Año 2 • No. 70 • agosto 19 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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Agosto...
Un mes con historia
  ¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen los nombres de los meses o a quién se le ocurrieron? Pues en su mayoría se los debemos a los griegos y a los romanos quienes, como todas las culturas, se vieron en la necesidad de crear un método para cuantificar el tiempo y nombrarlo, dividiéndolo, como sabemos, en días, semanas, meses, años, etcétera.
A cada una de estas divisiones temporales le fue otorgado un nombre que se relacionaba con la historia mítica de cada cultura, por ello los nombres se refieren a dioses y a grandes personajes, a los que se rendía tributo de manera muy especial.
En esta ocasión, y ya que nos encontramos en agosto, te diremos de dónde proviene el nombre de este apartado del año y a quién se lo debemos.
Agosto proviene de la castellanización del nombre griego Augusto, quien fue uno de los más importantes emperadores de Roma. Cuando él accedió al poder encontró a Roma sumida en el más absoluto caos, y
cuando falleció, el Estado había sido pacificado y reorganizado. Con esta frase podríamos resumir los más de 50 años que este emperador pasó al frente del gobierno romano, iniciándose en esos momentos el periodo conocido como imperio.
Augusto, quien al nacer recibió de su padre el nombre de Cayo Octavio, fue adoptado en el año 45 a.C. por Julio César, de quien recibe la férrea disciplina política que le daría forma a su vida, así como una gran herencia. Al recibir toda la herencia del César, Octavio tuvo que abrirse paso en la complicada política romana, en la que llegó a ser el más glorioso de los gobernantes romanos.
Luego de poner a Italia en una incansable guerra contra los republicanos con el propósito de restablecer la autoridad estatal, Octavio gobierna Italia y da la paz que los romanos pedían, hartos de tanta guerra, mediante la creación de un pacto llamado Brindisi, en el cual junto con sus aliados, Antonio y Cépido, se repartían el mundo conocido en tres secciones: la zona occidental, la oriental y África.
Pero dicha paz se vio alterada muy pronto con la rebelión de Sexto Pompeyo, quien era dueño del mar y promotor del boicot a la entrada del grano de Italia. Para solucionar este problema, Octavio tuvo que recurrir a la ayuda de Antonio y juntos acabaron por vía marítima con Sexto Pompeyo, invadiendo sus bases en Sicilia.
La victoria sonreiría de nuevo a Octavio y el grano volvería a fluir en Roma de manera nunca antes vista; a este acontecimiento debemos otro de los significados de la palabra agosto, el cual consiste en definir a la temporada en la que se hace la recolección de granos y la cosecha, de donde surgen frases como “tener un buen agosto” o “hacer su agosto”.
A partir de este momento, la estrella de Octavio inicia un vertiginoso ascenso apoyado por su política de repartición de tierras y su importante programa de obras públicas en Roma. Octavio derrumbó también a Cleopatra y a Antonio, haciéndose del poder definitivo en Roma y tomando Egipto de
manos de la emperatriz, hacia el año 29 a.C.
Tras la restauración de la paz, Octavio entrega el poder al Pueblo y Senado romanos, planteándose la retirada de la vida política. Por eso, el 16 de enero del año 27 a.C. recibe del Senado el nombre de Augustus, una nueva denominación oficial que recogía la grandeza de sus actos. El nombre de Augusto tenía buenos augurios ya que así se designaba a aquellos lugares consagrados que habían sido elegidos por los augures. Desde ese momento empezaba una nueva época en la que Augusto concentraba en sus manos la autoridad, pero conservando la apariencia de la libertad republicana.
La vida de Octavio, Augusto, tampoco estaba exenta de ajetreo; su salud fue siempre muy frágil y sus matrimonios nunca fueron muy dichosos; de sus tres matrimonios con ninguna de sus esposas procreó familia propia, sólo contaba con cinco hijastros. Los últimos años de su vida estarían determinados por la búsqueda de un sucesor, así que Augusto no tiene más remedio que delegar su sucesión a su hijo adoptivo Tiberio.
Durante el gobierno de Augusto, el imperio va a vivir un extraordinario florecimiento cultural, artístico y literario, en el que conviene destacar la fiebre arquitectónica que se vivió especialmente en Roma, con la restauración y la edificación de un amplio número de templos, basílicas y pórticos.
El envejecimiento acentuó el mal carácter de Augusto, quien se volvió más suspicaz e incluso aumentó su crueldad, al ver por todos lados complots inexistentes. Falleció el 15 de mayo del año 14, a los 77 años. Su cadáver fue llevado por toda Roma a hombros de los senadores para ser incinerado en el Campo Marte. Tras su muerte vendría su divinización por el pueblo.
Desde entonces Augusto, o agosto, es sinónimo de paz y de bonanza; es por eso que en honor a este importantísimo personaje le dieron nombre al octavo mes
del año. (Emma Cuéllar de la Torre)