Año 2 • No. 63 • mayo 27 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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Stephen Jay Gould ha muerto
Una fortuita ocurrencia cósmica tardía

Leticia Garibay, Heriberto Gabriel Contreras y Porfirio Carrillo.
Observatorio de la Ciencia. Instituto de Neuroetología

Stephen Jay Gould
La edición electrónica del periódico New York Times, en su actualización vespertina del 20 de Mayo, dio cuenta de la trágica noticia; y como en los viejos tiempos de la radio, interrumpimos a las 18:40 horas de ese mismo día la transmisión normal del noticiero científico “Las manzanas de Newton” en el 1550 de am-Radio Universidad Veracruzana, así dimos a conocer a la comunidad universitaria la triste noticia: “Rodeado de sus adorados libros en la quietud erudita de la biblioteca de su departamento, ubicado en el glamoroso barrio del Soho en Manhattan, murió Stephen Jay Gould, la causa, una mestasis de un viejo conocido de la humanidad, cáncer”.Las principales agencias de noticias del planeta (Reuters, ap, cnn, entre otras), la Universidad de Harvard, la revista Science, los principales periódicos del mundo (Boston Globe, Washigton Post, Reforma por citar algunos), reaccionaron
inmediatamente; en la era de la comunicación, vía la triple w, que sin duda él ayudó a crear con la divulgación de la ciencia, la noticia fue en apenas unas horas de dominio público, quizás el mejor de los epitafios virtuales al científico considerado como el segundo más leído en la historia de la biología; sólo superado por Charles Darwin.

Charles Darwin.
Nació el 10 de Septiembre de 1941, en el barrio de Queens, New York. Para la paleontología y la biología evolutiva nació en el año de 1946, cuando a la edad de cinco años y llevado por su padre, visitó la sala de los esqueletos de dinosaurios en el Museo Americano de Historia Natural, a un costado del bellísimo parque central de la Isla de Manhattan...”Soñé con convertirme en científico, paleontólogo particularmente, desde que el esqueleto de Tyranosauro me asombró y asustó”, el apodo de niño del doctor Gould era “fosil face”; cara de fósil. La pasión por el pasado y su lectura en los restos fósiles fue sin duda una de las dos más grandes motivaciones de Jay Gould, la otra fue su afición al beisbol y a los Yankees.Después de estudiar geología en Ohio (Antioch College), el profesor Gould regresó a Nueva York para recibir en 1967 el
doctorado en Paleontología por la Universidad de Columbia, un tiempo después pasó a formar parte de la Universidad de Harvard, donde transcurrió toda su vida
académica ocupando la posición de Profesor de Geología y Zoología, así como impartiendo sus eruditos seminarios sobre historia de la ciencia. Fue también curador del Museo de Paleontología de Invertebrados. Desde 1996 era profesor visitante de Biología en la Universidad de Nueva York.
PREMIOS

Los premios otorgados al profesor Gould y/o a sus libros incluyen: Científico del año 1981 por el Discovery Magazine, La Medalla de Excelencia de la Universidad de Columbia en 1983; la Medalla de Plata de la Sociedad Zoológica de Londres en 1984; la Medalla de Oro por sus aportaciones a la Zoología por la Sociedad Linneo de Londres. Recibió también el Premio Nacional del Libro en 1981 por el lucido libro “El Pulgar del Panda” y por el libro “La medida errónea del hombre” recibió en 1982 el Premio de los Críticos de Libros en 1982.

