Año 2 • No. 69 • julio 8 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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Lo extraordinario en el teatro
Roberto Benítez Contreras (Facultad de Teatro)

 

 
Cuando contemplamos la idea de ver una puesta en escena, ¿qué es lo que nos mueve a ir?.. Desde luego son diferentes las razones, por ejemplo: que alguno de los participantes nos invite, o que sepamos que algún conocido está en esa obra, o puede ser por que alguien más nos la recomiende porque ya la vio. Otra variante es que acudamos como resultado de una publicidad, por la nota en un periódico o porque nos llamó la atención algún anuncio o cartel.
Pero quizás antes de acudir al teatro especulemos sobre el contenido de lo que vamos a ver. Aquí aparece un mundo de posibilidades, generadas a partir del título de la obra en cuestión. El título es la tarjeta de presentación de un contenido y su éxito o fracaso puede iniciar justamente ahí. Pero como público, ¿qué buscamos que nos diga un título sino que llame poderosamente nuestra atención, que evoque lo extraordinario?, ¿por qué no es esto lo que buscamos en las ficciones, llámense novelas, películas, espectáculos, etcétera?
El público exige ficción, y el mercado está dispuesto a producirla, incluso a dar gato por liebre: ficción por evasión. Porque sin hablar de calidades, ésta es la tendencia evidente. A mayor insatisfacción con la realidad, más necesaria resulta la ficción. Un amigo me decía hace poco: “Quiero ir al teatro a divertirme, no a sufrir”, Brecht también lo dijo aunque en un sentido más profundo: “todo teatro debe ser divertido”.
Pero hoy ¿qué nos saca de nuestra cotidianidad y nos parece interesante?, hoy que gracias al cine y la computación nuestras fronteras de lo inesperado parecen no tener límites, ¿qué es lo que nos “mueve” y nos divierte?
¿Cómo es que podría responder dignamente el teatro ante tal estado de cosas? Sin duda no dejando de ser extraordinario, pero no únicamente en lo que cuenta sino en cómo lo cuenta, y sobre todo, quién lo cuenta.
A mi parecer ese quién es el actor. El actor es la piedra angular del teatro, pero su trabajo ha sufrido un deterioro al irse apartando de su carácter extraordinario y acercarse cada vez más a la cotidianidad, y es que las exigencias del mercado así lo solicitan. Véanse las telenovelas y la mayoría de las películas, la exigencia es ser “naturalito”, muchos directores dicen: “no me actúes, sé tú”. Y en realidad ¿a quién le interesa ver a ese fulano? Uno paga por ver un personaje, no la realidad misma. Y, sin embargo, allí estamos.
¿Cómo hacer de los actores seres extraordinarios? ¿Cómo volver a los planteamientos de Aristóteles, donde señalaba que los actores debían ser como semidioses?.. Quizá (y estoy especulando) tenga que ver con enfrentar las apariencias y buscar las esencias, huir del discurso y pasar a los hechos. Lo que requiere un actor para llevar su trabajo a la categoría de arte, o cuando menos a la dignidad, es una técnica lograda paulatinamente a partir del entrenamiento, muy similar al caso de un bailarín, un músico o un futbolista. Sin técnica, en el mejor de los casos, estamos ante “buenas intenciones” y muy pobres resultados.
Habría que revisar si las cualidades que tiene un actor a partir de su formación lo han ido haciendo ese ser extraordinario, alejado de su cotidianidad para su trabajo, el que la gente quiere ver porque la maravilla y la divierte, la estimula a vivir. Si no es así, a mi modesto entender, algo está pasando, ¿no?
Un ejemplo donde encontramos a esos seres extraordinarios por los que la gente paga por ver, cualquier cantidad de dinero, porque maravillan y divierten son los espectáculos que presenta el Cirque du Soleil, donde el sentido de lo extraordinario se hace presente, y el valor del actor está fundado en su técnica. Compañía que ha logrado no únicamente competir con el cine y la televisión dignamente sin doblegarse, sino, además, tener el reconocimiento del público masivo y heterogéneo en diferentes partes del mundo.
Finalmente, diré que esta compañía canadiense se presentará del 10 de octubre al 10 de noviembre de este año, con el espectáculo Alegría, en la ciudad de México y valdría la pena hacer ese viaje, para ver lo extraordinario, ¿o no? La próxima semana les hablaré de ello…