Después
de una alegórica gestión para obtener la visa, me
encontré volando. Abajo las nubes, el desierto y el mar
me producían la sensación de estar cerca de mi destino.
Poco a poco ciertas formas se comenzaron a distinguir sobre la
tierra. Huitzilopochtlis Coyolxauquis y Tezcatlipocas que aunque
fracturados e incompletos señalaban el camino. Horas más
tarde una larga fila multiétnica cansada y angustiada esperaban
su turno para enfrentarse ante un oficial de migración
plenipotenciario. Afuera nos esperaba la noche en la ciudad de
Los Ángeles.
Llegué al University of California Litle Treatre, sede
del Festival of Chicano Classsic del 25 al 30 de junio del 2002,
evento reorganizado a 15 años de su última edición
por maestros universitarios que en su momento fueron creadores
y autores de las obras que en esta ocasión se presentaban
como clásicas.
Las actividades del festival estaban organizadas con diferentes
enfoques para que los estudiantes tuvieran una visión global
de los miles de aspectos que requiere una persona interesada en
el teatro. Se realizaron talleres de movimiento, arte chicano,
teatro callejero, dramaturgia, actuación, páneles
de crítica y discusión, además de presentación
de obras por parte de estudiantes de los distintos campus.
Pocas veces en mi vida había visto un público tan
sensiblemente tocado por los sucesos representados en el foro.
Algunas de las personas en la audiencia aparecían en escenas
a través de efectos de multimedia, completándose
un efecto extra teatral que era totalmente nuevo y convincente.
La teatralidad que regresaba a la vida poniendo la historia a
tu lado y esperando tu participación. Tanto actores y público
cantaban con armonía, fuerza y ritmo. ¡Viva la Raza!
era un grito detonante que surgía de lo más profundo
de nuestras almas.
La escena se extendía hasta nosotros y tomábamos
posiciones ante el conflicto. El Teatro mostraba la mejor de sus
caras y las máscaras de la opresión y la hipocresía
caían a nuestros pies. Me inunda la certeza de que por
fin había llegado a Aztlan.
Era extraordinario estar a lado de Evelina Fernandez, Paulina
Sahagun, Olivia Chumacero, Carlos Morton, el mexica Eduardo López
Martínez, actrices y actores que habían creado y
actuado en las obras ahora consideradas como clásicas.
Formábamos parte de un público expectante y complacido
y que, por la mañana, pero muy de mañana impartíamos
los variados y complementarios workshops. Me preguntaba qué
pasó con nuestro Festival de Teatro Universitario del cual
fui director en cinco ocasiones.
Algunos con más de 30 obras. De los tres montajes y presentaciones
diarias. Del ensordecedor estruendo de las porras que apoyaban
a su equipo y que impedían escuchar el nombre del grupo
ganador. Pero esa es otra historia.
Hay que destacar el performance del Grupo Chusma, que si bien
no es un clásico dada la juventud de su actriz y sus dos
actors, nos acercaron con su estilo barroco postmodernista avanzado
tardío a la Carpa, a Cantinflas, a la Virgencita de Guadalupe
y con su juego de las ches, hasta al Chavo del Ocho. Chigón
Chicano Cabrón... chale ahí viene la chota.
A Culture Clash que con su emisión televisiva ha modelado
el lenguaje y la gestualidad del adolescente chicano. A la visita
de Eduard. J. Olmos, protagonista de Zoot Suit y ahora mejor conocido
como el padre en la película de Selena y su mensaje a los
estudiantes de que todo se puede lograr con entrega, pasión
y disciplina. A la segunda generación de Teatro Campesino
ahora con los hijos del legendario Luis Valdés; sin duda
una de las figuras más importantes del Teatro Chicano en
toda su historia, actuando y dirigiendo con gran efectividad escénica
La Gran Carpa de los Rascuachis.
Por fin terminaron el domingo las actividades y en los abrazos
y felicitaciones a Jorge Huerta y a José Luis Valenzuela,
codirectores y artífices de esta celebración, surge
la pregunta: en el 2004 se cumple el 30 aniversario de esta fiesta,
¿tú crees que se podría organizar el festival
en Xalapa? Creemos que nos podría apoyar la Universidad
de California, la Fundación Rockefeller, El Guadalupe Cultural
Arts Center, Los Consulados de México, etc. Mi respuesta
fue instantánea. Sería un honor para la Universidad
Veracruzana y contraataca la conciencia, pero yo no decido, déjenme
preguntar.
Así acepté la amable invitación de Maria
Herrera-Zobek, PH,D. Chair of Chicano Studies, para continuar
visitando la Universidad de California en su campus Santa Bárbara,
para conocer más proyectos para intercambio académico
con la uv y donde Aztlán no termina, sólo llega
al mar.