En 1972, tan sólo cinco años después de haberse doctorado, junto con el doctor Niles Eldredge, propuso la teoría del “equilibrio punteado”. Estudiando la evidencia fósil, principalmente de los moluscos y de los caracoles terrestres de las Bermudas, el profesor Gould criticó todo el tiempo los conceptos centrales clásicos del paradigma evolutivo darwiniano; su principal contribución es el reconocimiento de que en la historia evolutiva se concentran eventos de especiación relativamente rápidos, esto en contraposicion a la visión clásica de que las especies surgen gradualmente a través de largos y constantes fenómenos de adaptación y selección natural.
Desde la promulgación de la “teoría del equilibrio punteado” ha estimulado una serie de intensos debates que incluyen tanto a evolucionistas como ha creacionestas (defensores de la teoría de la divinidad como creadora de todas las especies vivientes). Dentro del círculo íntimo de científicos evolucionistas la esgrima verbal generada en los “altos círculos de la biología” incluyen los acres debates entre Jay Gould y Richard Dawkins (ahora recogidos en forma de libro), el pleito de Gould y el filósofo americano Daniel Dennett, y los brillantes y duros intercambios entre Gould y John Maynard Smith; todos ellos llamados por Gould “darwninistas fundamentalistas que me descalifican como el hijo que ha perdido el camino de lo correcto”.
Así entonces, y sin dejar de reconocer a Darwin y su obra como una de sus más grandes influencias, Gould se declaró constantemente un irreverente hacia la visión ortodoxa de la Teoría Sinténtica de la Evolución; uno de sus principales argumentos análiticos incluyó el enfatizar los distintos niveles a los que la evolución opera; bioquímico, genético, embriológico, fisiológico, individual, social, especies, linajes. Creyó firmemente que la selección o el ordenamiento de cualquiera de estos niveles produciría efectos significativos en el nivel inmediato
–superior o inferior–. Todo una escuela importante de biólogos y paleontólogos sigue hoy las ideas del profesor Gould.
La obra de divulgación científica del profesor Gould, es sin duda, igualmente deslumbrante. Sus ensayos sobre evolución siempre tuvieron la intención de explicarla al gran público utilizando metáforas que incluían desde las cosas más mundanas o eruditas de la cultura popular, que además manejaba con una visión de genialidad y brillantes.
Son ya clásicos e indispensables para la divulgación de la ciencia y la compresión de la biología sus ensayos sobre la evolución de la cara de Mickey Mouse, la evolución del bateo de hits en las grandes ligas, la relación entre la creatividad científica y la del arte; la obra de Charles Darwin; la interpretación médica errónea de la estadística del cáncer
(ensayo que surgió en 1982 como reflexión de su propia enfermedad); la evolución del teclado de la máquina de escribir; la evolución de las catedrales medievales, la evolución de las tasas para tomar café en las aereolíneas, etcétera.
Sus ensayos publicados mensualmente a lo largo de 30 años ininterrumpidos en la revista del Museo de Historia Natural de New York –Natural History– fue la base a partir de la cual el profesor Gould publicara 30 libros. Estos maravillosos escritos para todo público llevaron la imagen del profesor Gould a dos grandes contradicciones; por un lado, a ser considerado como uno de los divulgadores de la ciencia más grande de nuestro siglo o a la ridiculización de parte de su colegas, los científicos que piensan que el divulgador es un individuo digno de sospecha, en el mejor de los casos.
Entrevistado por Michael Krasny para el programa de radio “Forum”(kqed-fm) en San Francisco California, el profesor Gould respondió así acerca de la importancia de su trabajo:
“ I hope it will be one further step in the kind of humility that would benefit humans enormously with regard to our powers and possibilities on this planet. I think we want to be around for a while. We’d better understand that we weren’t meant to be, and we don’t have dominion over everything, and we’re not always as smart as we think”.
Alguna vez escribió el profesor Gould: “ los humanos no son el resultado final de su predecible progreso evolutivo, son más bien una fortuita ocurrencia cósmica tardía, una pequeña rama en el robustamente floreciente arbusto de la vida..” en el Observatorio de la Ciencia celebramos la ocurrencia fortuita de la aparición de pensadores tan brillantes como el profesor Gould, que han hecho con su partida un poco más triste el planeta, pero con su lucidez un lugar un poco más entendible, un sitio dentro del cosmos donde del fenómeno de la vida es un punto de reflexión para las ciencias y para la literatura. Celebremos entonces el duelo de la pérdida pero busquemos, afanosos, la luz que emana de la obra del eterno Stephen Jay Gould.