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Stephen
Jay Gould ha muerto
Una fortuita ocurrencia cósmica tardía
Leticia Garibay, Heriberto
Gabriel Contreras y Porfirio Carrillo.
Observatorio de la Ciencia. Instituto de Neuroetología |

Stephen
Jay Gould |
La
edición electrónica del periódico New York Times,
en su actualización vespertina del 20 de Mayo, dio cuenta de
la trágica noticia; y como en los viejos tiempos de la radio,
interrumpimos a las 18:40 horas de ese mismo día la transmisión
normal del noticiero científico “Las manzanas de Newton”
en el 1550 de am-Radio Universidad Veracruzana, así dimos a
conocer a la comunidad universitaria la triste noticia: “Rodeado
de sus adorados libros en la quietud erudita de la biblioteca de su
departamento, ubicado en el glamoroso barrio del Soho en Manhattan,
murió Stephen Jay Gould, la causa, una mestasis de un viejo
conocido de la humanidad, cáncer”.Las principales agencias
de noticias del planeta (Reuters, ap, cnn, entre otras), la Universidad
de Harvard, la revista Science, los principales periódicos
del mundo (Boston Globe, Washigton Post, Reforma por citar algunos),
reaccionaron |
inmediatamente;
en la era de la comunicación, vía la triple w, que sin
duda él ayudó a crear con la divulgación de la
ciencia, la noticia fue en apenas unas horas de dominio público,
quizás el mejor de los epitafios virtuales al científico
considerado como el segundo más leído en la historia
de la biología; sólo superado por Charles Darwin. |

Charles
Darwin. |
Nació
el 10 de Septiembre de 1941, en el barrio de Queens, New York. Para
la paleontología y la biología evolutiva nació
en el año de 1946, cuando a la edad de cinco años y
llevado por su padre, visitó la sala de los esqueletos de dinosaurios
en el Museo Americano de Historia Natural, a un costado del bellísimo
parque central de la Isla de Manhattan...”Soñé
con convertirme en científico, paleontólogo particularmente,
desde que el esqueleto de Tyranosauro me asombró y asustó”,
el apodo de niño del doctor Gould era “fosil face”;
cara de fósil. La pasión por el pasado y su lectura
en los restos fósiles fue sin duda una de las dos más
grandes motivaciones de Jay Gould, la otra fue su afición al
beisbol y a los Yankees.Después de estudiar geología
en Ohio (Antioch College), el profesor Gould regresó a Nueva
York para recibir en 1967 el |
doctorado en Paleontología por la Universidad de Columbia,
un tiempo después pasó a formar parte de la Universidad
de Harvard, donde transcurrió toda su vida
académica ocupando la posición de Profesor de Geología
y Zoología, así como impartiendo sus eruditos seminarios
sobre historia de la ciencia. Fue también curador del Museo
de Paleontología de Invertebrados. Desde 1996 era profesor
visitante de Biología en la Universidad de Nueva York. |
PREMIOS |
Los
premios otorgados al profesor Gould y/o a sus libros incluyen:
Científico del año 1981 por el Discovery Magazine,
La Medalla de Excelencia de la Universidad de Columbia en
1983; la Medalla de Plata de la Sociedad Zoológica
de Londres en 1984; la Medalla de Oro por sus aportaciones
a la Zoología por la Sociedad Linneo de Londres.
Recibió también el Premio Nacional del Libro
en 1981 por el lucido libro “El Pulgar del Panda”
y por el libro “La medida errónea del hombre”
recibió en 1982 el Premio de los Críticos
de Libros en 1982.
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En
1972, tan sólo cinco años después de haberse
doctorado, junto con el doctor Niles Eldredge, propuso la teoría
del “equilibrio punteado”. Estudiando la evidencia fósil,
principalmente de los moluscos y de los caracoles terrestres de las
Bermudas, el profesor Gould criticó todo el tiempo los conceptos
centrales clásicos del paradigma evolutivo darwiniano; su principal
contribución es el reconocimiento de que en la historia evolutiva
se concentran eventos de especiación relativamente rápidos,
esto en contraposicion a la visión clásica de que las
especies surgen gradualmente a través de largos y constantes
fenómenos de adaptación y selección natural.
