra estancia por un tiempo aproximado de un mes para
poder presentar el mencionado examen.
Parecía
sencillo pero no fue así, de hecho se puede considerar como
una primera escaramuza de lo que sería el examen de tesis:
Debíamos hacer la presentación de nuestro trabajo
ante un jurado formado por cinco sinodales y defenderlo posteriormente,
con una mecánica poco usual para nosotros: 40 minutos de
exposición, escuchar las intervenciones y preguntas de cada
uno de los sinodales y, posteriormente contestar a cada una de ellas
en el orden en que fueron realizadas. Lo presentado y defendido
en esta ocasión constituyó la primera parte de la
tesis: estábamos en camino de lograrlo, ya éramos
candidatos a doctor.
Finalmente,
iniciamos el trayecto a seguir en nuestra investigación de
tesis. Revisar bibliografía, elaborar nuestra propuesta de
tesis, desarrollar la investigación y redactar el trabajo
final. Como pueden ver son apenas tres líneas para describir
todo un proceso que duró dos años. Sin embargo, la
retroalimentación de nuestros directores de tesis se hizo
tan espaciada que sucedía cada año aproximadamente,
lo cual hacía que los nervios se pusieran de punta pues sentíamos
que no avanzábamos en nuestro objetivo. Llamábamos
por teléfono, escribíamos por e-mail, enviábamos
misivas con otros compañeros, pero el resultado no era el
esperado.
Por
ello, cuando creímos que ya teníamos el trabajo terminado
tomamos la decisión de irnos con tiempo suficiente para que
el director hiciera las observaciones y nosotros las correcciones
pertinentes y obtener así la autorización para el
examen correspondiente. Aún así, regresamos a
México
a elaborar el manuscrito final, hacer las correcciones de estilo,
imprimirla y viajar de regreso a España para que, finalmente
el 20 de noviembre del 2000, leyéramos la tesis en donde
obtuvimos la calificación de Sobresaliente Cum Laude.
Mi
participación no sería completa si no hiciera mención
del importante papel que jugó el apoyo de nuestra familia,
quien nos acompañó en todas las dificultades que enfrentamos
y nos animó siempre para lograr tan anhelado propósito
y a quienes sacrificamos en tiempo, en espacio y también
con nuestros malos ratos producto de las frustraciones sufridas
en el camino. Asimismo, la solidaridad, el apoyo y el ánimo
de nuestros compañeros de estudio.
Nosotros
tuvimos la oportunidad de ser los primeros en alcanzar la meta,
pero sólo fue una cuestión de temporalidad, luego
siguieron Sergio, Susana, Sebastián, Raúl, Gilberto,
Ana Berta, Elka, Milagros, Belinda y otros que están en lista
de espera para este 2002.
Con
el título bajo el brazo regresamos a nuestras actividades
cotidianas, el título no hace diferencia, sólo que
nos sentimos satisfechos de haber logrado una meta más en
nuestras vidas, con el reconocimiento de nuestra familia y con relaciones
de amistad más profundas.
|