|
Cuando
contemplamos la idea de ver una puesta en escena, ¿qué
es lo que nos mueve a ir?.. Desde luego son diferentes las razones,
por ejemplo: que alguno de los participantes nos invite, o que sepamos
que algún conocido está en esa obra, o puede ser por
que alguien más nos la recomiende porque ya la vio. Otra
variante es que acudamos como resultado de una publicidad, por la
nota en un periódico o porque nos llamó la atención
algún anuncio o cartel.
Pero quizás antes de acudir al teatro especulemos sobre el
contenido de lo que vamos a ver. Aquí aparece un mundo de
posibilidades, generadas a partir del título de la obra en
cuestión. El título es la tarjeta de presentación
de un contenido y su éxito o fracaso puede iniciar justamente
ahí. Pero como público, ¿qué buscamos
que nos diga un título sino que llame poderosamente nuestra
atención, que evoque lo extraordinario?, ¿por qué
no es esto lo que buscamos en las ficciones, llámense novelas,
películas, espectáculos, etcétera?
El público exige ficción, y el mercado está
dispuesto a producirla, incluso a dar gato por liebre: ficción
por evasión. Porque sin hablar de calidades, ésta
es la tendencia evidente. A mayor insatisfacción con la realidad,
más necesaria resulta la ficción. Un amigo me decía
hace poco: “Quiero ir al teatro a divertirme, no a sufrir”,
Brecht también lo dijo aunque en un sentido más profundo:
“todo teatro debe ser divertido”.
Pero hoy ¿qué nos saca de nuestra cotidianidad y nos
parece interesante?, hoy que gracias al cine y la computación
nuestras fronteras de lo inesperado parecen no tener límites,
¿qué es lo que nos “mueve” y nos divierte?
¿Cómo es que podría responder dignamente el
teatro ante tal estado de cosas? Sin duda no dejando de ser extraordinario,
pero no únicamente en lo que cuenta sino en cómo lo
cuenta, y sobre todo, quién lo cuenta.
A mi parecer ese quién es el actor. El actor es la piedra
angular del teatro, pero su trabajo ha sufrido un deterioro al irse
apartando de su carácter extraordinario y acercarse cada
vez más a la cotidianidad, y es que las exigencias del mercado
así lo solicitan. Véanse las telenovelas y la mayoría
de las películas, la exigencia es ser “naturalito”,
muchos directores dicen: “no me actúes, sé tú”.
Y en realidad ¿a quién le interesa ver a ese fulano?
Uno paga por ver un personaje, no la realidad misma. Y, sin embargo,
allí estamos.
¿Cómo hacer de los actores seres extraordinarios?
¿Cómo volver a los planteamientos de Aristóteles,
donde señalaba que los actores debían ser como semidioses?..
Quizá (y estoy especulando) tenga que ver con enfrentar las
apariencias y buscar las esencias, huir del discurso y pasar a los
hechos. Lo que requiere un actor para llevar su trabajo a la categoría
de arte, o cuando menos a la dignidad, es una técnica lograda
paulatinamente a partir del entrenamiento, muy similar al caso de
un bailarín, un músico o un futbolista. Sin técnica,
en el mejor de los casos, estamos ante “buenas intenciones”
y muy pobres resultados.
Habría que revisar si las cualidades que tiene un actor a
partir de su formación lo han ido haciendo ese ser extraordinario,
alejado de su cotidianidad para su trabajo, el que la gente quiere
ver porque la maravilla y la divierte, la estimula a vivir. Si no
es así, a mi modesto entender, algo está pasando,
¿no?
Un ejemplo donde encontramos a esos seres extraordinarios por los
que la gente paga por ver, cualquier cantidad de dinero, porque
maravillan y divierten son los espectáculos que presenta
el Cirque du Soleil, donde el sentido de lo extraordinario se hace
presente, y el valor del actor está fundado en su técnica.
Compañía que ha logrado no únicamente competir
con el cine y la televisión dignamente sin doblegarse, sino,
además, tener el reconocimiento del público masivo
y heterogéneo en diferentes partes del mundo.
Finalmente, diré que esta compañía canadiense
se presentará del 10 de octubre al 10 de noviembre de este
año, con el espectáculo Alegría, en la ciudad
de México y valdría la pena hacer ese viaje, para
ver lo extraordinario, ¿o no? La próxima semana les
hablaré de ello…
|