Desde la promulgación de la “teoría del equilibrio
punteado” ha estimulado una serie de intensos debates que incluyen
tanto a evolucionistas como ha creacionestas (defensores de la teoría
de la divinidad como creadora de todas las especies vivientes). Dentro
del círculo íntimo de científicos evolucionistas
la esgrima verbal generada en los “altos círculos de
la biología” incluyen los acres debates entre Jay Gould
y Richard Dawkins (ahora recogidos en forma de libro), el pleito de
Gould y el filósofo americano Daniel Dennett, y los brillantes
y duros intercambios entre Gould y John Maynard Smith; todos ellos
llamados por Gould “darwninistas fundamentalistas que me descalifican
como el hijo que ha perdido el camino de lo correcto”. |
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Así
entonces, y sin dejar de reconocer a Darwin y su obra como una de
sus más grandes influencias, Gould se declaró constantemente
un irreverente hacia la visión ortodoxa de la Teoría
Sinténtica de la Evolución; uno de sus principales argumentos
análiticos incluyó el enfatizar los distintos niveles
a los que la evolución opera; bioquímico, genético,
embriológico, fisiológico, individual, social, especies,
linajes. Creyó firmemente que la selección o el ordenamiento
de cualquiera de estos niveles produciría efectos significativos
en el nivel inmediato
–superior o inferior–. Todo una escuela importante de
biólogos y paleontólogos sigue hoy las ideas del profesor
Gould.
La obra de divulgación científica del profesor Gould,
es sin duda, igualmente deslumbrante. Sus ensayos sobre evolución
siempre tuvieron la intención de explicarla al gran público
utilizando metáforas que incluían desde las cosas más
mundanas o eruditas de la cultura popular, que además manejaba
con una visión de genialidad y brillantes.
Son ya clásicos e indispensables para la divulgación
de la ciencia y la compresión de la biología sus ensayos
sobre la evolución de la cara de Mickey Mouse, la evolución
del bateo de hits en las grandes ligas, la relación entre la
creatividad científica y la del arte; la obra de Charles Darwin;
la interpretación médica errónea de la estadística
del cáncer
(ensayo que surgió en 1982 como reflexión de su propia
enfermedad); la evolución del teclado de la máquina
de escribir; la evolución de las catedrales medievales, la
evolución de las tasas para tomar café en las aereolíneas,
etcétera.
Sus ensayos publicados mensualmente a lo largo de 30 años ininterrumpidos
en la revista del Museo de Historia Natural de New York –Natural
History– fue la base a partir de la cual el profesor Gould publicara
30 libros. Estos maravillosos escritos para todo público llevaron
la imagen del profesor Gould a dos grandes contradicciones; por un
lado, a ser considerado como uno de los divulgadores de la ciencia
más grande de nuestro siglo o a la ridiculización de
parte de su colegas, los científicos que piensan que el divulgador
es un individuo digno de sospecha, en el mejor de los casos.
Entrevistado por Michael Krasny para el programa de radio “Forum”(kqed-fm)
en San Francisco California, el profesor Gould respondió así
acerca de la importancia de su trabajo:
“ I hope it will be one further step in the kind of humility
that would benefit humans enormously with regard to our powers and
possibilities on this planet. I think we want to be around for a while.
We’d better understand that we weren’t meant to be, and
we don’t have dominion over everything, and we’re not
always as smart as we think”.
Alguna vez escribió el profesor Gould: “ los humanos
no son el resultado final de su predecible progreso evolutivo, son
más bien una fortuita ocurrencia cósmica tardía,
una pequeña rama en el robustamente floreciente arbusto de
la vida..” en el Observatorio de la Ciencia celebramos la ocurrencia
fortuita de la aparición de pensadores tan brillantes como
el profesor Gould, que han hecho con su partida un poco más
triste el planeta, pero con su lucidez un lugar un poco más
entendible, un sitio dentro del cosmos donde del fenómeno de
la vida es un punto de reflexión para las ciencias y para la
literatura. Celebremos entonces el duelo de la pérdida pero
busquemos, afanosos, la luz que emana de la obra del eterno Stephen
Jay Gould. |
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